LA PALABRA DE DIOSPRIMERA LECTURA Lectura de la Profecía de Ezequiel (37,12-14):“No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura”.SEGUNDA LECTURA Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos (8,8-11):“Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros”.EVANGELIO Lectura del Santo Evangelio según San Juan (11,3-7.17.20- 27.33b-45):“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.GUADALAJARA, JALISCO (02/ABR/2017).- Obedeciendo a la voz de su amigo Jesús, que le ordenó salir afuera, Lázaro resucitó, se levantó de la tumba y abandonó el sepulcro donde permaneció cuatro días. El Señor Jesús anda lejos, en Perea, en su última gira. Ya se prepara, como varias veces lo anunció, para subir a Jerusalén, donde sabe que le esperan la pasión, la cruz y resucitar al tercer día. Le llega un recado urgente: Lázaro, su amigo, está enfermo. Pero Él no se da prisa. Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo del hombre sea glorificado por ella”. Dar gloria, glorificar a Dios, es la respuesta espontánea del ser humano, dotado de inteligencia y voluntad. Reconoce no sólo con la fe, quien tiene la dicha de tenerla, sino aún con la sola razón de que el hombre no se hizo a sí mismo, sino que cuanto es y cuanto tiene lo ha recibido. Ha sido, pues, creado. ¿Qué movió al Creador a sacar de la nada al hombre? Dios todo lo ha creado por amor, y esto lo ha movido a comunicarse con el hombre y hacerle partícipe de su felicidad, no porque necesite de gloria y alabanza, sino por el bien del hombre: para que se goce en amar, alabar, dar gloria a su Dios y, mediante esto, salvar su alma. Cristo es el modelo perfecto, y en todo busca que el Padre sea glorificado y sus acciones son para darle gloria.Jesús se hace presente en Betania con ese retardo planeado: Ha llegado no a sanar al amigo enfermo, sino a dar a conocer, mediante un milagro, que Él es origen y clave de la vida terrena y de la vida eterna. Esta resurrección de Lázaro es la tercera manifestación —o revelación— de que es Dios, pues sólo Dios da la vida y sólo Dios devuelve la existencia. Resucitó a la hija de Jairo, y resucitó al hijo único de una madre viuda en Naím. Ahora entre los amigos y los enemigos, frente a una multitud de encon trados pensamientos y sentimientos, es el momento de manifestarse como quien es: el Hijo de Dios hecho hombre, encarnado en María.“Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano” Así, con palabras de reclamo y desilusión, recibe al Señor la hermana dolida. Cristo ya tenía la respuesta, porque bien sabía lo que iba a hacer. Le dijo —“Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Marta participaba de la creencia común de la resurrección universal en el último día, pero ignoraba que quien es la Resurrección y la Vida estaba allí, frente a ella—. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”.En esas circunstancias —como respuesta directa a ella y ante las muchas circunstancias—, esta afirmación clara, categórica, tiene tal fuerza, que es la clave de la persona y la obra de Cristo. Es una frase breve con sujeto, verbo conexivo y complemento doble. No dice: “Yo traigo la vida”, no afirma: “Yo doy la vida”. Dice que Él es, y el verbo ser sólo une al verbo con el complemento yo soy, lo cual identifica su persona. Yo, con el complemento vida y resurrección. En estudios muy acuciosos de todas las religiones del mundo —muy venerables y singularmente en el Oriente, o en cualquier época o lugar del mundo—, nunca se ha encontrado a alguien que afirme que él es la vida, porque “nadie, sólo Dios, puede decirlo, y luego el compromiso de probar su aserto. Cristo lo dijo y probó lo que dijo. Pero es necesario creer para ver, para experimentar el regalo de Dios. Por eso Dios dice.José Rosario Ramírez M.Resucitar lo que está muertoUna de las ideas más insidiosas que se han extendido en la sociedad moderna en torno a la religión es la sospecha de que hay que eliminar a Dios para poder salvar la dignidad y felicidad de los hombres. De hecho, son bastantes los que poco a poco van abandonando su “mundo de creencias y prácticas” porque piensan que es un estorbo que les impide vivir. No entienden que Cristo pueda decir que ha venido, no para que los hombres “perezcan”, sino para que “tengan vida definitiva”. La religión que ellos conocen no les ayuda a vivir. Hace tiempo que no pueden experimentar a Cristo como fuente de vida, y se sorprenden al saber que hay hombres y mujeres que creen en Él precisamente porque desean vivir de manera más plena. Y, sin embargo, es así.El verdadero creyente es una persona que no se contenta con vivir de cualquier manera. Desea dar un sentido acertado a su vida. Responder a esas preguntas que nacen dentro de nosotros: ¿De dónde le puede llegar a mi vida un sentido más pleno? ¿Cómo puedo ser yo más humano? ¿En qué dirección he de buscar? Si hay tantas personas que hoy, no sólo no abandonan la fe, sino que se preocupan más que nunca de cuidarla y purificarla, es porque sienten que Cristo les ayuda a enfrentarse a la vida de un modo más sano y positivo. No quieren vivir a medias. Tampoco les satisface “ser un vividor”. Lo que buscan desde Cristo es estar en la vida de una manera más convincente, humana y gratificante.Lo lamentable no es que algunas personas se desprendan de una “religión muerta” que no les ayuda en modo alguno a vivir. Eso es bueno y purificador. Lo triste es que no lleguen a descubrir una “manera nueva de creer” que daría un contenido totalmente diferente a su fe. Para esto, lo primero es entender la fe de otra manera. Intuir que ser cristiano es, antes que nada, buscar con Cristo y desde Cristo cuál es la manera más acertada de vivir. Como ha dicho Jean Cardonnel, “ser cristiano es tener la audacia de ser hombre hasta el final”. Alentado por el mismo Espíritu de Cristo, el cristiano va descubriendo nuevas posibilidades a su vida y va aprendiendo maneras nuevas y más humanas de amar, de disfrutar, de trabajar, de sufrir, de confiar en Dios.Entonces la religión va apareciendo a sus ojos como algo que antes no sospechaba: la fuerza más estimulante y poderosa para vivir de manera plena. Ahora se da cuenta de que abandonar la fe en Cristo no sería sólo “perder algo”, sino “verse perdido” en medio de un mundo que no tendría ya un futuro y una esperanza definitivos. Poco a poco, el creyente va descubriendo que esas palabras de Jesús “Yo soy la resurrección y la vida” no son sólo una promesa que abre nuestra existencia a una esperanza de vida eterna; al mismo tiempo va comprobando que, ya desde ahora, Jesucristo es alguien que resucita lo que en nosotros estaba muerto, y nos despierta a una vida nueva, y así será entonces momento de hacer latir nuestro corazón al mundo.