Sábado, 10 de Mayo 2025
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Ya se acerca el día

Es Adviento, tiempo de esperanza y alegría. Hoy empiezan cuatro semanas de esperanza y preparación

Por: EL INFORMADOR

Prepararse para vivir el gran acontecimiento de hace dos mil años y un poco más, es el sentido del Adviento. ESPECIAL /

Prepararse para vivir el gran acontecimiento de hace dos mil años y un poco más, es el sentido del Adviento. ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Lectura del Profeta Isaías 2,1-5:

“Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob”.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 13,11-14:

“La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz”.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 24,37-44:

“Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.

GUADALAJARA, JALISCO (27/NOV/2016).- Cristo, presente en el sacramento de la Eucaristía, vivifica de manera constante a su Iglesia, y exhorta a los cristianos a que se mantengan despiertos para “cuando venga el Hijo del hombre”.

Es tiempo de Adviento, tiempo de esperanza y alegría. Hoy empiezan cuatro semanas de esperanza y preparación. Dos caminos: el hombre sube, Dios baja.

El hijo de Dios, infinito, altísimo, glorioso; baja de la eternidad, al tiempo; baja a la pequeñez del hombre, nacido de mujer, hecho de tierra. Y cuando el Verbo de Dios nace de mujer, eleva al hombre, a todos los hombres, a participar de la naturaleza divina.

El que es Hijo del Padre por naturaleza, asocia con Él a los hombres, para elevarlos a hijos de Dios por bondadosa adopción. Misterio de fe, misterio de amor. Pobres, ineficaces, son las palabras del hombre para expresar este misterio, que es inefable, o sea que no se puede explicar con palabras. Pero así ha acontecido. El cielo se unió a la tierra. La ley iluminó las tinieblas, la vida venció a la muerte. Las maravillas de Dios reveladas en el misterio de Dios, que toma carne mortal en el seno de María, no pueden ser dignamente cantadas por la pobre lengua del hombre; ni siquiera alcanza la mente a entender ese amor tan alto, inaccesible a la sola razón para anonadarse, es decir para empequeñecerse hasta el extremo, para asemejárse en todo a los hombres, menos en el pecado.

“Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre, para que el hombre, al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en Hijo de Dios”. Así escribió san Ireneo, padre de la Iglesia en el siglo V.

“Por nosotros y por nuestra salvación bajó del cielo”: así escribieron los obispos reunidos en el Concilio Ecuménico de Nicea, y así quedó en el Credo nicenoconstantinopolitano que el pueblo cristiano recita con fe cada domingo. El Verbo se encamó para salvamos. El evangelista san Juan escribió: “Dios nos amó y nos envió a su hijo como propiciación por nuestros pecados” (Juan 4, 14). La encarnación es el misterio de la admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única Persona, el Verbo, para nacer de una mujer, para nacer bajo la ley. Prepararse para vivir el gran acontecimiento de hace dos mil años y un poco más, es el sentido del Adviento.

Entonan fervorosos los fieles este salmo, en respuesta a la primera lectura del profeta lsaías. Este profeta, el primero y el más célebre de los cuatro profetas mayores, es siempre guía y luz en el tiempo de adviento. Isaías, hijo de Amós, de familia real, nacido 765 años antes de Cristo, profetizó en el tiempo de los reyes Ozías, Joathán, Ezequías y el impío Manasés, el cual, según una tradición antigua, mandó darle muerte. En tres grandes partes se divide éste, el más vigoroso de los libros proféticos: la primera, cuando el reino de Judá se encontraba bajo la amenaza asiria; la segunda, el destierro de Judá en Babilonia; y la tercera es una sección dirigida principalmente a los judíos, ya de vuelta a Jerusalén. Anuncia el poder de Dios; anuncia un tiempo en que Dios liberará a su pueblo; anuncia como ningún otro la venida gloriosa del Siervo de Yavé, que habrá de traer la salvación. Invita a practicar la justicia, con el fin de preparar esa era de paz. “De las espadas forjarán arados, y de las lanzas, podaderas. Ya no se alzará pueblo contra pueblo”. Esperar engendra alegría; son tristes los que nada y a nadie esperan. El adviento es un espacio de espera y, por lo mismo, de alegría.

No sólo es el contento de jugar con tres tiempos del verbo venir: es la síntesis en tres momentos de la acción del Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador. El primero de los tres tiempos es cuando vino: “En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. (Juan 1, 1 y 14). Esa primera venida es el inicio en la tierra y en el cielo, de la historia profunda y tierna del pago de todas las deudas de la humanidad.

José Rosario Ramírez M.

Atrévete a sentir…

Dios late con fuerza en cada momento de nuestra vida. La cuestión (y de ahí la dificultad) es que no siempre tenemos bien enchufados los auriculares para escucharle: las prisas, los agobios, las miles y miles de ofertas, los anuncios abrumadores de una Navidad de mercado y lucecitas nos terminan por aturdir los sentidos. Incluso nos impide escuchar cómo Dios se hace presente... ¿habremos olvidado el verdadero “Espíritu” de la Navidad (el de Dios)? Este Adviento nos proponemos recuperar la capacidad de SENTIR sus latidos. Es cuestión de atreverse, de escucharse a uno mismo y retomar la vida (Reconciliación / Penitencia), de ponerse en la senda de aquellos que han caminado el mismo sendero antes que nosotros (Oración), de preparar a conciencia  nuestra casa a la llegada inminente de nuestro Dios.

Tilapia, tiburones, truchas, lubinas, medusas y merlucillas, atunes, cirujanos, de agua dulce y agua salada… y, sí, todos peces, con sus características, sabores peculiares y también con sus costumbres. Hagamos un pequeño ejercicio: si fueras un pez, ¿con cuál te identificarías? ¿Cuáles serían tus características? ¿A qué sabría tu vida? ¿Más de agua dulce o más de agua salada? ¿Explorador o sedentario? Si fueras pez…

El papa Francisco, con su genialidad, un día les soltó a los jóvenes: “En esto os pido, que os rebeléis contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree que vosotros no sois capaces de asumir responsabilidades, que no sois capaces de amar verdaderamente… Yo tengo confianza en vosotros, jóvenes, y pido por vosotros. Atreveos a ir a contracorriente. Atreveos a ser felices”.

Y es verdad: hay peces que se dejan llevar por la dirección que marca la mayoría. Pero los que buscan algo más, ¡deciden ir a contracorriente! Y, buscando, descubren nuevos horizontes que habitar y vivir, e, incluso, al Dios que nos ama con locura y que quiere lo mejor para nosotros. ¡Que desea que seamos felices! Te proponemos, este año, nadar a contracorriente: buscar, encontrar, vivir y decir sí a Dios y su plan sobre ti.

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