Suplementos | El espectacular viaje en Costa Rica nos llevó hasta un primitivo puerto de embarque Y la electricidad llega... de Chiripa El espectacular viaje en Costa Rica nos llevó hasta un primitivo puerto de embarque Por: EL INFORMADOR 31 de julio de 2016 - 01:19 hs Las Torres del Viento de La Chiripa en el verde lomerío de Costa Rica. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera GUADALAJARA, JALISCO (31/JUL/2016).- Ahora vámonos hasta Costa Rica, ese pequeño y verde país que está situado en la “cintura” del Continente Americano; lleno de bosques, volcanes y… vientos. Vientos que se intercambian los océanos, que bañan con sus aguas uno y otro lado de sus costas: por un lado el mítico Atlántico, por donde sale el sol; y por el otro lado el enorme Océano Pacífico (que no es tan pacífico) que diariamente devora al sol en el atardecer ineludible. Ahí en ese verde y estrecho país costarricense tuvimos la suerte de que, después de haber tenido la dicha de estar, no digo en la cumbre pero si en las faldas del volcán Arenal con su cono casi perfecto, en nuestro febril intento por llegar hasta las montañas llenas de nubes, de lluvia, de vegetación y de animales sorprendentes, a las que los nativos con toda razón las llaman Monteverde, tuvimos la suerte de cruzar el enorme y bello lago que está a sus pies, en un lanchón impecablemente blanco, con sus bordes pintados y repintados en un espectacular color azul que, además de darle vida, se mezclaban admirablemente con los colores de las calmadas aguas. Ciertamente disfrutamos mucho el corto pero increíble trecho que navegamos entre paisajes de fotografía, luces sorprendentes y la plática amable —aunque áspera y ruda— del corpulento capitán que a su modo trataba de ser cortés con nosotros, mostrándonos con sonidos guturales los lugares de interés y sus espectaculares vistas. Tan interesante fue apreciar las bellezas de la naturaleza, como la tosca personalidad de este personaje; gocé ambas cosas que me trajeron a la mente al genial Mark Twain durante sus correrías por el antiguo Missisipi. El espectacular —y ciertamente diferente— viaje, nos llevó hasta un primitivo puerto de embarque (¿o desembarque?) en una pequeña bahía formada por grandes matojos de carrizos, tules, o bueno, la vegetación del lugar, en donde humildemente tuvimos que esperar sentados sobre las maletas (no había donde más) con el solazo ardiente sobre nuestras cabezas, al famoso “busito” que nos llevaría, sabe Dios cuando, ni como, hasta las montañas de Monteverde a donde queríamos llegar. A las mil quinientas llegó el “busito” que a nuestro ver, por lo chiquito y maltrecho, parecía haberse encogido más de la cuenta. Subimos las mochilas y encontramos que los asientos, parecían igualmente haberse encogido. El camino siguió curvoso y ascendente. La maleza se despejó cuando vimos que en los valles, ahora con vegetación corta y verdísima, tranquilamente pastaban vacas y borregos. El fuerte viento era el rey y señor de la pradera. Enormes y modernos molinos de viento, cual llanura quijotesca, eran quienes ahora decoraban el paisaje. —¿Qué es esto? ¿En dónde estamos?— Pregunté inquieto. —Pues en la Chiripa— me respondió el chofer. —Hay montones de torres como estas para aprovechar el viento que sopla entre las lomas— me dijo. —Ahorita, me paro para que vean lo enormes que son—. Dicen que con sus formidables aspas, producen electricidad con las turbinas que están arriba, y que aunque de aquí se vean chiquitas, miden lo que un autobús de pasajeros. Tan solo la torre tiene como noventa, cien o ciento diez metros de altura; y las aspas miden… pues qué les diré, unos ochenta o cien metros; las computadoras que tienen mueven el ángulo de las aspas para que no se truenen cuando el viento está muy fuerte, nos explicaba adoptando un aire docto de sabiduría. Efectivamente, al detenernos al pie de los enormes “molinos de viento”, nos dimos cuenta de la magnitud de la empresa humana para poder lograr, no solamente construir esos enormes monstruos, si no que además producir con ellos la energía eléctrica que tanto necesitamos en el actual modo de vivir de los humanos. La Chiripa, con sus grandes torres aladas, es una impecable y valiosa fuente de “energía eólica” (Eolo, dios del viento) de la que disfruta ese bello (y ventoso) país de América Central. NB: En varias partes de México (y en Jalisco) igualmente ya contamos con este tipo de energía limpia y eterna. Temas Costa Rica Pasaporte De viajes y aventuras Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones