Viernes, 31 de Octubre 2025
Suplementos | Por: Vicente García Remus

Veredas

Manantial Agua Azul

Por: EL INFORMADOR

Al sureste de Cuyacapán, se encuentra el hermoso Manantial Agua Azul.

De la presa La Joya, regresé a Atoyac y tomé la calle Constitución, calle que conduce a Cuyacapán. Me encontré con David Rivas, quien llevaba el mandado a su hogar, en Cuyacapán. Me platicó de lo preciosidades del manantial,  me indicó cómo llegar, y lo dejé en su morada.

La Estadística de la Municipalidad de Atoyac de 1880, dice: “Panocha. Este artículo se elabora anualmente en dos trapiches, “Agua Azul” y “La Perla”, ubicados al Sur de la población, cuyas fincas tienen plantío de caña de azúcar de alguna estimación y de buena calidad, y a veces fabrican en ellas azúcar de regular clase para el consumo local. Como 200 cargas de consumo anualmente, que venden a 8 pesos”.

De la casa de David, cercana a la capilla, viré a la derecha dos cuadras y luego a la izquierda, la calle se hizo brecha, y en tramos se convirtió en fenomenales túneles, obra de añosos árboles. Después vi una huerta vieja de mangos y entre los enormes árboles, una alberca, de buenas dimensiones y olvidada. El sendero ascendió un poco y al final de un potrero, unas higueras centenarias me dieron la bienvenida al Manantial Agua Azul. Mis cachetes se arquearon de placer al mirar aquel bello sitio, un espejo azul, rodeado por diversos árboles y arbustos, reflejados con esplendor.

Me orillé para contemplar más de cerca aquel sensacional escenario, detrás de unos tules, cada árbol de enfrente se manifestaba en el agua. Después de unos sauces admiré un manantial al costado de una higuera, el agua diáfana, simplemente brotaba suavemente, para fundirse en el lago, unos bonitos colomos lo acompañaban y a veces lo escondían. Más adelante contemplé otros dos manantiales de agua azul, un tanto plateada, sombreados por higueras y mangos, el último manantial surgía al lado de unos plátanos y luego unos colomos lo acariciaban con cariño.

Una espectacular higuera, algo inclinada en sus raíces, hacía contrapeso con sus ramas, negándose a caer, por el gusto de estar en ese fabuloso lugar. Unos fresnos se distinguían con sus hojas doradas y unos guamúchiles por su peculiar follaje. Atrás de los manantiales, aprecié unas laderas rocosas, verticales y tapizadas por órganos, osotes y biznagas. Contrastante vegetación a escasa distancia. Me senté en la higuera inclinada a gozar la bella creación de los manantiales. Agua Azul es un regocijo visual.

A mi regresó, pasando Tultitlán, me llamó la atención el casco de un rancho, un tanto ecléctico, detrás de un maizal seco vi unas torres rematadas en cono y con vanos arqueados. Entre las torres está la entrada principal, rematada con almenas, atrás del casco, bizarras crestas de cerros.

En Atoyac, fui a la cantina de Xiquio Fajardo, que se localiza frente a la plaza, me atendió Salvador Moya. En la contra barra cuelga una foto de Xiquio. La finca,  antaño funcionó como   abarrote, y posteriormente como billar. Al final de la barra había un asador con rica carne, la iba sirviendo Chava a los comensales, con sus respectivas gordas y salsa. El cantar de los pájaros fue interrumpido por el tocadiscos, escuchamos a Fernando Fernández, interpretó “Bésame mucho” y varias más.

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