Martes, 17 de Junio 2025
Suplementos | Sí, Dios todavía sigue viendo el corazón por encima de las apariencias o aún de las evidencias

Una mujer escogida

Dios siempre ha sorprendido a los hombres con sus decisiones, ya que estas no están basadas en los criterios humanos, sino en lo que Dios puede ver en lo profundo del corazón

Por: EL INFORMADOR

    Dios siempre ha sorprendido a los hombres con sus decisiones, ya que estas no están basadas en los criterios humanos, sino en lo que Dios puede ver en lo profundo del corazón. En cierta ocasión un profeta estaba buscando al futuro rey de su nación, y creyó descubrirlo cuando el joven más alto y fuerte fue puesto delante de él, pero Dios le dijo al profeta “No mires su parecer, ni su hermosura, porque yo lo desecho; porque los hombres miran lo que tienen delante de sus ojos, pero yo miro el corazón”.
    Sí, Dios todavía sigue viendo el corazón por encima de las apariencias o aún de las evidencias. La misma situación la podemos ver en la lectura del evangelio del día de hoy, en donde leemos que “En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María”.
     Mucha gente conocía perfectamente todas las profecías que anticipaban la venida del Mesías, el Salvador de Israel. Esas profecías decían que debía ser de la familia del rey David, y por lo tanto su lugar de nacimiento debería ser la pequeña aldea de Belén. Una vez que se conoció esta profecía, sin duda que muchas mujeres de Belén soñaban que quizá una de ellas fuera la escogida. Las probabilidades eran muy altas.
    Pero ante los ojos de Dios, ninguna de las mujeres de Belén tenía el corazón y el espíritu necesarios para llevar en su vientre y cuidar al Hijo de Dios; por lo tanto, los ojos del Señor recorrieron toda la tierra de Israel buscando un corazón dispuesto para hacer Su voluntad por encima aún de su propia voluntad, y Dios encontró a una joven viviendo en Nazaret. No había en todo Israel corazones tan dispuestos para obedecer a Dios como María y José; la historia lo demuestra.
    Sin embargo, si se hubiera hecho una encuesta a todos los habitantes de Israel, preguntándoles acerca de Nazaret, todos, absolutamente todos, hubieran opinado que de Nazaret no podía salir nada bueno. Sucede que las ciudades norteñas de Israel, especialmente la zona de Galilea, a donde pertenecía el poblado de Nazaret, habían mezclado sus costumbres y aún su sangre con quienes no eran judíos; esto era una gran abominación para aquellos que guardaban celosamente el linaje judío con toda pureza. Fue tal el nivel de contaminación entre los judíos de galilea y los no judíos (a quienes les llamaban “gentiles”), que pronto se denominó a esa región “Galilea de los gentiles”.
    Contrario a lo que pudiéramos entender en el idioma español, gentil significaba “gentuza, gente despreciable”. Tal era la opinión que el resto de los judíos tenían de sus paisanos del norte de su país. Imagine usted entonces la conmoción y el disgusto que provocaría a los judíos de ese tiempo, la sola mención de la posibilidad de que el Mesías viniera de una familia que vivía en Nazaret, y que fuera criado en la zona de los gentiles.
    Es posible que parte de la mala fama que tenían los habitantes de Nazaret fuera ganada a pulso, pero eso enaltece más las cualidades del corazón de María y de José: vivían en un ambiente donde la gente no amaba ni honraba profundamente a Dios, pero ellos, en lugar de contaminarse y dejarse llevar por los malos ejemplos a su alrededor, decidieron mantener en su corazón encendida la llama del amor y la obediencia a Dios. Por eso fueron escogidos para su noble tarea… a pesar de las apariencias.

Angel Flores Rivero
iglefamiliar@hotmail.com

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