Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | Dios sabe lo que cada hombre necesita, mas el medio de obtenerlo es buscar a Dios

Un don de Dios

Desde este domingo décimo séptimo ordinario del año y otros cuatro domingos más, la liturgia ofrece como tema de reflexión y motivación el capítulo sexto de San Juan

Por: EL INFORMADOR

Manifiesta su poder, actúa por cuenta propia su sola bendición basta para que haya panes para todos. ESPECIAL /

Manifiesta su poder, actúa por cuenta propia su sola bendición basta para que haya panes para todos. ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Segundo Libro de los Reyes 4, 42-44

“Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará”.

SEGUNDA LECTURA:

San Pablo a los Efesios 4, 1-6

“Sean siempre humildes y amables, comprensivos, sobrellévense mutuamente con amor; esfuércense en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz”.

EVANGELIO:

San Juan 6, 1-15

“Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado”.

GUADALAJARA, JALISCO (26/JUL/2015).- Desde este domingo décimo séptimo ordinario del año y otros cuatro domingos más, la liturgia ofrece como tema de reflexión y motivación el capítulo sexto de San Juan.

Con el milagro de la multiplicación de los panes, el Señor pone de manifiesto el poder teándrico de Cristo. Él y sólo Él fue capaz de un milagro que alcanzaría, que favorecería no a unas cuántas personas si no a una multitud de más de cinco mil. Allí manifestó su poder sobrehumano; así se manifiesta la presencia de Dios en medio de ellos con su poder y su amor. Es el señorío mesiánico trascendente, es la presencia clave del Mesías esperado.

Manifiesta su poder, actúa por cuenta propia su sola bendición basta para que haya panes para todos; pero no solamente pretende mostrar su poder, sino que manifiesta su entero amor: siente compasión, le duele que vuelvan a sus casas con el estómago vacío, ellos que habían acudido desde lejos a verlo y escucharlo, llevaban horas y horas en su compañía.

Andrés le dijo: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados”.

“Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó; igual hizo con los pescados, todos los presentes quedaron satisfechos”.

El milagro de la multiplicación de los panes es la respuesta a todos cuantos andaban vagando “como ovejas sin pastor”; es un llamado a poner de manifiesto la intervención de Dios en la historia de cada hombre, porque Dios ama a todos; y lo más consolador es que conoce a cada uno por su nombre y los ama con amor eterno.

Dios sabe lo que cada hombre necesita, mas el medio de obtenerlo es buscar a Dios. La solución a las necesidades no es la técnica, no es el llamado “progreso”; ni siquiera la constituyen los demás hombres. La solución es Cristo, amor y poder, a un tiempo.

José Rosario Ramírez M.

Un don de Dios

El pan, como alimento, es para el hombre una fuente de fuerza, un medio de subsistencia tan esencial que carecer de pan es carecer de todo; así, en la oración que Cristo enseña a sus discípulos, el pan parece resumir todos los dones que nos son necesarios; más aún: fue tomado por signo del más grande de los dones, la Eucaristía, su Cuerpo y Sangre.

El pan en sentido bíblico, no sólo es un medio de subsistencia, está destinado a repartirse. Toda comida supone una reunión y también una comunión. Comer el pan regularmente con alguien es ser su amigo, casi su íntimo. El deber de la hospitalidad es un deber sagrado, que hace del pan de cada uno el pan del transeúnte, enviado por Dios.

A partir del exilio se carga el acento sobre la necesidad de compartir el propio pan con el hambriento, porque es aquí donde se halla la mejor expresión de la caridad fraterna.

En la tradición cristiana la fracción del pan designa el rito eucarístico que se reparte en favor de todos: el cuerpo del Señor viene a ser la fuente misma de la unidad de la Iglesia.

El pan es el don supremo de la época escatológica, ya para cada uno en particular, ya en el festín mesiánico prometido a los elegidos. Las comidas de Jesús con sus discípulos preludiaban así el festín escatológico y sobre todo la comida eucarística, en la que el pan que da Cristo a sus discípulos es su cuerpo, verdadero don de Dios.

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