Martes, 17 de Junio 2025
Suplementos | Muchas veces hemos escuchado que el bautismo lava el alma, limpiándole el pecado original que heredamos

Un año con San Pablo: Nacer a nueva vida

El Bautismo de san Pablo evoca a cada uno, que también tuvimos un momento en el cual recibimos la gracia divina a través del agua que purifica y da vida

Por: EL INFORMADOR

     El Bautismo de san Pablo evoca a cada uno, que también tuvimos un momento en el cual recibimos la gracia divina a través del agua que purifica y da vida. La Liturgia de hoy evoca el momento en el cual Jesús se acercó al Jordán, para recibir el Bautismo de manos de Juan el Bautista.
     Muchas veces hemos escuchado que el bautismo lava el alma, limpiándole el pecado original que heredamos de nuestros primeros padres. Aunque esto sea verdad, lo realmente importante, efectivo y que no debemos olvidar es que el Bautismo, tal como  Jesús nos lo ha dejado en su sacramento, es para nacer a la nueva vida de hijos de Dios en su amor.
     Por eso cuando vemos a san Pablo decidido a recibir el bautismo de manos de Ananías, después de haber permanecido tres días en la oscuridad de la ceguera, sabemos que no lo hace para recobrar de nuevo la vista, sino para empezar a vivir en la nueva dimensión que Dios le propone y que él acepta sin condiciones.
     Para san Pablo no fue fácil empezar a vivir, porque esto suponía un morir a la antigua vida que hasta entonces había llevado, y que ciertamente no era una mala vida de vicios ni de turbulencias pecaminosas. Era la vida del buen judío que vivía apegado a la Ley, cumplidor exacto de las normas y defensor de aquello que consideraba debía ser defendido hasta con la vida.
     En cambio se presenta ante él la perspectiva de una vida nueva, distinta, a lo mejor incomprensible, a lo mejor mucho más difícil, pero nueva, siempre nueva, con la novedad que Jesús imprime a su vocación.
     Ahora como entonces, el Bautismo que recibimos en nombre de Jesús implica el compromiso de vivir la vida nueva cada día, de cumplir con su mandato de amor y de propagar su Palabra con el empeño de construir su Reino en este mundo, con miras al futuro de eternidad al cual nos invita.
     Nacer de nuevo a la vida nueva a la que el Señor llama, no es cosa de un día, ni mucho menos de un pasado lejano del cual ni siquiera tenemos memoria. Nacer de nuevo implica asumir cada día la vida con la novedad de lo que el Señor nos presenta y nos pide en cada circunstancia, cumpliendo con amor lo que tenemos entre manos y dando a cada momento el tinte de un compromiso nunca olvidado y jamás traicionado.
     Así lo seguiremos viendo siempre en toda la vida el ejemplo de san Pablo: su trayectoria no fue un zig-zag de indecisiones, no fue su fe una veleta agitada por el viento, ni su esperanza estuvo nunca alimentada por la duda. Fe, esperanza y amor son las semillas que deja el bautismo en el corazón de cada bautizado, y san Pablo supo irlas desarrollando y cultivando hasta fructificar en el más puro y consistente amor a Dios y a sus semejantes, amor a su vocación y a su misión, lo mismo que a la Palabra de salvación que se le confiaba para que fuera a repartirla por todos los confines del mundo hasta entonces conocido.
     Por eso hoy nos conviene recordar lo que hemos hecho de esa gracia bautismal que se nos dio como regalo divino, y renovar concientemente el compromiso de un comportamiento a la altura del mismo, así como también el empeño de compartir el Mensaje de Jesús con la familia, con aquellos con quienes convivimos diariamente y con todos aquellos que por un motivo o por otro caminan a nuestro lado por la vida. No es indiferente, no podemos dejar pasar la oportunidad que Dios nos da en el presente.

María Belén Sánchez Bustos fsp

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