Suplementos | La oración es poderosa cuando la inspira la fe y la sustenta la humildad Tocad y se os abrirá La oración es poderosa cuando la inspira la fe y la sustenta la humildad Por: EL INFORMADOR 16 de agosto de 2014 - 23:03 hs La salvación y el amor de Dios es para todos, así lo demostró Jesús obrando un milagro para la mujer cananea que se lo pidió con fe. / LA PALABRA DE DIOS • PRIMERA LECTURA: Isaías 56,1.6-7 “Los alegraré en mi casa de oración”. • SEGUNDA LECTURA: San Pablo a los Romanos 11,13-15.29-32 “Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos”. • EVANGELIO: San Mateo 15,21-28 “No está bien echar a los perros el pan de los hijos. La mujer repuso: tienes razón, Señor, pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”. GUADALAJARA, JALISCO (17/AGO/2014).- Todos los milagros que hizo Cristo fueron inspirados por su amor infinito y su poder divino, pero en cada milagro hay un signo, una enseñanza. En este domingo, San Mateo, en el capítulo décimo quinto, narra un milagro para responder a la oración ferviente, a la actitud humilde de una mujer extranjera, Cananea, y encierra enseñanzas para todos: los de entonces, los de ahora, los de siempre. Tiro y Sidón son dos ciudades fenicias importantes, en la Costa Oriental del Mediterráneo. Sidón fue la primer ciudad que puso barcos en el mar abierto, y sus navegantes fueron los primeros en orientarse por medio de las estrellas. Fue famosa por sus artesanos, sus orfebres, sus tejedores. De Tiro, potencia naval, salieron los conquistadores fenicios y fundaron colonias, entre ellas Cartago, la eterna rival de Roma. Allí en el territorio cerca de Tiro y Sidón, se acercó a Jesús esa mujer con una gran necesidad. “Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David”. Aquella mujer aunque no era israelita, ya tenía fe, pues reconoció que Jesús era el Mesías y lo llamó Hijo de David. “Mi hija es malamente atormentada por el demonio”. La fe de la mujer cananea era tan firme, que nada la desalentaba, y ella, acercándose, se postró ante Él diciendo: “Señor, socórreme”. Todo esto aconteció ante una muchedumbre, testigos silenciosos que miraron y oyeron una fe probada con los signos de firmeza y humildad. Así como el Maestro dejó otra enseñanza en la parábola del hombre que ya está acostado y su vecino le pide unos panes, y le insiste hasta que se levanta y se los facilita —de donde surge un mensaje directo: “Tocad y se os abrirá, buscad y encontrareis, pedid y se os dará”— ahora con este milagro pone de manifiesto la fuerza de la oración, cuando la inspira la fe y la sustenta la humildad. “Mujer, grande es tu fe”. El premio inmediato fue la curación pública de la hija. Y ante todos demostró el Señor que la presencia del Hijo de Dios en la Tierra tiene estos signos: la redención es para todos los hombres; la sangre de Cristo, derramada desde el Pretorio de Pilato hasta el Monte Calvario, ha redimido a todo el género humano. Cristo es de todos, y todos tienen necesidad de Cristo. La Buena Nueva, el Evangelio, es para la humanidad. La salvación anunciada por los profetas abarca todos los pueblos y todas las razas. El Señor anuncia su llegada a todos los hombres, sin discriminación ni excepción de personas. El episodio evangélico es una lección: todos los hombres son objeto de la misericordia de Dios. José Rosario Ramírez M. La fe que salva Qué impresionante es la fe de esa mujer, que sin duda, pasa cualquier obstáculo por conseguir lo que quiere, pero… ¿En dónde radicará su fe? La primera respuesta que se viene a mi mente es el amor, esa luz de esperanza que te mueve y motiva en todo momento para pasar incluso sobre nuestros miedos y luchar por aquello que queremos, pues hemos de recordar que en tiempos de Jesús, la relación entre cananeos y judíos no era cercana debido a la idolatría de aquellos cananeos. Esto nos lleva a pensar en esta mujer como alguien que no se da por vencida y que aunque no coincidiera con la misma religión ni tuviera las mismas costumbres, confiaba plenamente en que el Señor pudiera curar a su hija. No es que se haya conformado con las migajas de la parábola de Jesús, sino que la semilla de la fe, la que nos puede mover a hacer grandes cosas, le ayudó a acercarse a aquel hombre que lo puede todo. Aunque la mujer no tenga la prioridad de ser sanada por Jesús ante los judíos, tenía la firme convicción de tomar un lugar en la casa del Padre, aunque sea el más insignificante, pero sabía que también sería digna de ser llamada a la mesa del Señor. Si fuéramos persistentes y constantes en nuestras actividades diarias, lograríamos hacer cosas que nos ayuden a salir delante de los problemas que tanto nos agobian. Si tan sólo comenzáramos a creer en que las cosas pueden suceder, tal vez actuaríamos más y nos preocuparíamos menos. Con esta cita, podemos reflexionar ¿cuántas veces nos hemos dejado llevar por el orgullo y la ira? ¿Cuántas veces hemos dejado de hacer o decir lo que sentimos por miedo al qué dirán? Temas Fe. 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