Suplementos | Dinámica Pastoral UNIVA Tercer domingo de Cuaresma A 'mitad del camino' de este tiempo de reflexión, hay que hacer lo posible para trabajar en una conversión auténtica Por: EL INFORMADOR 27 de febrero de 2016 - 23:09 hs Dios nos ama incluso en el sufrimiento, porque no hay mayor expresión de amor que la muerte de Cristo en la Cruz. ESPECIAL / LA PALABRA DE DIOSPrimera lectura Lectura del Éxodo (3,1-8a.13-15): “Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel”. Segunda lectura Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (10,1-6.10-12): “El que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga”. Evangelio Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (13,1-9): “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. GUADALAJARA, JALISCO (28/FEB/2016).- El hombre ha sido creado para ser feliz, y por más que se esfuerce aquí, en el tiempo, nunca tendrá total felicidad. Por eso el verdadero sabio trabaja, lucha, se entrega para alcanzar la felicidad más allá, en la posesión de Dios, donde no hay llanto, ni temores, ni desgracias, ni enfermedades, ni muerte. Los mártires cristianos han sabido soportar los tormentos porque han alentado la certeza moral de que después de un breve padecer les espera el premio por haber sido testigos intrépidos. La palabra mártir significa testigo. Testigo fue aquel brillante abogado Anacleto González Flores, quien con su palabra era el “maistro” —así le llamaban cariñosamente— y dio testimonio con su vida sin repliegues, de una sola pieza. Le faltaba el postrer testimonio, el de la sangre, y allí en el Cuartel Colorado fue colorada, roja, la sangre allí derramada, corona y palma del testimonio perpetuo de su vida. Perecer es perder el derecho de todo hombre nacido de mujer a la felicidad eterna. En tal sentido habla el Señor. Nadie debe perecer; para eso se ha de proclamar la Buena Nueva, amor, misericordia, perdón. “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. La conversión no es un acto aislado; se va realizando en tarea continuada. Es la alegría de la madre cuando percibe que su hijo va cambiando, o la tristeza si el hijo se está echando a perder. Y ante todo, que la conversión sea poner en esto los buenos propósitos; animarse a practicar la justicia, a darle otra dirección, nueva, limpia, a la vida. Cuando el cristiano hace oración, establece una relación personal directa con Dios. El cristiano percibe, siente, una cercanía de Dios en su vida personal, siente el auxilio divino cuando está en un gran peligro, en una enfermedad, en un percance. La conversión, tema de este tiempo de Cuaresma, es por tanto un asunto meramente personal. Es el hombre el convencido de responderle a Dios. Dios espera esa respuesta. Breve es el paso del hombre en el tiempo, y en este tiempo de Cuaresma es una voz constante para dejar la indiferencia, la pobreza, y responderle a Dios de una manera personal, obedeciendo su llamado a renovarse. Por José Rosario Ramírez M. A mitad del camino… ¿Conversión? Este domingo nos encontramos en el tercer domingo de Cuaresma, podemos decir que es la mitad del camino que hemos venido recorriendo desde el Miércoles de Ceniza. En él hemos insistido en que esta Cuaresma sea diferente, que nos lleve a cambios concretos de nuestra vida, en la que podamos experimentar la compañía del Padre en nuestro caminar y sepamos acompañar a nuestros semejantes. Por este motivo de aquí en adelante la palabra se centra abiertamente en el tema de la conversión para la renovación bautismal. La invitación es a una conversión autentica, de ahí que en el Evangelio que leemos hoy de Lucas, insista en convertirnos, sino todos “pereceremos” igualmente. Si Dios no es el que provoca desgracias, por medio de las fuerzas ciegas de la naturaleza o de la mano del hombre, ¿Qué es lo que hace, de todas formas, ante ese tipo de acontecimientos? Jesús nos dice con su vida y con su muerte (en la perspectiva de su próxima Pascua, hacia la que le acompañamos) que Padre hace algo, y muy importante: está de parte de las víctimas, sufriendo y muriendo con ellas. Dios ha tomado partido y, respetando la libertad humana, incluso para hacer el mal, ha decidido estar allí donde los hombres sufren y mueren, sufriendo y muriendo. De esta manera, nos dice que esas muertes y esos sufrimientos no son absurdos ni inútiles, que tienen sentido, pues son parte de la Pasión de Cristo, y están incluidas en su designio de amor: Dios nos ama incluso en el sufrimiento, porque no hay mayor expresión de amor en el mundo que la muerte de Cristo en la Cruz. Comprender esto nos purifica. El sufrimiento, que no hay que ir a buscar, pero que siempre nos visita de algún modo, nos purifica. Y esa purificación nos permite dar frutos de vida, frutos de buenas obras, frutos de caridad. Y es que, si es verdad que si no nos convertimos a Dios pereceremos, también lo es que, si nos convertimos, no sólo salvaremos nuestra vida, sino que nos pondremos al servicio de los que sufren, siendo para ellos expresión e instrumento de la Providencia del Padre que cumple sus promesas. Sigamos este camino cuaresmal tocando nuestras miserias que nos separan de Dios, de nuestros semejantes y de nosotros mismos; y aprovechemos estas semanas para encontrarnos con la Misericordia del Padre que nos llama a convertirnos de corazón. Temas Fe. Cuaresma Lee También Evangelio de hoy: Jesús se deja encontrar en nuestro sufrimiento Evangelio de hoy: El justo vivirá por su fe Evangelio de hoy: El inmenso abismo Evangelio de hoy: La lógica del mundo y la lógica del Reino Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones