Jueves, 19 de Junio 2025
Suplementos | Muchas otras evidencias existen en nuestra llamada sociedad moderna, progresista, liberal

Solamente Jesús nos puede liberar

Inmersos en un mundo y un estilo de vida en el que predomina lo material, lo sensible, solemos concentrar nuestra atención e interés, ante todo

Por: EL INFORMADOR

     Inmersos en un mundo y un estilo de vida en el que predomina lo material, lo sensible, solemos concentrar nuestra atención e interés, ante todo, en la dimensión física de nuestra persona; después, aunque en mucho menor medida, en la mental, y con mucha facilidad  nos olvidamos totalmente de la dimensión espiritual, cuando en realidad, si deseamos vivir con plenitud, hemos de procurar hacerlo en armonía con nosotros mismos, lo que implica que cuidemos nuestra salud y bienestar, tanto físico, como mental y espiritual.
     Si a manera de ilustrar nuestra aseveración, tomamos como parámetro e indicador el aspecto económico, nos podemos dar cuenta de la gran cantidad de recursos que la mayoría de la gente gasta, o invierte --si se quiere ver más optimistamente-- en atender su salud y bienestar físicos: tratamientos de todo tipo para mantenerse en forma y  preservar las buenas condiciones de salud física; tratamientos de belleza o de fisicoculturismo; práctica de deportes; consultas, tratamientos médicos y cirugías cuando es necesario o indispensable. Otros, mucho menos por cierto, los gastan en consultas y terapias psicológicas o psiquiátricas. Sin embargo son pocos los que se preocupan por atender y cuidar su vida espiritual, lo que por cierto, en términos económicos, resulta muy barato.
      Muchas otras evidencias existen en nuestra llamada sociedad moderna, progresista, liberal. Tenemos el caso de la mayoría de las escuelas preparatorias y de las universidades, que por poner un gran énfasis en preparar a los estudiantes lo mejor posible, científica y tecnológicamente en el área cognoscitiva e intelectual --en orden a llevarlos a la excelencia y capacitarlos para que, como profesionistas, logren el éxito en lo económico, en el prestigio, en el poder--, han subestimado y dejado de lado una educación integral, incluyendo en sus programas académicos, la enseñanza de los valores fundamentales humanos y del espíritu.
      Ello ha traído como consecuencia, generaciones de profesionistas muy bien preparados científica y técnicamente, pero con una ausencia dramática de humanismo y de principios que los lleven a realizar su trabajo, a ejercer su profesión como servidores de los demás.
     Otra evidencia más, es el asunto del aborto y de toda la polémica que se ha suscitado por la defensa del don y el derecho a la vida --y no a la vida de cualquiera, sino a la de criaturas indefensas--, que han realizado organizaciones a favor de la vida y la misma Iglesia Católica --como nos pudimos dar cuenta se hizo durante la celebración del Encuentro Mundial de las Familias--, arriesgándose no sólo a las críticas, sino, incluso, hasta a atentados contra sus personas, familias, bienes, ya que lastiman muchos intereses creados.
     ¿Cuál ha sido la reacción de la mayoría de la población  que se dice cristiana? Por desgracia, la de la defensa de lo material, de la comodidad; de la conveniencia personal, aun a costa de la vida de otros; de los intereses egoístas, queriendo resolver un “mal” con otro mal peor; de la aplicación de criterios que no son los desarrollados por ellos mismos -- fundamentados en el estudio y la reflexión de los postulados verdaderos acerca de este maravilloso don de la vida--, sino de otros, y que en su mayoría, obedecen a enormes intereses creados, que llevan en el fondo propósitos de poder y dominio de todo tipo.
      En la raíz de todo esto está la falta del verdadero conocimiento de Dios como Padre, como Hijo y  Salvador y Señor nuestro y como Espíritu Santo, Espíritu del Bien; así mismo, falta conocer que el espíritu del mal es el que se encarga de poner en la mente y en el corazón del ser humano los malos deseos, el actuar egoísta y egocéntricamente y los más nefandos instintos de violencia, de toda clase de crímenes y todo lo que mata el espíritu humano, pues “Satanás anda como león rugiente buscando a quien devorar”. Y solamente Jesús nos puede liberar y proteger de él, como nos lo recuerda el Evangelio dominical.

Francisco Javier Cruz Luna
cruzlfcoj(arroba)yahoo.com.mx

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