Suplementos | Los discípulos eran rudos, insensibles, y su solución era dejarlos ir cuanto antes y quedar libres Sensibles y responsables ante las necesidades de otros Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre que lo esperaba en despoblado, ansiosa de verlo y escucharlo Por: EL INFORMADOR 6 de agosto de 2008 - 07:28 hs Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre que lo esperaba en despoblado, ansiosa de verlo y escucharlo, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Se compadeció --padeció con ella, hizo propias las apenas ajenas--, y porque pudo hacerlo con su divino poder, fue que sanó a los enfermos. Mas la multitud allí seguía y empezaba a oscurecer. Los discípulos le dijeron al Señor: “Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. Los discípulos eran rudos, insensibles, y su solución era dejarlos ir cuanto antes y quedar libres. Eran como muchos de los cristianos del pasado y del presente, esos que hacen de su cristianismo un estilo de “primero yo, luego yo y después yo”, ignorantes de que no se debe ni se puede ir solo en el camino de la salvación, porque el Reino de Dios, la Iglesia, es una gran familia. Más aún, con el pensamiento de San Pablo, la Iglesia es el cuerpo y Cristo la cabeza; y en busca del bien común, con el ejercicio práctico de la caridad, hay que reír con el que ría --esto es sumamente fácil-- y hay que llorar con el que llora, todos en una causa común y unidos. El Señor les respondió: “Denles ustedes de comer” En buen aprieto pone a los discípulos, que querían sacudirse el problema de una muchedumbre con hambre. Pero estas palabras de Cristo son para los hombres de todos los tiempos. Son un llamado para saber ver, para sentir, para hacer propias las necesidades de otros, y no sólo compadecerlos de palabra, que eso no es “con-padecer”, sino que han de “con-partir” con ellos el pan. Entendió muy bien la lección el apóstol Santiago, quien tiempo después escribió: “Si un hermano o una hermana están desnudos y les escasea la comida para ese mismo día, y uno de ustedes le dice: ‘Ve en paz, caliéntate y come’, mas no le da de las cosas que el cuerpo reclama, ‘¿de qué le sirve?”. Sant. 2, 15,16). La justicia primero, y luego la caridad, como la misma fe, se han de manifestar en otros. En otra página del Santo Evangelio, el Señor Jesús anuncia que volverá, y al recibir a los que comparezcan ante Él, como juez de vivos y muertos --es decir, de justos y pecadores--, dirá a los primeros: “Vengan, benditos de mi Padre, a heredar el Reino que les está preparado desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estaba desnudo y me vistieron, enfermé y me visitaron, estuve en prisión y me fueron a ver” (Mat 25, 34, 36). “Cuanto hicieron por uno solo de esos hermanos míos, más pequeños, a mí me lo hicieron”. “Vivir la justicia y la caridad personalmente” Nadie puede llamarse verdaderamente cristiano, si no vive la virtud cardinal, la justicia. Ésta es una virtud moral, que consiste en una firme voluntad de darle a Dios y al prójimo lo que les es debido. Es un deber, es respetar los derechos de los demás; no un gusto, no una afición, no una mera actitud por carácter o temperamento de bondad, sino una virtud. Virtud humana de darle a cada quien lo que le es debido, y virtud cristiana en el más alto nivel, si se practica en consecuencia de tener fe, y con ésta la luz para ver en cada prójimo la imagen de Cristo. “Cuanto hicieron por cada uno, a mí me lo hicieron”. San Pablo --y éste es el Año Paulino-- escribió: “Amen y den a sus esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también ustedes tienen un Amo en el cielo” (Col 4, 1). Esta virtud puede ser conmutativa y distributiva . Ésta, si se tiene conciencia de compartir de todo lo recibido con unos que carecen aún de lo indispensable, mientras otros tienen hasta de sobra. La justicia distributiva tiende hacia el bien común, y allí entra la obligación de cooperar con las autoridades en cuanto emprendan en servicio de la comunidad. Como es su deber, promover la educación; la producción, para que haya fuentes de trabajo y bienestar para todos; luchar por la verdad, la justicia la solidaridad, la libertad, la seguridad. “Dar a cada uno lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor”. (Rom 13, 7). “Tú das la comida a su tiempo, abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente” Ahora que son frecuentes las encuestas, si alguien se pusiera en el crucero de las avenidas Alcalde y Juárez y les hiciera a los transeúntes esta simple pregunta: “Algún día, por no tener alimentos, ¿te has quedado con hambre?”. La casi única respuesta es hacer referencia a la bondad del Padre providente. Quien sabe reconocer y agradecer los dones recibidos, se hace merecedor de nuevos beneficios. En el Libro de la Sabiduría este párrafo da luz: “Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y, ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieras querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieras llamado? Mas Tú todo lo perdonas, porque todo es tuyo, Señor que amas la vida” (Sab 11, 24, 26). Dios tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas, hasta los grandes acontecimientos del mundo, del cosmos, de la historia. “Dios guarda y gobierna con su Providencia todo lo que creó, alcanzando con fuerza de un extremo al otrodel mundo y disponiendo todo con dulzura” (Sab 8, 1). Por eso el Señor Jesús en su mensaje insiste en un abandono filial en la providencia del Padre celestial, que cuida las necesidades de sus hijos: “No anden, pues, preocupados diciendo: “¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber? ¿Con qué vamos a vestirnos? Ya sabe su Padre celestial que ustedes tienen necesidad de todo eso. Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura” (Mat 6, 31, 33). “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” Mas el hombre es un ser espiritual y, además de las necesidades materiales de cada día, tiene necesidad de alimentar su espíritu con otro pan, para saciar su alma. El milagro de la multiplicación de cinco panes y dos pescados --para dar de comer a mucho más de cinco mil personas, y que todavía sobraran canastas repletas de comida--, además de dar el alimento para el cuerpo, fue un acto para prefigurar otro alimento, el espiritual. Allí comieron sentados en la hierba, mas Jesús ya estaba preparando a los que lo habían de seguir, para que un día de sentaran a su mesa. La Iglesia, con su deber de misionar, llama continuamente a los hombres a nutrirse con la Palabra de Dios. Gran parte del ateísmo teórico, y más el ateísmo práctico de este tiempo, tienen su origen en la ignorancia religiosa. Poco, casi nada, o nada saben de que el Hijo de Dios, espíritu puro, eterno, inmortal, infinito, omnipotente, se anonadó --es decir se minimizo, se entregó-- hasta ser un hombre mortal, sin dejar de ser Dios, para salvar a todos los hombres. Si conmueve el ver los efectos del hambre en niños y hombres esqueléticos, debe ser también motivo de compasión otro espectáculo: el de las almas carentes de la luz de Dios, de la gracia. “Porque no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4). El materialismo de este tiempo, el hedonismo y el inmediatismo llevan a pensar sólo en lo presente, sin proyección hacia el futuro, mucho menos a una vida después de esta vida terrena. La Iglesia debe dar a todas horas el alimento del Evangelio a los hombres hambrientos de hoy, y con este alimento encontrarán el verdadero sentido de la vida. Dicen que el desaparecido político norteamericano Robert Kennedy escribió: “Somos ricos, pero no felices”. Muchos otros no lo escribieron, pero en su interior, en sus momentos de serenidad podrán decir lo mismo, porque las cosas materiales ayudan, mas no dejan satisfecho al ser humano. Cristo da a los cristianos del siglo XXI el mismo mandato que les dio aquel día a sus discípulos: “Denles ustedes de comer”. Para quienes ya tienen la dicha de haber recibido y aceptado el mensaje, la Buena Nueva es la gracia, es el gozo de compartir el bien recibido. Así lo entendieron los discípulos, ya convertidos en apóstoles --enviados--, y fueron por todo el mundo, en obediencia al Señor, a darles de comer con la Palabra de Dios a cuantos encontraran por su camino. Pbro. José R. Ramírez Temas Religión Fe. Lee También Papa Francisco acude a la Basílica de San Pedro antes de que inicie Vigilia Pascual Fortalece tu espiritualidad con estas prácticas Refuerza C5 Escudo Jalisco vigilancia en 14 municipios por festividades religiosas Esto SUCEDE hoy Sábado de Gloria entre los católicos Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones