Suplementos | Las posadas están desdibujadas por la pachanga Quién compró el regalito Las posadas están desdibujadas por la pachanga, el comercio avasalla y las costumbres se deslavan Por: EL INFORMADOR 13 de diciembre de 2015 - 00:20 hs Tradiciones y promociones son responsables de que sean pocos los que se toman en serio este mes. ESPECIAL / GUADALAJARA, JALISCO (13/DIC/2015).- Nuestro politeísmo navideño ha alcanzado, desde hace ya unos años, extremos notables. Las escuelas primarias viven la época decembrina en el hervor de un debate perenne entre los niños: a unos, sus padres les han dicho que los regalos que esperan recibir se los llevará el Niñito Dios; a otros les aseguran, en cambio, que el responsable es Santa Claus y no faltan los rezagados a quienes les juren que todo es asunto de los Reyes Magos (me parece que esto sucede mayormente con quienes tienen ascendiente capitalino pero todo está ya tan mezclado que no es posible establecerlo con exactitud). La confusión salta por doquier porque, por si fuera poco, ha crecido de manera exponencial el número de padres agnósticos que de plano les confiesan a sus chamacos: “Los regalos te los damos nosotros” y se los llevan de la mano a un centro comercial para que elijan los suyos. Entretanto, los compañeritos de salón tienen que escribir cartitas y aguardar la benevolencia de los seres superiores e invisibles. Como para volverse loco, pues. Huelga decir que, salvo por la minoría de niños de familias prósperas y desprendidas, a quienes les dan presentes a nombre de cada uno de los anteriormente mencionados (y estos suelen ser muchachitos sobreprotegidos, chiqueados y respondones que piensan que el mundo está para servirlos), lo que consigue esta multiplicidad de tradiciones y marketing es que los niños comiencen a desarrollar serias dudas sobre lo que les cuentan sus mayores y terminen, luego de unir cabos y de recibir las revelaciones del resto de los compañeritos, por desenmascarar la pantomima decembrina mucho antes de lo sucedía en anteriores generaciones. Cada vez son más tempranas las anécdotas de ese descubrimiento y me parece que menos traumáticas. Algunos compañeros de mi generación ya bebían cuando sus padres les contaron el secreto de los regalos. Una amiga estaba por cumplir 15 años y rebuscando el vestido de su hermana la mayor dio con sus cartitas navideñas escondidas en el armario de su madre…. Mientras que hoy día es raro el pequeño que llega a la primaria sin sospechar. Pese a ello, y en cierta medida, vivimos la edad de oro de las navidades. Nunca, como ahora, tantos padres o tíos se preocuparon porque los niños tengan en su poder hasta el último soldadito espacial, superhéroe, mona o pony de la colección que ambicionan. Conozco mocosos de cinco años que ya tienen más muñequitos de Star Wars de los que mi amigo, el coleccionista, pudo reunir durante los primeros 15 años de hobby. Esto, en general, no sucede porque los niños actuales sean más exigentes que los de antaño sino porque hay una consciencia creciente de que hay que darles tantas cosas como se pueda, quizá para paliar el hecho de que a nosotros nos tocaron, en general, menos juguetes de los que habríamos querido. Vistas desde otro campo, el de los creyentes, todo es un desastre. Las posadas están desdibujadas por la pachanga, el comercio avasalla y las costumbres se deslavan. Esto me lo confirma una vecina, ya entrada en años, quien dice que cada Navidad mejor se va a su pueblo y se evita la pena de ver que a casi todos sus nietos les valen gorro los usos y costumbres del pasado. Total que, para algunos, vivimos el Apocalipsis. Y por ello me atrevo a levantar la pregunta de si este embrollo mental, imposible de dilucidar, entre santacloses, reyes, niños, padres, tradiciones y promociones no es responsable de que ya sean pocos los que se toman en serio lo que sucede en este mes. Empezando por los niños. Temas Tapatío Antonio Ortuño Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones