Martes, 30 de Abril 2024
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No se turbe su corazón

La ley es el verdadero camino del hombre, dado que es el camino de Dios

Por: EL INFORMADOR

Camino actual que recorrió Jesús llevando la cruz para ser crucificado. ESPECIAL /

Camino actual que recorrió Jesús llevando la cruz para ser crucificado. ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Hechos de los Apóstoles 2, 14. 36-41:

“Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo”.

SEGUNDA LECTURA
Primera Carta de San Pedro 2, 4-9:

“Dichosos ustedes los que han creído”.

EVANGELIO
San Juan 14, 1-12:

“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.

GUADALAJARA, JALISCO (14/MAY/2017).- Cristo ha terminado su ministerio público. Ya no son multitudes atentas a sus palabras, ni enfermos, ni afligidos en espera de la mano generosa y taumaturga. Antes, su mensaje era para iluminar a todos. Ahora es a puerta cerrada: Él y los 12. Para ellos es la invitación, y con ellos la última cena. Tiene un inicio desconcertante cuando Él, el Señor, el Maestro, ha decidido tomar el oficio de esclavo y a todos, empezando por Simón Pedro, les lava los pies. Es la grande lección: los discípulos deben servir, ser siervos de los siervos del Señor; deben imitar al Maestro hasta el extremo de dar la Vida por sus hermanos, si es preciso. El ambiente está pesado. Una ola de tristeza llena la sala de la cena. Es cena de despedida, y gran despedida. Hoy es jueves, y mañana viernes; de los trece allí reunidos morirán el que es Hijo de Dios y el que trae por dentro el demonio. “No se turbe su corazón por mi pasión, por mi muerte, por las defecciones entre ellos”, piensa sin duda el Señor.

La confianza, virtud cristiana, es un acto de la voluntad por el cual el creyente espera conseguir de Dios la salvación eterna y los medios necesarios para alcanzarla. También significa un abandono filial en las manos de Dios, porque Dios es un Padre que cuida de todos. “Da alimento a las aves del cielo, que ni siembran, ni riegan, ni tienen graneros, y viste a los lirios del campo”. El salmista canta: “Los que ponen su confianza en el Señor, estarán firmes como el Monte Sión” (Salmo 143). Y el profeta Jeremías dice: “Bendito el hombre que confía en el Señor, y el Señor es su confianza” (Jeremías 17, 6). Bien sabe el Maestro todas las tormentas que vendrán sobre esos débiles pescadores de hombres; quiere que cuenten con Él: “Cualquier cosa que pidan al Padre en mi nombre les será dada” (Juan 16, 27). Sin sombras, sin dudas, entonces la confianza en Cristo se funda en la palabra de Cristo. Frágiles y mudables como son los hombres, cuando de veras confíen no en sus propias fuerzas ni en la sabiduría de los humanos, sino en Dios, siempre llegará el auxilio divino. En los 20 siglos del caminar de la Iglesia, pueblo peregrino, grandes santos han sido quienes han puesto su absoluta confianza sólo en Dios y no en los poderes de la tierra. Las palabras de Cristo en esa hora grave de despedida, son una prueba de amor y una invitación, última y solemne, a no temer, a tenerle confianza, a ir a Él siempre y con ansias, cuando agobia el peso de la propia cruz. Y en esta cena de despedida, porque se va, les ofrece su casa”.

Orgullosos, los judíos se gloriaban de que el templo de Jerusalén era la casa de Dios; pero el Señor les anuncia que la casa del Padre, el Reino definitivo, es la comunión perfecta con Dios; es no el final, sino la llegada, la culminación perfecta de la aventura humana. Quien vive de fe, vive de esperanza, y la esperanza cristiana tiene una frase plena: el cristiano que da su último latido, llega. Morir es llegar a la casa del Padre, y allá hay muchas habitaciones. Cristo, primogénito y cabeza de la humanidad redimida, ha de ‘subir’ -y así lo está diciendo- “a prepararles un lugar, para que donde yo esté, estén también ustedes”. El hijo de Dios, glorioso, resucitado, volverá al Padre, y hacia allá desea que con Él suban los suyos. Así, la clave del cristianismo es Cristo resucitado, para que todos los que con Él mueran, con Él resuciten y suban, por la misericordia y el poder de Cristo, a la vida eterna: Sin embargo, en esa pequeña sociedad no había de faltar un despistado, distraído o lento para entender: era Tomás. Entendió que el Señor se estaba despidiendo, entendió que se iba, pero ¿a dónde?, y preguntó: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Podemos saber el camino?”. La respuesta de Cristo es el más breve, conciso y fecundo plan para llegar a la más alta cumbre: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

José Rosario Ramírez M.

¿Qué es el camino?

El antiguo semita era nómada. Camino, vía y sendero desempeñaba en su existencia un papel esencial. Como la cosa más normal utiliza este mismo vocabulario para hablar de la vida moral y religiosa, y tal uso se mantuvo en la lengua hebrea.

El camino del éxodo es para ellos el ejemplo privilegiado, experimentan, como pueblo lo que es marchar con su Dios y entrar en su alianza. Dios mismo se pone al frente para abrir el camino, y su presencia se sensibiliza con la columna de nube o con la columna de fuego.

Las peregrinaciones en el pueblo judío contribuyen a grabar la noción de camino sagrado que conduce al reposo de Dios, se camina para llegar al lugar de Dios, para llegar a Dios.

Israel al llegar a la tierra prometida, no deja de caminar, por ellos se entiende que debe caminar por las vías del Señor, hay que caminar por la ley del Señor, a fin de mantenerse en su alianza y de avanzar hacia la luz, hacia la paz, hacia la vida. La ley es el verdadero camino del hombre, dado que es el camino de Dios.

La época Mesiánica es un nuevo éxodo, que esta vez conduce efectivamente hasta el reposo de Dios. Jesús nuevo Moisés es el guía, el acompañante, el que nos lleva. El anuncio de la pasión recuerda que hay que pasar primero por el Calvario; la entrada en la gloria no es posible sino por el camino de la cruz. Pero, a diferencia de los ritos antiguos, este sacrificio desemboca en el cielo mismo, y por el hecho mismo nos despeja el camino: por la sangre de Jesús tenemos ahora ya acceso al verdadero santuario; a través de su carne ha inaugurado Jesús para nosotros un camino nuevo y vivo.

En los inicios del cristianismo a esta nueva doctrina, se le llamaba “la vía”, de hecho se tiene conciencia de haber hallado el verdadero camino, que hasta entonces no se había manifestado, pero este camino no es una ley, sino una persona, Jesús. En él se hace su pascua y su éxodo; en él deben marchar, y hasta correr, siguiendo la vía del amor, pues en él todos tenemos acceso al Padre.

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