LA PALABRA DE DIOSPRIMERA LECTURA Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17:“Oraron por los que se habían convertido, para que recibieran el Espíritu Santo”.SEGUNDA LECTURA Primera carta de San Pedro 3, 15-18:“Mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal”.EVANGELIO San Juan 14, 15-21:“Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les enviará el Espíritu de verdad”.GUADALAJARA, JALISCO (21/MAY/2017).- En este sexto Domingo de Pascua, el Evangelio de San Juan, todavía en el capítulo XIV, continúa el tono de despedida del Señor Jesús a sus amigos, los más cercanos, los compañeros y testigos en los tres años de su vida pública. Ellos han sido los más ávidos de entender y aceptar la Buena Nueva del Reino, y los testigos muy cercanos de los muchos hechos milagrosos con los que el Maestro ha dado testimonia de que Él es el Mesías esperado. Pero es preciso que todo se cumpla, y ha llegado el momento del cumplimiento. Esta misma noche, noche de jueves será ya la separación. Después de esa cena, allí cerca, en el Monte de los Olivos, el Señor va a ser tomado prisionero, y el viernes ellos presenciarán, temblando de espanto y de dolor, el drama tremendo del Calvario. Seis veces lo había anunciado, y los discípulos no lo acababan de comprender ni creían que el fin estaba así de cercano. Su obra, su Reino, está ya en cumplimiento; es decir, la fidelidad de ellos, y la fidelidad ha de brotar del amor a Él. “Si me aman, cumplirán mis mandamientos” Toda la vida de Cristo es amor, desde el instante en que el Verbo de Dios se hizo hombre, hasta la solemne despedida en su gloriosa ascensión. El Evangelista San Juan lo dice en admirable síntesis: “Amó, se anonadó, se entregó”. Sus palabras, siempre ternura y misericordia; sus manos milagrosas para dar vida, siempre son amor. Y no hay amor más grande que el de quien da la vida por los que ama. Cristo trajo el fuego a la tierra, el fuego del amor. Hoy, 20 siglos después -entre los ruidos, las prisas, las confusiones de los hombres-, al Reino, a la Iglesia, se le debe entender como la Madre y Maestra donde se vive -o se debe vivir- como ley suprema, el amor a Dios y a los hermanos. San Agustín, viajero retardado, soltó una frase con punta de saeta: “Ama y haz lo que quieras”. Para ser un buen seguidor de Cristo, basta el amor. “Vivir la verdad en el amor”, era la bandera de otro convertido, San Pablo. Por eso, en esa noche de despedida con la última cena, el Maestro les revela a los 11 el arte de vivir, descubre para ellos el secreto de la vida: el amor. Lo esencial. entonces y ahora, por tanto, no es otra cosa sino esforzarse cada día en aprender a amar, en crecer en el amor. Allí está la alegría, allí la felicidad, allí la santidad, allí lo que da valor a la vida, y a la vida de cristiano.“Rogaré al padre y les enviará otro consolador”. Necesita consolación el que sufre. A los 11 y a todos los seguidores de Cristo en cualquier lugar, siglo y día, le llegarán las horas grises, los días cargados de penas, de sufrimientos. Quien se hace a la mar sabe que habrá de enfrentarse a los infaltables peligros y tormentas. La vida es una aventura,una navegación hacia puerto seguro. Para cuando venga la adversidad; cuando, desconcertados y deprimidos, se encuentren en estado de ansiedad, de angustia, de desaliento. Cristo les promete que para entonces le rogará al Padre y les enviará al Consolador. Llegará, descenderá sobre ellos el Espíritu Santo y entonces llenará sus mentes de sabiduría y sus voluntades de fortaleza, y a pesar de las persecuciones tendrán valor para desafiar los peligros extremos y virtud para superar las flaquezas internas. Cuando indecisos o vacilantes sientan el auxilio divino, podrán vencer, podrán decir como San Pablo: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Filipenses 4, 20). Ellos, esos 11, tienen la misión de ser testigos de Cristo resucitado en un mundo contrario a su mensaje y su manera de pensar, de hablar, de vivir, Deberán luchar y en el Consolador encontrarán la fuerza. La promesa fue para ellos y es también para el hombre de este siglo. En los peligros, en las flaquezas y necesidades, buscar con fe al gran consolador.José Rosario Ramírez M.¿Qué son los mandamientos?Escuchar de palabras de Jesús: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos”, nos debería llevar a la eterna preocupación de entender y vivir los mandamientos de Dios para expresar realmente nuestro amor.Lo primero que hemos de entender es que los mandamientos expresan la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven. La voluntad de Dios se presenta no como una fatalidad, sino como un llamamiento, un mandamiento; la ley agrupa el conjunto de las voluntades divinas claramente expresadas. La ley, sin embargo, tiene un aspecto estático, pues adopta la forma de institución. Hay que hacer un esfuerzo para descubrir a través de ella esta voluntad personal que a cada instante es un acontecimiento, suscita por parte del hombre una respuesta, inicia el diálogo.La voluntad de Dios es en primer lugar un acto que revela su beneplácito. Como tal no se identifica sencillamente con el designio de Dios, que la recapitula en un plan de conjunto, ni con su ley, que la traduce en forma práctica. Jesús se alimenta del cumplimiento de la voluntad de Dios, no busca otra cosa, pues hace todo lo que agrada a aquel que le ha enviado. Ahora bien, esta voluntad es que a todos los que vienen a él les dé la resurrección y la vida eterna. Si bien esta voluntad se presenta a él bajo la forma de un mandamiento, en ella ve él ante todo la señal de que el Padre le ama. La obediencia del Hijo es comunión de voluntad con el Padre.Desde que Jesús realizó la voluntad de Dios, nosotros los cristianos estamos seguros de ser escuchados en la oración, lo que nos lleva como auténticos discípulos a reconocer y practicar su voluntad.La oración misma no puede ser sino una oración según su voluntad, y la forma tan popular: “si Dios quiere” adquiere sentido al referirse al misterio de la voluntad de Dios, ya que, de que sirve conocer lo que quiere el Maestro, si no se lo quiere en la práctica, por lo mismo, la voluntad de Dios para con nosotros, es vida en santidad.