Domingo, 12 de Octubre 2025
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Los bautizados, con sus obras han de ser luz

El que ha sido iluminado, debe iluminar y ser factor activo de la evangelización

Por: EL INFORMADOR

En la Iglesia hay muchas personas, grupos e instituciones que viven entregados a luchar por la vida y dignidad de los pobres. ESPECIAL /

En la Iglesia hay muchas personas, grupos e instituciones que viven entregados a luchar por la vida y dignidad de los pobres. ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro de Isaías (58,7-10):

“Aquí estoy”.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (2,1-5):

“Que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”.

EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (5,13-16):

“Vosotros sois la sal de la tierra”.

GUADALAJARA, JALISCO (05/FEB/2017).- Hasta hace pocos años, al recién bautizado se le ponía un poco de sal en la boca, y el ministro que administraba este sacramento de la iniciación le decía que el buen sabor en la vida, que es Cristo, ya estaba con él, y que él tenía que ser también sal para los demás: sal y luz.

En la urgencia del momento que el mundo vive —absortos muchos en los negocios temporales, obsesionados por la seducción del poder de las cosas materiales, y de un desmedido afán de placeres—, es cuando más se necesita responder con lucidez. Es decir, con luz, con la del Evangelio, con la luz que es Cristo, a los reclamos de las multitudes siempre hambrientas de algo más que los ineficaces satisfactores que les ofrece el mundo.

El que ha sido iluminado, debe iluminar y ser factor activo de la evangelización, ya no como la iniciaron los 12 en el siglo, sino como agentes, heraldos de este siglo.

Quien de veras, de corazón desea ser luz para los demás, es quien ha entendido la trascendencia del testimonio cristiano como exigencia permanente y eficaz, y pone en obra su fe con una vida que sea luz, no por vanidad, no por ostentación al estilo de los fariseos, sino como un medio para expresar su anhelo de atraer a otros a buscar a Cristo y a vivir el Evangelio.

Ya que es competencia de la Iglesia irradiar la luz de Cristo, todos los miembros, los bautizados, con sus obras han de ser luz. “El tiempo está cumplido y se acercó el reino de Dios, que comienza a manifestarse como luz delante de los hombres, por la palabra, por las obras y por la presencia de Cristo”. Así se expresaron los obispos reunidos en el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium No.5).

Como pueblo de Dios, la Iglesia, con sus obras, con el ejemplo, tiene como fin dilatar el reino en extensión; y más todavía, hacia lo interno, el crecimiento en la fe y en la caridad.

El testimonio es la gran fuerza, el gran recurso para la evangelización, y “sobre todos los discípulos de Cristo pesa la obligación de propagar la fe según su propia condición de vida” afirma el Concilio Vaticano II, porque erróneamente han opinado el deber solo recae en los obispos, los sacerdotes, los religiosos y las religiosas.

Añade: “A los laicos pertenece por propia vocación buscar el remo de Dios, tratando y ordenando según Dios los asuntos temporales viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones del mundo, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su existencia está entretejida. Allí́están llamados por Dios a cumplir su propio cometido”. Es decir, a ser con su vida la luz que ilumine a otros laicos en similares circunstancias a vivir según el Evangelio.

José Rosario Ramírez M.

Luchar por la vida y la dignidad de los pobres

No hace falta ser experto en economía mundial para saber que, cada año que pasa, hay más pobres que son cada vez más pobres. Es decir, la economía mundial está hoy organizada por las naciones progresistas de tal manera que, se producen muchas muertes. Jamás ha habido una guerra que se haya acercado, ni de lejos, a tal crueldad.

Las preguntas que nos podemos hacer son graves; ¿puede tener futuro un mundo así?, ¿puede vivir tranquila la Iglesia de Jesús en medio de una “organización” mundial que produce tanta muerte y tanto sufrimiento? Si la Iglesia dice que representa en el mundo a Jesús y su evangelio, ¿cómo tiene que reaccionar?, ¿qué tiene que hacer?, ¿qué está haciendo?

En la Iglesia ha habido y hay muchas personas, grupos e instituciones que viven entregados a luchar por la vida y dignidad de los pobres; nunca les agradeceremos lo suficiente el testimonio que nos dan a todos. En la Iglesia hay un magisterio social valiente y progresista, que defiende los derechos y la dignidad de los pobres, reclama reformas profundas y audaces, y denuncia los atropellos contra los países más débiles e indefensos.

Todo esto es así y, sin embargo, no podemos vivir con la conciencia tranquila. Los pobres fueron para Jesús los preferidos, los más importantes, los primeros, ¿qué son para nosotros hoy? ¿Influyen algo en nuestra manera de entender a Dios, de interpretar el Evangelio, de configurar nuestra vida cristiana? Todos los domingos, millones de cristianos se reúnen en el mundo entero para celebrar la cena del Señor, ¿por qué esa eucaristía no desencadena una solidaridad más audaz hacia el mundo pobre?

Sería un error olvidar la grave advertencia de Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente” ¿Nos puede suceder hoy algo de esto?

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