Suplementos | Regina Spektor ha logrado poner su sello personal a la música que hace, con letras de canciones que apenas y pone en papel La vida en shuffle: Una reina anti folk A Spektor la han comparado con Tori Amos, pero ácida, con Bjôrk, pero menos etérea, con Fiona Apple, pero más ruda. Por: EL INFORMADOR 13 de junio de 2008 - 17:20 hs Por: Eduardo Castañeda H. En una escena, Regina Spektor aparece radiante. Es de mañana y viene de desvelarse la noche entera para grabar el video de la canción faro de su nuevo álbum. Sus ojos azules y la sonrisa que ilumina su cara la hacen ver más extravagante. Café en Nueva York. Exterior. En otra escena, recargada en un poste, con la misma sonrisa extravagante, pide que le tomen una foto, pues se acaba de encontrar con un afiche de promoción de Begin to hope, su cuarto disco. Mira alrededor y hay más pósters. Es genuina su sorpresa, su “no lo puedo creer, yo en las calles de mi ciudad”. Le dirá a sus amigos que vayan a verla multiplicada. Es Greenwich Village, al sur de la isla de Manhattan, y es 2006, cuando salió su álbum más reciente. El punto de aceleración en la vida de esta moscovita nacida en 1980 llegó casi 20 años después de comenzar a tocar el piano, después de pasar por Australia e Inglaterra en 1989, tras salir de su país natal al lado de su familia gracias a la Perestroika, para instalarse en el Bronx, un barrio duro de clase trabajadora, de Nueva York. Para 2002, Regina Spektor, catalogada dentro de la corriente anti folk y estrella del circuito de bares que promueven a artistas de este tipo en Nueva York, ya tenía dos discos 11:11 y Songs. Fue poco después que conoció al productor de The Strokes, Gordon Raphael, cuando lo que si bien ya consideraba una forma de vida, dio un giro. Escribir canciones y componer música, cantar como lo hacía recibía el reconocimiento no sólo de algunos fans, sino que había interesado a una de las personas que lideraba lo que es importante en el rock de nuestros días. “Venía de grabar a una treintena de grupos en Londres durante el año. Estaba en Nueva York después de las fiestas navideñas”, ha narrado Raphael a The New York Times. Cuenta que no tenía intenciones de alterar sus días libres con citas para un proyecto musical más, pero aceptó ver a Spektor. “Le dije hola y ella sonrió. ‘¿Qué sabes hacer?’, le pregunté, y se sentó al piano. Con una mano tomó una bataca para tocarla con una silla, y con la otra acometía el piano cantando Poor little rich boy, a la vez que mantenía una gran sonrisa. Me dije: ‘esto es espectacular, hay que hacer un disco. Y comenzamos a grabarlo en ese momento”, recuerda el productor. Soviet kitsch se terminó de crear en Londres. Era su tercer álbum. Meses después la joven se fue de gira con los Strokes. A Spektor la han comparado con Tori Amos, pero ácida, con Bjôrk, pero menos etérea, con Fiona Apple, pero más ruda. Con una formación de piano clásica, adoradora de los Beatles desde que era pequeña, cuando sus papá conseguía discos en el mercado negro en la entonces URSS, luego admiradora de Radiohead desde la adolescencia, asegura que trata de no crear un estilo propio. Sin embargo, Regina Spektor ha logrado poner su sello personal a la música que hace, con letras de canciones que apenas y pone en papel, que tratan de personajes inventados por ella, de historias que se apropia de la gente de la calle; acompañadas con una interpretación vocal que lo mismo es jazzeada, que rockera, que operística, que dulce o desgarrada; y una composición musical que suena a todo y en su punto. De sonidos crudos, donde el piano y su voz prevalecían, como en sus primeros discos, ha ido virando a la integración del universo sonoro electrónico. Spektor también suena a ochentas renovados. Suena a cabaret posmoderno. Amante de incluir referencias literarias en sus canciones, como F. Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway en Poor little rich boy, El Principito, en Baobabs, Virginia Woolf y Margaret Atwood en Paris, Ezra Pound en Pound of flesh, Boris Pasternak en Après moi, y Edipo, en la canción Oedipus, Spektor tiene una sólida formación cultural. En una entrevista con la revista cultural Pop Matters, Regina señala: “No entiendo completamente la fascinación que tiene la gente por saber ‘lo real’ de ti después de escuchar tus canciones. La gente siempre quiere saber cuál parte de la canción sucedió de verdad, quiere saber cierto tipo de ‘verdad’. Por alguna razón la gente puede ver al mismo actor en 17 películas, con 17 colores de pelo diferentes, cambiando la voz, el acento, siendo malo o víctima y lo lleva bien. Entiende que es sólo una película, entiende que es arte, pero con la música la gente lo olvida. La música, de alguna manera, es vida”. Temas Tapatío Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones