La familia, célula primera y vital de la sociedad

GUADALAJARA, JALISCO (28/DIC/2014).- El magisterio de la iglesia, desde los primeros siglos, siempre ha enseñado y ha insistido en la importancia y la trascendencia de la familia, porque es la primera escuela; y en ella los mejores alumnos, en los años evolutivos, estarán dispuestos, aptos ya por la edad, para aceptar y después vivir esas primeras enseñanzas, muchas de ellas inseparables, en las demás etapas de la vida.

En el seno de la familia es donde se descubren los valores que han de ser los cimientos en la vida toda de los seres humanos; allí todo es pequeño, como pequeños son los niños, y van apareciendo las primeras enseñanzas. Así los padres son maestros, son fortaleza y sostén para los niños en su etapa de aprender y entenderlo todo, de allí sus continuas preguntas y perpetuo asombro y luego ¿y a quiénes acudir en pos de ayuda en sus necesidades y angustias?

Las actitudes son enseñanzas; las palabras son sabiduría, los ejemplos son el definitivo estilo para ser, para obrar, para vivir.

En esta sociedad la más pequeña, la que es natural no hay más que una ley; vivir el amor. Cuando es el amor la fuerza inspiradora, brotan luego las otras virtudes: la comprensión, la obediencia, la responsabilidad, la sinceridad, la solidaridad en expresiones de ayuda mutua, el perdón, siempre necesario; y de parte de los padres, la oportuna y discreta vigilancia.

La familia, lo mismo que la sociedad actual, se encuentra sometida a un serio proceso de mutación. En esa sociedad es básico el amor a los demás: del esposo a la esposa, de la esposa al esposo, de ambos a los hijos, de los hijos a los padres, amor desbordado a los cercanos a los lejanos… a todos.

Una buena familia es el mayor tesoro, es la respuesta grande y generosa al llamado de Dios.

El amor verdadero no muere nunca. Don Miguel de Cervantes Saavedra en una redondilla dice mucho en pocas palabras:

El amor es infinito,
Si se funda en ser honesto;
Y aquel que se acaba presto
No es amor, sino apetito.

Ante la crisis de la sociedad actual el camino es orar y luchar por la solidez y más aún, por la santidad de las familias en que se cultive la vivencia de la espiritualidad familiar, la calidad de las relaciones en el interior de la familia, la dignidad de la mujer, la procreación responsable, la educación y el respeto hacia los hijos y el compromiso social.

José Rosario Ramirez M.

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

“El que teme al Señor honra a sus padres”.

EVANGELIO:

San Lucas 2, 22-40

“El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría”.

SEGUNDA LECTURA:

San Pablo a los Colosenses 3, 12-21

“La palabra de Cristo habite entre ustedes en toda su riqueza; enséñense unos a otros con toda sabiduría; corríjanse mutuamente”.

EL AMOR GENUINO
El amor que construye el matrimonio es el amor de donación, un amor que comporta darse y acoger al otro. Este amor es totalmente distinto del amor posesivo, que es un amor egoísta y perverso, porque quiere al otro exclusivamente por la satisfacción que proporciona. El ser humano debe ser querido por sí mismo y se rebela a ser convertido en un objeto; por eso, el amor posesivo no puede durar, porque no es amor genuino y termina siempre en conflicto y en ruptura.
El modelo por excelencia de matrimonio lo encontramos en José y María, quienes vivieron a plenitud el amor genuino, es decir, el amor conforme al plan de Dios para el matrimonio.
En este domingo en el que la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia, nos honramos en compartir con nuestros estimados lectores el siguiente soneto:


SAGRADA FAMILIA
Francisco Javier Cruz Luna

Te plugo, Señor, en tu sabiduría,
que Jesús naciera en la plenitud
de los tiempos, y con gran alegría,
en una familia, ¡oh excelsitud!

Siendo Dios, nació Dios, ¡gloria!
Siendo Hombre, nació Hombre, ¡amén!
Y así, Él entró en la historia,
en el paupérrimo portal de Belén.

Vino a ser la “Sagrada Familia”
el modelo más idóneo de vida;
y a ella tu amor nos afilia.

 por su esencia nos fue prometida
la Gracia espiritual que nos auxilia
a alcanzar la santidad querida.