LA PALABRA DE DIOSPRIMERA LECTURA Primer Libro de los Reyes 3, 5-13:“Te pido me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”.SEGUNDA LECTURA San Pablo a los Romanos 8, 28-30:“A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica”.EVANGELIO San Mateo 13, 44-52:“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo”.GUADALAJARA, JALISCO (30/JUL/2017).- El verdadero tesoro es Cristo, y Cristo es la luz, el camino, la verdad, el amor, la alegría, la vida. Todo eso para quien lo busque tenazmente y lo encuentre. El Señor Jesús, Maestro por excelencia, ha dejado la más alta doctrina, el mensaje de la salvación, en sencillas parábolas, tan claras que pueden ser entendidas y aceptado el mensaje de Dios, que es un misterio. En este domingo décimo séptimo ordinario el evangelista San Marcos presenta dos parábolas más, con las que el Divino Maestro expone el misterio del Reino. En ambas es uno el tema, el mismo empeño y el mismo feliz final. Así van en síntesis: un buscador de tesoros constante, insistente, que por fin encuentra un tesoro; un comprador de perlas, al encontrar una bellísima perla, vende cuanto tiene y compra esa perla. En los dos protagonistas están en juego los tres momentos de toda actividad humana: pensar, querer y actuar. Así en las actividades cotidianas —aún en las triviales y hasta en las pecaminosas—. Primero va el pensamiento, al que sigue el deseo, y, sí es posible, la acción.La iniciativa en este misterio viene siempre de Dios. Él es el primero en buscar, para ser buscado; Él es quien pone en el corazón del hombre ese desasosiego, esa inquietud, ese vacío existencial. y luego se hace presente. Cuando Cristo entró en Jericó, un hombre, un publicano tramposo y rico, se subió a un árbol para ver a Jesús, que pasaba rodeado por una multitud.Encontró a Cristo porque la gracia divina le había llegado, ya traía dentro de sí la inquietud por conocerlo. Tal inquietud que, aunque era hombre importante, no le dio vergüenza subirse al árbol. Y su premio fue cuando el Señor le dijo: “Zaqueo —lo llamó por su nombre—, baja pronto porque quiero que me recibas en tu casa”. Tanta fue su alegría, que dio la mitad de sus bienes a los pobres.Cuando encuentran a Cristo, los lobos se vuelven corderos. Saulo de Tarso —fariseo fanático— era un lobo feroz. Con soldados y caballos iba a Damasco para llenar las cárceles con cristianos, por los que sentía un odio feroz. Su dureza se ablandó, como la cera al fuego. Su odio se tomó amor, y su dureza, docilidad, obediencia. El amor a Cristo lo llevó a una aventura de aventuras en más de 30 años, de sólo hablar de Cristo en un continente y en otro, entre amigos y entre enemigos, soportando azotes, padeciendo toda clase de sufrimientos.“Ya sólo espero la muerte” Así decía un hombre entrado en años. aunque no viejo aún. Así se lamentaba porque había perdido a su hijo en un accidente automovilístico. El muchacho era su ilusión, su esperanza. El padre contemplaba a su hijo dotado de gracia, de ingenio, de talento, y era para él lo que le daba sentido a su trabajo, a su vida. Pero lo perdió y ya no deseaba vivir. Un día un amigo lo invitó a cenar. Después de varias ocasiones en que lo dejó plantado, por fin aceptó la invitación. La cena comenzó con la misma frase triste, mas ya Dios estaba entre ellos. De Dios le habló el amigo. Le fue abriendo los ojos a la luz. Le recordó que en Dios estamos, nos movemos y somos. Que aún en los que llamamos males, se puede entrever la bondad de Dios.El padre no podía aceptar que le hubiera sido arrebatado su hijo cuando el muchacho estaba en plenitud. El amigo fue llevando el tema hasta despertar en su invitado el deseo de buscar a Jesús en medio de su tristeza. Como regalo en esa cena puso en manos de aquel afligido padre el libro del consuelo, “Los santos evangelios”, y lo inició en la lectura y en la meditación. El padre apesadumbrado aceptó la voluntad de Dios, que es misterio como todo lo que a Dios se refiere, como misterio fue la vida y misterio fue la muerte de su hijo. Y encontró a Cristo, de quien siempre había vivido alejado. Su tristeza se desvaneció en una paz interior que antes nunca había experimentado. Ya no deseaba morir, ahora ya amaba la vida, lo iluminaba una nueva luz.José Rosario Ramírez M.¿Y tú qué pedirías?En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: “Salomón, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”.Cuántas veces, quizás, hemos soñado tener una oportunidad como ésta, que nos dieran carta abierta para pedir, en un primer momento puede ser una lista interminable que añoramos realizables.Pues esta situación se le presentó al rey Salomón y tomó la mejor de las decisiones, pero esto sólo lo pudo lograr después de un excelente discernimiento: Primero, reconoció lo que ya Dios había hecho en su vida y familia. Segundo, fue capaz de descubrir cuan misericordioso era con él. Tercero, reconoce sus límites y temores. Cuarto, y de suma importancia, sabe cuál es su misión, que se le ha encomendado, sabe cuál es su rol en medio del pueblo al cual pertenece.Todo esto lo lleva a tomar una decisión, y pedir una sola cosa: Sabiduría, para gobernar y distinguir entre el bien y el mal.Pero, ¿qué es en sí lo que pidió y se le otorgó a Salomón? ¿Qué es la sabiduría y por qué no la añoramos?La sabiduría es el arte de bien vivir, el sabio debe mantener una constante curiosidad por las cosas en su integralidad, debe ser capaz de admirarlas, y su fe le enseña a ver en ellas la mano de Dios.El sabio se preocupa ante todo por saber cómo conducir su vida para obtener la verdadera felicidad. El sabio por excelencia es el experto en el arte de bien vivir, es un gran observador, pero no se limita a solo eso, sino que actúa y genera la acción de los demás.Sabe recurrir con humildad y necesidad al consejo y experiencia de los demás. Habiendo adquirido la sabiduría a costa de rudos esfuerzos, nada desea tanto como transmitirla a los otros, e invita con ánimo, deseando la sabiduría para todos.La sabiduría no es una excelente memoria, ni un cumulo de riquezas, es el tan perdido arte de bien vivir y buscar la felicidad, es saber cuán grande sigue siendo Dios en nuestras vidas, sin olvidar con ello que seguimos teniendo limitaciones y temores, pero cumpliendo con responsabilidad lo que somos y debemos hacer.