Domingo, 22 de Junio 2025
Suplementos | El Evangelio nos dice: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él, tenga vida eterna”

La Palabra del Domingo: “Tanto amó Dios al mundo”

En este cuarto domingo de Cuaresma, la liturgia de la Eucaristía nos llama a una reflexión profunda y alentadora para nuestro mundo tan lleno de sufrimientos e infidelidades

Por: EL INFORMADOR

Domingo 22 de Marzo de 2009
4o. Domingo de Cuaresma “B”

     En este cuarto domingo de Cuaresma, la liturgia de la Eucaristía nos llama a una reflexión profunda y alentadora para nuestro mundo tan lleno de sufrimientos e infidelidades. El Evangelio nos dice: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él, tenga vida eterna”.
     Al crear al hombre y a la mujer, Dios les había dado una especial participación de la vida divina, en un estado de santidad y justicia. En ese proyecto de Dios, el hombre no habría de sufrir ni morir. Pero el hombre, tentado por el diablo, dejó apagarse en su corazón la confianza hacia su Creador y, desobedeciéndolo, quiso ser como Dios. Así Adán y Eva perdieron inmediatamente, para sí y todos sus descendientes, la gracia de la santidad y de la justicia originales.
     Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana se halla herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento. Pero Dios no ha abandonado al hombre al poder de la muerte. Predijo desde el paraíso, que el mal sería vencido y el hombre sería levantado de su caída por el Mesías redentor. La promesa de Dios se ha cumplido. “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”.
     Cristo, el Hijo de Dios, es el Camino, la Verdad y la Vida que nos guía con su Iglesia por caminos de justicia y felicidad. Nos libera del pecado y de la muerte, y nos responsabiliza de responder al amor de Dios en la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios.
     Muchas veces nos quedamos angustiados, contemplando los males espirituales y morales, ecológicos y políticos, etc., que nos aquejan. Pensamos que el mundo ya no tiene remedio. ¡Ánimo! Todos los seres humanos tenemos la responsabilidad de trabajar para el bien común. Y los cristianos debemos intervenir en esa tarea con espíritu apostólico, como testigos auténticos del Evangelio, movidos por el amor a Dios y al prójimo, edificando la justicia, la fraternidad y la paz, con preferencia a favor de los pobres.
     Es bueno que la Cuaresma nos sitúe en el amor infinito que Dios nos tiene, porque solamente seguiremos nuestra conversión hacia la Pascua de Resurrección, si nos mueve un gran amor. Sólo falta que con amor demos a Dios las respuestas de una fe que se vive y se propaga con la palabra y con acciones de amor y servicio al prójimo. La Cruz de Cristo es la muestra gloriosa de su amor al hombre. Lo entiende el que contempla a Jesús crucificado.
Amiga, amigo: En esta Cuaresma, busquemos espacios de oración personal y con la familia, para estar unidos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo en nuestro caminar hacia la felicidad de la vida eterna con Dios.

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