Suplementos | Dinámica pastoral UNIVA Jesús, la alegría eterna Jesús, el Hijo de Dios, ha venido a convivir. Su presencia no despertó ni temor ni desconfianza Por: EL INFORMADOR 16 de enero de 2016 - 23:51 hs Cristo es el motivo de una alianza impregnada de alegría. ESPECIAL / LA PALABRA DE DIOS Primera lectura Lectura del Libro de Isaías (62,1-5): “Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria”. Segunda lectura Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (12,4-11): “Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor”. Evangelio Lectura del Santo Evangelio según San Juan (2,1-11): “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora”. II DOMINGO TIEMPO ORDINARIO GUADALAJARA, JALISCO (17/ENE/2016).- Las cuatro semanas del adviento fueron un camino hacia el portal de Belén. Tres semanas de absorta contemplación ante el misterio del Verbo de Dios hecho hombre, hecho niño en los brazos de su madre y manifestado a los judíos y luego a los gentiles con una estrella. Ése fue el principio de su vida adulta. Treinta años después, el inicio de la vida pública de Jesús que desciende a recibir el Bautismo en las aguas del Río Jordán, y ahora siguen los tres años de la predicación y la fundación del Nuevo Reino. Jesús es invitado a una boda de sencillos campesinos de una aldea de Caná, allí cerca, también de Galilea como su pueblo Nazaret. Con Él han ido sus 12 discípulos y también invitada y comprometida a ayudar allí está María, su Madre. Todo hubiera salido bien, pero un grave descuido de los organizadores ocasionó que no sólo fuera bien, sino excelente, porque por ese descuido Cristo se manifestó al registrarse un hecho prodigioso, un milagro, el primero de los muchos conque reveló su divinidad y su amor. Jesús, el Hijo de Dios, ha venido a convivir. Su presencia no despertó ni temor ni desconfianza. Allí está en esa boda con los que comen y beben, porque eso es parte de la vida de los hombres y por ellos y para ellos ha tomado la naturaleza de los hombres. La presencia de Cristo en esa boda santifica el contrato de un hombre y una mujer, para hacer de los dos uno solo, y mediante esa gracia, sacramento, hacer del matrimonio un camino de santidad. Es una alianza a la que acuden libremente un varón y una mujer —esto primero y muy claro en estos tiempos de extrañas novedades—, para toda la vida y por esto para la debida preparación por las dolorosas desgracias de los divorcios; ordenado al bien común, porque mutuamente se complementan y se necesitan; y a la doble misión de continuarse en los hijos, el engendrarlos y proyectarse en ellos al educarlos. La presencia generosa de Cristo en esa boda fue de dos milagros: el agua convertida en vino, y el amor humano entre varón y mujer convertido en amor sagrado. Jesús, la alegría eterna Las lecturas propuestas en la liturgia de esta semana nos dan tres imágenes vitales y comunes en nuestra vida cotidiana: vino (signo de alegría), matrimonio (representa la antigua alianza) y los diversos dones que existen en la Iglesia. El profeta Isaías relata cómo la ciudad santa escucha decir: Dios te tomará por esposa. La bienamada fue abandonada tiempo atrás, pero ahora Dios la recibe como propiedad suya, es decir, la santifica y la consagra para sí. El profeta inicia este mensaje con una expresión “por amor a ti, Sión, no me quedaré callado…” las decisiones de Dios, de ungir a su profeta y poner centinelas, que protejan a Jerusalén, expresan su deseo de bendecir con prontitud a su pueblo. La imagen del matrimonio, usada por el escritor, acentúa el aspecto de la alegría que produce este encuentro de Dios con Israel. Dios pone un nombre nuevo a la ciudad que convertirá en una hermosa corona real en su mano, símbolo de honor, poder y autoridad. No hay que perder de vista que este honor, poder y autoridad lo alcanza Sión sólo cuando se encuentra en las manos del Padre, cuando se aparta de Él lo que se alcanza es el fracaso. En esta lectura se prefigura a la Iglesia como Esposa por la que Cristo dio la vida. La Iglesia está llamada a ser madre de todos los bautizados, y a cuidarlos y alimentarlos para la gloria del Padre. Cada uno de los bautizados ha de sentirse envuelto en esta realidad para vivir en plenitud su filiación con Dios y con la Iglesia. Por ello que Pablo a la comunidad de Corintio escriba que los que Dios da tienen como fin el servicio a la Iglesia. La diversidad de carismas no debe nunca suscitar la división, al contrario, son dados en vistas a la unidad. Una comunidad en la que los carismas son valorados y promovidos es una comunidad dinámica. La lectura evangélica presenta un célebre relato, de donde se desprende dos ideas vitales: las nuevas bodas, en las que el Señor se hace presente y la intervención oportuna de la Madre de Jesús. Existe una riqueza teológica, cargada de simbolismos del Antiguo Testamento, se hace notar que Jesús trae el vino nuevo (signo de la alegría), el mejor, que le quita lo insípido a la religión de la ley. La antigua alianza (representada en la boda) se quedó sin el motivo de alegría; de unas tinajas de piedra (alusión a la ley de piedra), Jesús saca el vino mejor. Nótese que no elimina las tinajas, sino que de ellas extrae lo nuevo. Cristo es el motivo de una alianza impregnada de alegría. Por otro lado, la intervención de la Madre es más que oportuna. En ello capta Jesús el momento que el Padre ha decidido iniciar la revelación pública. Es la fina sensibilidad de la Madre, para percibir las necesidades humanas, la que provoca el milagro. Dejemos que nuestras acciones sean impregnadas del vino de la alegría eterna, Jesús. José Rosario Ramírez M. Temas Fe. Lee También Evangelio de hoy: El justo vivirá por su fe Evangelio de hoy: El inmenso abismo Evangelio de hoy: La lógica del mundo y la lógica del Reino Evangelio de hoy: Alegría, signo de perseverancia y misericordia Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones