Suplementos | Él es el camino; verlo primero, seguirlo luego, es la salvación Jesucristo anuncia su papel en la salvación Él es el camino; verlo primero, seguirlo luego, es la salvación Por: EL INFORMADOR 21 de marzo de 2015 - 23:08 hs Fragmento de 'Cristo de San Juan de la Cruz'. Salvador Dalí ESPECIAL / LA PALABRA DE DIOS PRIMERA LECTURA: Jeremías 31, 31-34 “Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados”. SEGUNDA LECTURA: Carta a los Hebreos 5, 7-9 “Él, a pesar de ser Hijo, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna”. EVANGELIO: San Juan 12, 20-33 “Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”. GUADALAJARA, JALISCO (22/MAR/2015).- El cristianismo no es un sistema de verdades ni un conjunto de preceptos. El cristianismo es Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, dentro de la historia de la salvación sobrenatural de los hombres. Es la intervención salvífica de Dios que culmina en Cristo. El cristianismo histórico —la Iglesia— es, al mismo tiempo, comunidad de salvación y presencia viva entre los hombres del misterio de Cristo, su muerte, su resurrección. Es la presencia permanente y activa de Cristo en medio de su pueblo; es Dios vivo, Dios que habla a los hombres y les manifiesta sus planes de amor para que todos se salven. Toda la Biblia habla de Cristo. El Antiguo Testamento es la prehistoria de Cristo, Cristo profetizado, anunciado, prometido, simbolizado, prefigurado, esperado. Y el Nuevo Testamento es Cristo mismo, realización y cumplimiento de las promesas, de las profecías. Cristo es el contenido total. Cristo está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. En el Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma narra San Juan: "Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de la Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea y le pidieron: señor, quisiéramos ver a Jesús". Él es el camino; verlo primero, seguirlo luego, es la salvación, ha sido la salvación de muchos. La disposición interior de aceptar a Jesús es la conversión. La respuesta por parte del hombre —el de ahora, el del siglo XXI— ha de ser afirmativa para recibir el Reino en la conversión. Es el tema central de la Cuaresma. La conversión significa cambio; significa una actitud interior nueva, un nuevo estilo de vida. Esta página del Evangelio marca ya los últimos días de Jesús. Pero su glorificación también es morir: De su muerte nació la vida para todos los hombres. El poeta fray Asinello, en su Romancero de la Vía Dolorosa, canta así en la última estación del Viacrucis: “El cuerpo de Jesús es depositado en el sepulcro”: Niña que llevas al pecho Siete puñales clavados, Madre que vas a sembrar A Dios bajo los granados: Ya vienen los sembradores Con la semilla, llorando; Ya traen el cuerpo de Cristo Blanco sobre el lino blanco. Ven y deshoja la última Flor de tu boca en sus labios, Y deja que lo sembremos En este surco de llanto. Quién sabe si ya mañana Cosechemos el milagro De que retoñen los dulces Latidos de su costado. Madrecita que sembraste A Dios bajo los granados: Sobre el surco de tus lágrimas Han florecido los cánticos. Mañana, cuando el lucero Del alba bese tus párpados, La tierra dará su fruto Inmortal y perfumado José Rosario Ramírez M. Atraeré a todos hacia mí Es una de las creaciones de Salvador Dalí más prestigiadas dado al manejo de la técnica de la perspectiva. Pertenece a la etapa Mística-Clásica del pintor que empieza a finales de los años cuarenta. Esta pintura es un óleo sobre lienzo hecho en 1951. La obra está influenciada por varios artistas, San Juan de la Cruz elaboró un dibujo a pluma de Cristo muerto en la Cruz. El Cristo se aprecia desde un ángulo de 45 grados del lado izquierdo. Salvador Dalí al verla se quedó admirado por la dificultad de la técnica del trozo del papel dibujado y especialmente porque el Cristo se aprecia desde una perspectiva violenta, de la cual no se está acostumbrado a ver. La obra está formada de dos partes. En la parte superior se encuentra a un Cristo en la cruz que se muestra fuerte y joven. A diferencia de otras obras de la crucifixión de Cristo, en la pintura de Dalí no se alcanza a percibir clavos, ni corona de espinas, ni heridas ni llagas o algún síntoma de tormento. El letrero INRI, comúnmente encontrado en las crucifixiones, se sustituye por una hoja de papel. Esto simboliza la eternidad de Jesús. Se observa la luz que ilumina a Cristo desde su hombro izquierdo, dando la alusión de que Dios lo está observando. El Cristo está suspendido sobre la segunda parte de la obra. En la parte inferior se muestra un paisaje compuesto de abundantes nubes sobre el océano, barcos y dos personas. Las nubes, pintadas en tonos místicos y misteriosos, sirven para resaltar la imagen de Cristo y provocar un efecto dramático en la persona que observa el cuadro. El paisaje de la parte inferior está inspirado en la bahía de Port Lligat, el lugar donde Salvador Dalí vivió. Es la vista que observaba desde su ventana en Cadaqués, el famoso pueblo de pescadores de Cataluña. Los pescadores están inspirados en una pintura llamada Campesinos delante de su casa de Le Nain y representan a Diego Velázquez y Francisco de Zubarán, ambos pintores del siglo XVII. El pescador de la izquierda está inspirado en los personajes de "La rendición de Breda" por Velázquez. Esta imagen de los pescadores, hace mención a las escrituras cuando Jesucristo hablaba sobre los pescadores de hombres. Actualmente es la obra de Salvador Dalí que proyecta la belleza metafísica del Cristo-Dios. “Mi principal preocupación era pintar un Cristo bello como el mismo Dios que Él encarna”. Salvador Dalí La necesidad de discernir Nada más anticristiano, que contradice el mensaje esencial de Cristo, que la suma de la soberbia y la mentira, es decir, ese amor por uno mismo, desaforado y desmedido, totalmente egoísta y egocéntrico, que suscita en la persona ese sentimiento y esa auto imagen de semi dios, aunado a una actitud de estar creando, suscitando, inventando mentira tras mentira para poderlos sostener: se miente y se engaña a sí mismo, a los demás y hasta se trata de engañar a Dios. Contrario a un sano amor a sí mismo, basado en una visión humilde y sencilla de la realidad humana, a los ojos de la fe, y fundamentado en la propia dignidad de hijos de Dios, creados a imagen y semejanza de Dios y redimidos (o comprados) con la sangre del verdadero Cordero de Dios, de acuerdo a lo que dice la Palabra de Dios: “Han sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo…” (1Pe 1, 18-19). Es por ello que para quien vive esta realidad, al escuchar la Palabra de Dios, ésta siempre le parecerá una locura, algo imposible o insufrible, una doctrina para gente de otra dimensión y hasta de otro planeta. Así, al escuchar de labios de Jesús, como el Evangelio de hoy nos lo narra, sus palabras acerca de que ‘Si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna’, - entendiendo ese amor como el amor desordenado a sí mismo, el egoísmo, y ese aborrecimiento, precisamente el rechazo a ese amor desordenado, egocéntrico- , no sólo no las acogen, sino que las rechazan, rechazando con ello la vida, las gracias y bendiciones que trae consigo el escucharlas y el ponerlas en práctica, y por ende viven en el error, en el mundo de las tinieblas y del mal. Dios nos ha dado a todos sus hijos, por medio de su Espíritu, y en el don de discernimiento, la capacidad de distinguir lo que es y viene de Él y lo que no. Usémoslo para distinguir lo que es vano, vacío, intrascendente, insustancial y ficticio, y así no dejarnos llevar por la vanidad que seguramente nos orillará a rechazar la doctrina de Jesús y consecuentemente a la misma persona de Él. En este tiempo de conversión que es la Cuaresma, revisemos nuestra propia vida y realidad y démonos cuenta de qué tan vanos somos, y a qué tenemos que renunciar, por amor a Jesús, quien nos amó primero, muriendo y resucitando por nosotros para ser salvos, para que nuestra vivencia de la Pascua, ya próxima, sea auténtica y plena, y el mismo Espíritu pueda operar en nosotros ese cambio que es la conversión, y así iniciar o bien continuar haciéndola crecer, esa vida nueva que Jesús vino a traernos y que basta nuestra decisión para recibirla. Francisco Javier Cruz Luna Morir para dar fruto Hoy quiero pensar en la vida y se me pide que hable de la muerte. La muerte está implícita en la vida. Esto no lo entendemos, ni queremos entenderlo, porque nadie quiere morir, y ni siquiera oír ni hablar de ello. No obstante es así; la muerte la llevamos adosada y en cada paso que damos, la vida misma nos acerca cada día, paso a paso, al final de nuestro camino por este mundo. Desde el momento en que nace el ser humano está viviendo su muerte en muchas y muy diferentes formas: Muertes fragmentarias, pequeñitas, si se quiere, muertes al fin, pero no estériles si queremos verlas desde el punto de vista en que el Señor Jesús nos las presenta. En este renglón de muertes chiquitas que vivimos todos los días podríamos anotar: rupturas, opciones, despedidas, fracasos, pérdidas, olvidos… y todo lo que nos hace probar fragmentariamente, aquello que sin duda conllevará lo definitivo de la muerte. De estas experiencias que en el presente vivimos anticipadamente, que son como ensayos, se nos dan enseñanzas en las cuales podemos aprender a vivir conscientemente y con plenitud, lo que será nuestro último momento. No obstante, todo lo que puede implicar renuncia y desprendimiento del propio yo, es una enseñanza que aviva la esperanza y nos llena de alegría, porque según la Palabra de Jesús, todos podemos dejar una huella de trascendencia si aceptamos morir, no como el que se destruye inútilmente, sino como la semilla que se duerme en el surco para dar más vida. Por eso dice el Señor Jesucristo: es preciso morir para poder dar fruto, y morir para dar más vida. Todos podemos dar de nosotros mismos lo que somos y lo que tenemos para que la Vida sea más vida. Oración Señor Jesús: hoy vivo en un presente que Tú me has regalado, y pienso en lo que me pides para que pueda dar fruto y continuar siendo parte de la vida que Tú mismo repartes por todo el Universo. Recuerdo insistentemente a tus santos mártires que no dudaron en ofrecerse como lámpara que se consume ante el altar y que siguen todavía comunicándonos la fe, que a ellos les animó a darse totalmente en ofrenda total. Te pido por su intercesión que me enseñes a dar y a darme para que siga dando fruto de esa vida que no acaba, de esa vida que unida a la tuya perdura para siempre. Amé María Belén Sánchez, fsp Temas Fe. Lee También Evangelio de hoy: El justo vivirá por su fe Evangelio de hoy: El inmenso abismo Evangelio de hoy: La lógica del mundo y la lógica del Reino Evangelio de hoy: Alegría, signo de perseverancia y misericordia Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones