Viernes, 26 de Julio 2024
Suplementos | Giorgio Napolitano le ha pedido al alcalde de Florencia que forme Gobierno

Italia, la ingobernable

Giorgio Napolitano le ha pedido al alcalde de Florencia, Matteo Renzi, que forme Gobierno, convirtiéndose en el cuarto primer ministro en menos de tres años y el tercero que no gana su puesto en las urnas

Por: EL INFORMADOR

Matteo Renzi, político italiano, fue alcalde de Florencia.  /

Matteo Renzi, político italiano, fue alcalde de Florencia. /

GUADALAJARA, JALISCO (23/FEB/2014).- Italia tiene todos los condimentos para un thriller político digno de Tom Clancy: intrigas, traiciones, amistades insospechadas, políticos que se mueven entre sombras, negociaciones inconfesables. Esta Italia, en una profunda crisis económica y política, navega entre el populismo de derecha de Silvio Berlusconi, la fría tecnocracia de Mario Monti, el antisistema del comediante Beppe Grillo y la debilidad crónica de la coalición que llevó al centro-izquierdista Enrico Letta a renunciar a la jefatura de Gobierno hace unos días.

En este escenario ha aparecido el joven Matteo Renzi. Sólo tiene 39 años, no tiene experiencia en la política a nivel nacional y luce más como un político de empuje que de experiencia. Con su promesa de “Fare, fare, fare” (hacer, hacer, hacer), Renzi critica a la clase política italiana por su falta de eficacia para sacar al país de la crisis económica en la que se encuentra desde 2009. No duda en dar pasos arriesgados y, según sus más cercanos, es un hombre arrastrado ciegamente por su “infinita ambición”. Renzi, quien esta semana ha recibido la invitación del presidente Giorgio Napolitano para formar Gobierno, es un hombre pragmático, poco identificado con el ala más izquierdista de su formación política, el Partido Democrático (PD). El PD es la manifestación moderna del viejo y poderoso Partido Comunista Italiano (PC), donde militaron personajes de tanta fuerza como Antonio Gramsci. La prensa internacional no duda en calificarlo como el “Tony Blair italiano”—por su idea reformista de la izquierda— (The Financial Times) o el “John F. Kennedy italiano” (Global Post).

Renzi y el complot


Sin embargo, Renzi aterriza en el Gobierno con todo menos las manos limpias. Tras dos meses como dirigente del PD, Renzi se dio cuenta de la debilidad de la coalición gubernamental montada por Letta y maquinó una rebelión interna en el partido. Algo parecido a lo que le sucedió a Margaret Thatcher en Inglaterra, con el pequeño detalle que Letta llevaba sólo un año al frente del Gobierno italiano y no 11 años como la “Dama de Hierro”. Así, el alcalde de Florencia, que había declarado semanas anteriores que “nunca pensaría en llegar al Gobierno con una maniobra así”, fue metiendo a Letta en un callejón sin salida, rompiendo sus cimientos al interior del PD y orillando a sus aliados a negociar directamente con él.

Debemos recordar que Enrico Letta se convierte en Primer Ministro en una coyuntura que provoca que Pierluigi Bersani no consiga los acuerdos necesarios para formar Gobierno. Tras la elección de febrero del año pasado, la polarización y división electoral provocó que el partido más votado en Italia fuera el PD con únicamente 29.5% de los votos. En segundo puesto llegó Silvio Berlusconi representando a su partido “El Pueblo de la Libertad” con 29.1%; en tercero, el humorista Beppe Grillo que obtuvo 25.5% de los votos y muy por detrás el entonces primer ministro, el tecnócrata y ex ministro de Economía, Mario Monti con 10.5%. Eso obligó a que Bersani, histórico líder de la izquierda italiana y que participó en gobiernos democráticos como el de Romano Prodi o de Massimo D´Alema, dimitiera al no poder formar Gobierno y rehusarse a pactar con un Berlusconi que veía en la coyuntura electoral una oportunidad para darle la vuelta a la justicia por los delitos de fraude de los que es acusado.

Sin embargo, un pragmático Enrico Letta no dudó en ir a refugiarse a los brazos de Berlusconi. Le ofreció un pacto para formar Gobierno, donde muchos colaboradores de Berlusconi, tanto del Pueblo de la Libertad como de Forza Italia, obtendrían posiciones ministeriales a cambio de su apoyo para formar una coalición de Gobierno. Así, tras los escándalos que han envuelto al propietario del AC Milán y de emporios mediático en Italia,  volvía a la política y como pieza clave de la estabilidad del Gobierno entrante. Incluso, Berlusconi se “vendía” en la opinión pública como un “salvador de la izquierda”, encajonada para elegir entre pactar con un antisistema como Beppe Grillo que nunca “dio su brazo a torcer” o buscar un “acuerdo de impunidad” con Berlusconi.
Esto provocó un primera cisma profundo en la izquierda italiana. Las viejas voces del partido advertían de los peligros de abrirle la puerta a Berlusconi. Sin embargo, no había de otra, Giorgio Napolitano cerró completamente la posibilidad de llamar a otras elecciones, pensando en el peligro que supondría un fortalecimiento mayor del Movimiento de 5 Estrellas de Grillo.
Sin embargo, tras algunos meses de problemática coalición, Letta no soportó las presiones de un lado y del otro en el caso del desafuero y posterior juicio de inhabilitación para Berlusconi. Ante esto, Letta rompió la coalición con Berlusconi, traicionándolo como el magnate declaró, y se alió con Angelino Alfano, un muy cercano colaborador de Berlusconi y Ministro del Interior con Letta (la cuota más alta entregada a Berlusconi), para tener los votos necesarios y, con esto, mantener el Gobierno. Así, el partido de Berlusconi el Pueblo de la Libertad sufría su más grande escisión desde las disputas con la derecha regionalista de la Liga del Norte cuando era primer ministro, dando paso a la formación del llamado “Nuevo Centroderecha” con Alfano como su líder.

El movimiento de Letta hizo que Berlusconi volviera a sentirse vulnerable y que el procedimiento judicial en su contra siguiera. Por unos momentos, parecía que Italia se quitaba la sombra apabullante del “berlusconismo”, que ha dominado la política italiana tras los años de Romano Prodi. Al sacarlo del Gobierno, Letta se convertía en el forjador de una política post-Berlusconi, aunque su coalición seguía siendo muy endeble y en su partido todavía no lograba consenso. Esto fue lo que olió Renzi, un político visto como “golpista” para unos, “ambicioso” para otros e “inexperto” para unos cuantos más.

¿En los brazos de Berlusconi?


Ahora, Renzi tiene que formar un gabinete y una coalición creíble y estable. Beppe Grillo ya dijo que él no piensa colaborar con Renzi que lo ve como poco menos que un “trepador”. Este cómico, que se define como “anti-casta”, tiene como principio no negociar con los políticos de siempre, lo que hizo que la reunión con Renzi sólo durará nueve minutos y que el próximo primer ministro sólo pudiera articular unas cuantas frases en los 140 segundos que Grillo le concedió para hablar.  Así, tras la categórica negativa de Grillo, quedan dos aliados factibles: mantener la endeble coalición con Alfano o buscar a Berlusconi y pactar una serie reformas. Muy documentada fue su reunión a tomar café hace unos días, conversación que enfureció a las bases más ideológicas del PD. Así lo narra El País, en una nota de Pablo Ordaz. “Cuando me enteré de que Renzi y Berlusconi se iban a reunir en vía del Nazareno”, cuenta Giuseppe Salomè, un irredento comunista de 85 años, “sentí que aquello era una verdadera profanación a históricos dirigentes como Enrico Berlinguer e incluso Aldo Moro. Así que cogí cuatro huevos, me los metí en los bolsillos del abrigo y me fui a la sede del PD con la intención de arrojárselos a Renzi y a Berlusconi”. Renzi ha declarado que busca un pacto con Berlusconi en materia de agenda legislativa con la intención de “no llevarlo al Palazzo Chigi” (la sede oficial del primer ministro). Un pacto donde Berlusconi colabore por impunidad y un retiro digno de la política. Y aunque Berlusconi ya declaró que no formará Gobierno con Renzi, el acuerdo sobre las reformas parece firme.

En el centro del debate y de la agenda de Renzi hay dos ejes. El primero, ordenado directamente por el presidente Napolitano, es buscar la aprobación de una reforma electoral que reduzca la volatilidad y la inestabilidad del sistema electoral italiano. Es decir, encontrar consenso en una cláusula de sobrerrepresentación que permita que cualquier partido que obtenga más de 35% de los votos, se quede con la mayoría absoluta en la Cámara. Y, al mismo tiempo, convertir al Senado en un parlamento regional de menos peso, una de las instancias más ingobernables del entramado institucional italiano. Y, en segundo lugar, un bloque de medidas económicas dirigidas a reactivar el empleo, el crecimiento económico y combate a la asfixiante deuda y déficit que tienen contra la pared a las finanzas públicas italianas.

La historia política del último año en Italia es una puesta en escena de traiciones, complicidades y rupturas. Nadie, ni siquiera Renzi, se puede sentir seguro en una Italia tan ingobernable, inestable e indomable. Y aunque los mercados han tomado relativamente bien la apuesta de Napolitano por un joven impetuoso y atrevido como Renzi, hay un consenso generalizado de que más temprano que tarde se tendrá que llamar a elecciones. Renzi se convierte en el tercer primer ministro al hilo que no tiene ningún respaldo en las urnas, que proviene de una mezcla de traiciones y coyunturas políticas. Mientras tanto, y de cara a las elecciones europeas, las propuestas antisistema como la de Beppe Grillo se siguen fortaleciendo y la cita electoral continental se tomará como un plebiscito que manifieste la opinión de los italianos acerca del proyecto de Renzi. No cabe duda, que en la Italia de hoy se necesita más que voluntad y ambición para sacar al país de la crisis política más profunda desde la segunda guerra mundial.

Tapatío

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