Suplementos | Un año con San Pablo Imítenme, como yo imito a Cristo En la liturgia de hoy hay varios puntos que por sí mismos nos darían tema para reflexionar ampliamente Por: EL INFORMADOR 14 de febrero de 2009 - 09:44 hs En la liturgia de hoy hay varios puntos que por sí mismos nos darían tema para reflexionar ampliamente. En primer lugar san Pablo nos invita a que todo cuanto hacemos, lo hagamos para gloria de Dios; y eso es lo que precisamente hemos venido diciendo con repetitiva insistencia, cuando afirmamos que con el mismo trabajo con el cual ganamos el salario, podemos también ganar el cielo. El segundo aspecto es aquella palabra tan conocida del Apóstol: “Imítenme a mí, como yo imito a Cristo”. Cuando hemos leído las cartas de san Pablo, sin duda nos llenamos de asombro por su extraordinaria nitidez, y nos vemos impulsados a admirar al gran Apóstol en todos los aspectos de su persona. Y de la admiración a la imitación hay tan sólo un paso, si bien tenemos que entender en su justa perspectiva lo que significa imitar, que ciertamente no es copiar ni mucho menos fotocopiar hechos y dichos en la vida del que admiramos. Desde luego que ni siquiera podríamos tratar de imitar a Jesús haciendo lo mismo que Él hizo, como en el pasaje que hoy consideramos, cuando lo vemos que con su sola palabra da la salud a un hombre leproso: estaba aquejado por una enfermedad terrible y altamente contagiosa. Pero sí, ciertamente podemos admirar e imitar la comprensión y la bondad que le llevaba a compadecerse de la situación tan dolorosa de aquel hombre. Imitar no es copiar. Se trata más bien de llegar al trasfondo de las actitudes, donde los pensamientos y sentimientos se acoplan a la mentalidad que emana directamente del Evangelio, y traspone los límites de lo humano para salirse de parámetros puramente materiales y llegar a comprender lo que Dios piensa, lo que Dios quiere, lo que Dios ama. De la misma manera que san Pablo Apóstol puso en su vida como modelo supremo a Cristo Jesús el Señor, y trazó su itinerario personal sobre las huellas de este Maestro, vemos que no se enfocó a imitarle en los aspectos accidentales, sino que fue directamente a lo esencial, allí donde la vida se eleva, se dignifica y alcanza su máxima expresión. San Pablo llegó a comprender la hondura de las enseñanzas de Cristo Jesús, y llegó a entender el mandamiento supremo porque no se limitó a lo superficial, no se quedó al ras de tierra, ya que las verdaderas realidades tienen otro lenguaje, otro modo de expresión y otros parámetros. De igual manera que llegó a vivir tan a fondo las realidades del Evangelio, empezó también a hacer milagros semejantes a los de Jesús, pero lo primero fue sin duda aprender la dulzura de sus palabras, la bondad en sus actitudes y la misericordia en los juicios. Si nosotros, ya de entrada, nos regimos por los principios que rondan en el mundo: “piensa mal y acertarás”, cerramos la puerta a las enseñanzas cristianas: “no juzgues y no serás juzgado”, así como san Pablo lo traducía y lo interpretaba: “tengan ustedes los mismos sentimientos que tenía el Señor Jesús”. Tal vez sí, muchas veces nos hemos quedado en esos aspectos de admiración al leer los Evangelios, las cartas de san Pablo o las vidas de los santos, y hasta nos parece fascinante la persona de Jesús, del Apóstol Pablo o de alguno de los otros hombres y mujeres que siguieron sus pasos; pero nos quedamos en la admiración y difícilmente damos el paso a la imitación, es decir, a traducir en la vida aquello que vemos como un ideal luminoso, pero que tal vez lo consideramos como inalcanzable. Es tiempo de dar el paso hacia lo que consideramos valioso, a programar nuestras actividades en la línea de lo excelente, y hacerlo todo de forma que redunde en Gloria de Dios, es decir, siempre acorde a su divina voluntad. Que esto es posible, ya lo tenemos bien probado, tanto por los ejemplos de san Pablo Apóstol como por la multitud de santos que a través de los siglos han caminado en pos de Jesucristo, con admiración traducida en imitación. María Belén Sánchez Bustos fsp Temas Religión Fe. Lee También En misa de bienvenida de "La Generala", cardenal pide por una reforma judicial justa "La Virgen me salvó del cáncer de mama", agradecen la vida, salud y bienestar en la Romería 2025 Veinticinco años Evangelio de hoy: Jesús se deja encontrar en nuestro sufrimiento Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones