Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | Con Dios se adquiere el compromiso cuando el hombre recibe la fe

Fidelidad en el amor

Josué va a morir, pero quiere que el pueblo siga manteniendo su fidelidad a Dios y su unidad, por eso los invita a renovar la Alianza

Por: EL INFORMADOR

La Eucaristía presupone la fe y aumenta la fe. Es el encuentro diario entre Cristo y cada uno de los que le han dicho sí.  /

La Eucaristía presupone la fe y aumenta la fe. Es el encuentro diario entre Cristo y cada uno de los que le han dicho sí. /

LA PALABRA DE DIOS

Primera lectura

Lectura del Libro de Josué (24,1-2a.15-17.18b):

“Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al Este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.”

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (6,60-69):

“Tú tienes palabras de vida eterna”

Segunda lectura

Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios (5,21-32):

“Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo”.

GUADALAJARA, JALISCO (23/AGO/2015).- Josué va a morir, pero quiere que el pueblo siga manteniendo su fidelidad a Dios y su unidad, por eso los invita a renovar la Alianza. El profeta muestra lo vital que es tener presente a Dios en cada uno de los proyectos que realicemos, sin embargo exige fidelidad hacia un sólo Dios dejando atrás todo tipo de idolatría. Gran lección para los hombres que sacrifican su fe por mantener un buen trabajo, o unas buenas relaciones con algunas personas, pues su interés primordial es conseguir comodidades o alcanzar puestos públicos dejando a Dios en último lugar. “Con los pies en la tierra, pero el corazón en el sagrario”, la practica de los valores éticos, morales y religiosos, será la manera en que el cristiano pueda dar testimonio de su fidelidad hacia Dios.

Pablo escribe la Carta a los Efesios en un contexto que admitía la esclavitud como una institución viable para la convivencia. De igual manera, en la relación conyugal el hombre tenía la preeminencia respecto a la mujer, aún con esto es notable el punto de vista que el apóstol imprime al respecto en estos versículos; los cristianos han de obrar con nobleza de corazón, como lo hace Dios, capaces de amar profundamente a su pareja; incluso pide la mutua sumisión en el amor, recordando la igualdad de los hombres ante Dios. Cuando se vive un matrimonio desde el amor profundo, se puede lograr la trascendencia incluso en una sociedad signada por una crisis familiar que muestran su incapacidad de dar estabilidad. El matrimonio no es sólo un compromiso social que se puede asumir o rechazar en cualquier momento, supone un amor auténtico y definitivo entre el varón y la mujer, mismo que se vuelve sublime e indestructible al cimentarse en el que es el amor mismo: Dios.

Ante la revelación de Jesús se hace necesario la toma de decisiones: seguirlo o dejarlo. El pasaje evangélico de este domingo presenta a quienes suelen desertar por no ser capaces de superar el racionalismo extremo: todo lo que se ha de creer tiene que ser entendido por la razón o la inteligencia. Se olvidan de que hay una dimensión sobrenatural del misterio y de la fe. No todo puede pasar limpio por el filtro de la inteligencia, no porque la religión sea para los irracionales o sin inteligencia. Todo el misterio de Dios es imposible abarcarlo con la mente humana. La respuesta de los discípulos da la clave de todo esto: “Tú tienes palabras de vida eterna…” antes de buscar razonamientos científicos en la palabra de Jesús, conviene encontrar la vida, eso no siempre se logra con inteligencia, se logra con amor y fe.

DOMINGO XXI ORDINARIO

Es éste ya el quinto y último domingo en que la liturgia católica dio, para meditar, el capítulo sexto del Evangelio de San Juan. Es el capítulo de la revelación de un gran regalo: Jesús, el Hijo de Dios, promete que se dejará como pan vivo bajado del cielo, para que quienes lo coman tengan vida eterna.

José y María, obedientes a la ley de Moisés, llevaron a Jesús a los 40 días de nacido, a presentar al templo. El anciano Simeón, lleno de divina inspiración, tomó al niño en sus brazos, dio gracias a Dios porque sus ojos alcanzaron a ver al prometido Salvador y profetizó que ese niño sería blanco de contradicción.

La presencia del Hijo de Dios en la tierra, desde entonces hasta este día, y mañana, y siempre, ha despertado el amor y el odio, el sí hasta la muerte y el no hasta dar muerte por odio a Cristo. Así 12 hombres sencillos, los apóstoles, dieron el sí valiente hasta la última consecuencia.

Para el sí, para dar el sí, se necesita la fe, y la fe es un regalo de Dios. Cristo lo dijo: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre.”

Como entonces y después y ahora, el hombre se resiste a admitir la intervención de Dios en la vida, en la historia y mas allá de lo que percibe con los sentidos y cree abarcar con su pensamiento, Le parece duro e inaceptable.

Cristo es la solución del problema fundamental, el destino final de cada uno, que es llegar por Él a vivir eternamente.

Creer es adquirir un compromiso. Comprometerse es arriesgarse. La vida va presentando continuos momentos; unos pequeños, otros tan importantes que sus consecuencias van más allá del espacio de tiempo que se llama vida. Así es el compromiso de creer.

Con Dios se adquiere el compromiso cuando el hombre recibe la fe.

Aceptar la palabra es fe; rechazarla es incredulidad.

La Eucaristía, escándalo para unos, indiferencia para otros, ha sido y será fuente de vida eterna para los creyentes, los valientes, los sinceros.

La Eucaristía presupone la fe y aumenta la fe. Es el encuentro diario entre Cristo y cada uno de los que le han dicho sí.

José Rosario Ramírez M.

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