GUADALAJARA, JALISCO (20/NOV/2016).- Circunstancias atenuantes” es una novela escrita en inglés, por un estadounidense con muchos años de vivir en México. Quizá por ello la podemos clasificar como una novela “mexicana”, por lo menos dentro de esa gran tradición latente de escritores foráneos que han narrado sobre el país (Lowry, Greene, entre otros). David Lida se une a esa lista con una novela que desentraña dos tramas: el narrador, Richard, quien aboga por mexicanos condenados a muerte (como el propio Lida lo ha hecho); y Esperanza, una joven mexicana condenada a muerte por el brutal asesinato de su bebé.El camino de ella comienza en Michoacán, como empleada doméstica, para después acercarse a la frontera a la industria maquiladora y luego cruzar el Río Bravo y convertirse en una indocumentada más. El de él es a la inversa: desde Estados Unidos hacia los pequeños pueblos convertidos casi en “fantasmas” por la inmigración, en busca de testimonios que den cuenta de que ellos también han sufrido, para que eso mitigue el peso de la pena capital.A propósito del lanzamiento de su novela dentro del sello Tusquets, platicamos en entrevista con Lida sobre sus circunstancias, los personajes y la actualidad de la pena de muerte y el papel de los indocumentados en Estados Unidos.-¿Cómo es tu vínculo con México y qué te llevó a narrar una trama como la de Circunstancias atenuantes?-Tengo desde 1990 viviendo en la Ciudad de México. La conozco, he escrito dos libros sobre la capital, y también he viajado a las ciudades coloniales… Pero el punto de partida es mi propia experiencia, cuando empecé a trabajar como especialista en “circunstancias atenuantes”. Empecé a irme a ranchos, pueblos perdidos, ciudades desiertas, a Juárez, Durango, Tierra Caliente en Michoacán. Yo vi a las familias de la gente inculpada en Estados Unidos viviendo en situaciones tan desesperadas… algunas personas se sienten obligadas a irse sin documentos para mejorar su suerte, para aportar un poco de dinero a la familia. En Estados Unidos yo vi cómo viven los indocumentados mexicanos, escondidos, sin las libertades y los derechos que tienen los ciudadanos, pero aportando una parte importante en la economía local.De vuelta en la Ciudad de México me di cuenta que mis amigos mexicanos no sabían de eso. Pensé que había una historia importante para contar: el libro es la otra cara de la moneda de Trump cuando dice que los indocumentados son malvados, criminales, violadores. Al contrario: son seres humanos que han sufrido mucho, que tienen historias que merecen contarse.Hay un discurso hipócrita de los políticos estadounidenses para ganar votos. Si desaparecieran los indocumentados no habría nadie para cocinar, para hacer la cama en los hoteles, sembrar, cosechar, matar en el rastro. Ellos son una parte fundamental en la economía gringa: los indocumentados pagan al año 12 mil millones de dólares en impuestos. Mientras Trump no paga ni un centavo en impuestos.-¿Qué tan diferente fue escribir ficción y no crónica? Empezando por el idioma.-Escribo crónica en español, pero no intenté escribir la novela en español. En la ficción el lenguaje es más complicado. No digo que no me atrevería, pero lo veo superdifícil: una crónica es más corta, en primer lugar, se arma más fácil y en menos tiempo. He escrito muchas crónicas, “Las llaves de la ciudad” es un libro de crónicas escritas en español, pero no me he atrevido a escribir ficción. Una vez que terminé la novela en inglés se me ocurrió traducirlo, pero aunque domino los dos idiomas soy un mal traductor. Es un talento que implica alquimia, y no creo que tenga el don. Me tardaría mucho tiempo, mejor intentaría escribir otro libro. Estoy muy contento con el trabajo de Fernanda Melchor, escuché mi propia voz en su versión. Es una gran traductora.-¿Cómo delineaste a los personajes?-Richard es muy distinto de mí: es más joven, tiene más pelo, toma más que yo, tiene más sexo que yo… Pero hay algo de su voz irónica que sí es David, sí es mía. También hay experiencias que son verdaderas, tomadas de la vida que pensé que sí valía la pena contar en el libro. En cuanto a Esperanza: quise a una persona emblemática, de cómo esa gente que acaba en la cárcel ha sufrido y ha luchado, sólo para sobrevivir. La experiencia de Esperanza lo resume. Es una invención total: cuando escribí el libro nunca había trabajado un caso con una mujer. La gran mayoría de los casos de pena de muerte son de hombres inculpados. Los hombres son mucho “mejores” en matar a la gente. Es un talento que la mujer no lo tiene: muy de vez en cuando hay un caso que involucre a una mujer, y suele pasar si la víctima es un bebé.-Son muchas las personas que pasan muchos años condenados a muerte.-Pasa demasiado, yo trabajé un caso y todos en el equipo defensor creíamos que era inocente, y que una injusticia mayúscula había pasado en su caso. En primer lugar logramos que la corte criminal más alta de Texas abriera un nuevo juicio, en donde el fiscal lo dejó salir y regresó con su familia.-Mencionas a varios escritores (Chéjov, Flaubert, Greene), ¿son tus influencias?-Ellos tres son claves para mi formación como escritor, y como ser humano. Para mí el sentido del lugar es muy importante en cualquier cosa que escribo. Quiero que el lector sienta cómo es estar en ese lugar. Y eso lo aprendí de Flaubert y de Graham Greene, que escribió novelas ambientadas en muchos países distintos. En una etapa como periodista, cuando llegué a México, hice muchas notas de viajes, pero nunca leí crónicas de viajes, me parece un género aburrido. Aprendí a escribir sobre lugares al leer a Henry Miller escribir sobre París, Graham Greene sobre Haití, sobre África o México, Flaubert sobre la provincia Francesa… Y también algo de Chéjov. Me propuse escribir un libro que tenía que ver con la vida y la muerte, con México y Estados Unidos, el sistema jurídico y la justicia. En todo eso pensé que también tenía que ver con el amor, con el vínculo entre las personas y todo lo demás. Chéjov escribe mucho sobre amores trágicos: gente muy adecuada el uno para el otro, pero que las circunstancias no los dejan estar juntos. Con una persona en la cárcel y una persona fuera ya está esa trama delineada.Tengo muchas influencias, algunas probablemente inconscientes. De los mexicanos mi influencia más grande es Jorge Ibargüengoitia, un escritor muy importante en novela y crónica. Su voz áspera e irónica ha sido una gran influencia. Y otro cronista gringo, casi desconocido en México: Joseph Mitchell, El secreto de Joe Gould, es un libro traducido al español. Como cronista él ha sido una influencia.-En Ibargüengoitia está muy presente el humor, “Circunstancias atenuantes” lo tiene también.-Para mí es importante: aunque el tema es serio, quise meter elementos del humor. Si un libro no me hace reír creo que es un libro que ha fallado. El sentido del humor es un requisito importante de un novelista. También es un reto ser chistoso cuando hablamos de temas serios. Pero me parece necesario.EL INFORMADOR / JORGE PÉREZ