Suplementos | Los consuelos que ofrece el primer mes del año son magros El mes más cruel Los consuelos que ofrece el primer mes del año son magros: los niños les presumen sus juguetes nuevos a sus compañeritos en la escuela Por: EL INFORMADOR 9 de enero de 2016 - 23:52 hs Se acumulan las facturas por pagar y se vuelven urgentes los intentos de cobranza de trabajos pretéritos. / Rafaeledwards.com GUADALAJARA, JALISCO (10/ENE/2016).- Enero tiene algo de lunes, es decir, de aguafiestas, de carnaval que se extingue. Se acaban las celebraciones (las que siguen en el calendario no le interesan a casi nadie, francamente: La Candelaria y el Día de la Constitución, ambas ya en febrero y a cual más de sosas) y volvemos a la rutina. Dejaremos de ver a los amigos y parientes con la frecuencia con la que los vimos durante diciembre (en el caso de que sean insufribles esto puede resultar una ventaja pero de otro modo es duro). Olvidaremos, por lo pronto, las cenitas especiales y las copas desbordantes y eufóricas (una multitud de “propósitos” de año nuevo, de esos que la gente enumera mientras brinda, consisten exactamente en lo contrario: dietas, ejercicios y esforzadas abstinencias del alcohol). El que viajó extrañará el lugar de solaz y recreo, en especial si anda en estas tierras por trabajo o estudio y sus querencias se quedaron lejos. El que nomás tuvo algunos días libres se verá sumergido otra vez en el escritorio, taller, línea de producción o lo que sea que lo apergolla a la parte menos mable de la realidad y tendrá que poner a sudar el lomo nuevamente, lo que nunca es sencillo. Y, bueno, los que no dejaron de trabajar ni un ratito o aquellos a los que no quieren ni en su casa y, en general, todos a quienes las luces y las piruetas de diciembre les pasan de noche ya sea por asquito a la Humanidad o porque no les quedó de otra seguirán sumidos en la ignominia. Para ellos, caray, siempre es enero. Los consuelos que ofrece el primer mes del año son magros: los niños les presumen sus juguetes nuevos a sus compañeritos en la escuela (pero puede darse el caso de que el chamaco más muelón e insoportable los haya recibido más y mejores y entonces se termina la diversión). Quienes se encuentran lánguidamente enamorados de compañeros de trabajo o estudio a quienes dejan de ver en vacaciones pueden recuperar la cercanía, al menos visual, con el objeto de sus suspiros (y poco más, porque si no tuvieron noticias de ellos en quince días lo más probable es que no tengan ninguna posibilidad y se limiten a vegetar sin ser notados, como viles plantas de ornato). Se acumulan las facturas por pagar y se vuelven urgentes los intentos de cobranza de trabajos pretéritos. De festín en festín y de regalito para el sobrino político en regalito para el suegro, las deudas en las tarjetas de crédito han engordado más que los propietarios. Los más desafortunados, incluso, acabarán en alguna de las casas de empeño que han medrado en la tradición del viejo Montepío. Celulares, cámaras, aparatos para oír música, tabletas, computadoras, pantallas, bicicletas, joyería, juguetes. Todo aquello que fue motivo de orgullo para el comprador o el obsequiado acabará empeñado por unas pocas monedas (aquí uno debe imaginarse a un niño implorándole a un padre lloroso y con cara de Pedro Infante: “¡Mi Xbox no, papá, eso no!”). El común de los mortales resentirá en la cartera esos alegres días y esos gastitos extra durante semanas o meses. No es raro el caso de alguien que con el aguinaldo le compró cuernos de reno a su automóvil y en enero llorará de rabia por haber invertido en ese pésimo chiste cien pesos que le vendrían muy bien para unos buches de gasolina. Nadie, en el fondo, aprecia este mes frío, árido, hostil, que, como una institutriz, nos pone en penitencia. Enero, siempre deslucido, siempre polvoriento y desesperanzado, es el reverso del tapiz del año. Temas Tapatío Antonio Ortuño Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones