Jueves, 02 de Mayo 2024
Suplementos | Este sabio casi olvidado publicó una de las primeras obras de divulgación astronómica

El extraño caso del doctor De la Rosa

Fue uno de los primeros promotores de la astronomía del México independiente, sino que publicó uno de los primeros libros sobre esta materia en 1853.

Por: EL INFORMADOR

Por: José Langarica

Nació a las 10:00 de la noche del 30 de Noviembre de 1824 para ser bautizado casi de inmediato, al día siguiente. Su nombre resulta un tanto hostil para los oídos modernos: José Silvestre Juan Nepomuceno Agustín De la Rosa y Serrano. Fue con ese apelativo que fungió en el seminario como instructor en las materias de lengua latina, griega, náhuatl (los cronistas llaman a esta “mexicana”), filosofía y teología, entre otras.

Tres generaciones debieron sus estudios al Padre Rositas, como afectuosamente era conocido. La suya fue una vida de servicio para los huérfanos con lo cuales vivía en su propia casa (“sus fieras” las llamaba), de activismo intelectual a través de sus periódicos, pero sobre todo al retiro intelectual. Es en cierta forma, como lo define el físico Durruty Jesús de Alba de la Universidad de Guadalajara: “Un sabio olvidado”.

Se doctoró en Teología un 19 de marzo de 1850 en la Real Universidad Literaria de Guadalajara. Según escribe Aurea Zafra Oropeza en el exhaustivo análisis del Padre de la Rosa y su contemporáneo, Agustín Rivera: “Su prelado quiso llevarlo en calidad de teólogo consultor al Concilio Vaticano y el general don Porfirio Díaz, le ofreció la cátedra de la Lengua mexicana de la Escuela Nacional Preparatoria, pero su extremada modestia le llevó a renunciar a ambos cargos honoríficos”.

Este moderado hombre de apariencia desgarbada no sólo fue uno de los primeros promotores de la astronomía del México independiente, sino que publicó uno de los primeros libros sobre esta materia en 1853. Lo llamó Adiciones a las lecciones de astronomía, según de Alba “muy probablemente sea el primero dedicado a la enseñanza de la astrofísica a nivel mundial”.

Escribió tratados en teología, mitología, del alma humana, de las pasiones, de las virtudes y de la luz (sería interesante echarle un ojo a este último). También editó los Elementos de trigonometría plana y esférica con aplicaciones a la astronomía en 1868.

La polémica De la Rosa y Agustín Rivera


El Padre de la Rosa poseía una personalidad un tanto inasequible desde el punto de vista moderno. Al parecer su carácter no era del tipo aguantador de muchos reproches. Se sumergió en una polémica con su contemporáneo Agustín Rivera sobre la educación en la Nueva España.

En su conocido texto 30 sofismas y un buen argumento, Rivera se refiere a De la Rosa diciendo: “La persona con quien tengo que discutir es un guerrillero admirable en evasivas. Presenta un sofisma dejando siempre una puerta falsa, ninguno tan amigo de su propio juicio individual...no consta que en más de 20 años que el doctor De la Rosa tiene de escritor público se haya retractado de alguna opinión. Tal es el campeón con quien tengo que combatir”.

Rivera pensaba que la Nueva España había sido una nación atrasada en prácticamente todo: filosofía, ciencias naturales, medicina, jurisprudencia, teología, etcétera. De la Rosa no estaba de acuerdo. Él sostenía que el México de la Conquista era un país civilizado e ilustrado: “¡Qué lógica -escribió De la Rosa- si no se estuviera viendo, no se creería que la usara una persona como el señor Rivera: del yerro de un autor infiere un gran atraso en toda la nación (...) un alumno de una cátedra de lógica no admitiría esta consecuencia! Sin embargo la deduce el señor Rivera”.

Cualesquiera que fueran los puntos fuertes y débiles de estos personajes (los prejuicios europeos hacia las tierras americanas son más que evidentes, como lo había descubierto Francisco Javier Clavijero cien años antes), basta ver la hostilidad del padre De la Rosa hacia la filosofía moderna, la cual considera “errónea y herética” sin mayores luces, para entender que la versión de Rivera no era del todo equivocada. Sin duda es este conservadurismo el punto débil de Agustín De la Rosa.

Fue puesto en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres un 28 de febrero de 1959 por la mano del gobernador Agustín Yáñez Delgadillo. Ahí se  le describe como “sabio y benefactor”. La colonia Ladrón de Guevara tiene una calle con su nombre.

Defensor de los humildes

Toda su vida sostuvo Agustín de La Rosa una profunda solidaridad con los más necesitados, cuyas preocupaciones son tan latentes ahora como lo eran entonces. En 1822 escribió: “Nosotros estamos por todas las mejoras materiales (con tal que sean primeramente en beneficio de los mexicanos); pero creemos que antes que todo importa socorrer a nuestros pobres, educar a nuestros hermanos, precaver a nuestra niñez de precipitarse en el crimen; en fin, mejorar la suerte de todos los mexicanos desgraciados”.

Fue también un furioso indigenista (a los que se refería, según la usanza del siglo XIX, como “salvajes”) tomando como púlpito las columnas de su periódico, y denunciando las políticas del imperio para con esta fracción de sus súbditos. En un pasaje revelando tanto la piedad del padre De la Rosa, como su inscripción en los tiempos que vivía, acusa: “Estos salvajes a los que se desprecia, y cuya sangre se ve correr con indiferencia, son nuestros hermanos a pesar de sus hábitos toscos y groseros. Este sabio casi olvidado falleció en Guadalajara un 27 de Agostode 1907.

¿Acaso el lenguaje de muchos de nuestros modernos indigenistas irá a deteriorarse más rápido que el de don Agustín? .

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