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Suplementos | Una existencia que parece alejada a la 'normalidad', pero rica en emociones

El circo como forma de vida

Lejos de las luces del escenario se vislumbra una vida que parece alejada a la 'normalidad', pero rica en emociones

Por: EL INFORMADOR

Pareciera que Luján Segura y sus hijos (Leandro y Luciano) viven permanentemente de vacaciones: viajando y habitando casas remolque.  /

Pareciera que Luján Segura y sus hijos (Leandro y Luciano) viven permanentemente de vacaciones: viajando y habitando casas remolque. /

GUADALAJARA, JALISCO (16/MAR/2014).- Las luces sincronizadas ya se encendieron; las butacas listas, la arena regada y cada quien en su lugar, es la escena que indica que la función está por comenzar. Tras bambalinas, los actores que habrán de divertir a chicos y grandes hacen sus últimos detalles de calentamiento; otros elevan una oración o simplemente terminan de retocar su rostro con la última pincelada de maquillaje.

En escena, todo es alegría, todo es impresionante; hacen lo que pocas personas en el mundo exterior pueden hacer. Cada quien en su papel, los artistas circenses viven un día a día como pocos, tanto por lo que son capaces de hacer, como por la vida que llevan una vez que la función terminó.

La vida de un artista circense es poco común. Ellos no conocen los muros de ladrillo de una casa, no tienen un patio ni un jardín. Atrás del escenario, el payaso, el acróbata, el domador y todos aquellos que siguen la caravana de circo y que viven de él, tiene su hogar. Luján Segura es la quinta generación circense en su familia: “Los artistas de circo creo que estamos hechos de una genética diferente; no tenemos una casa, pero sí tenemos un hogar”.

El argentino y acróbata del Circo Atayde creció en el mundo del espectáculo de circo, y fue a los cuatro años de edad cuando empezó con su pasión por lo extraordinario, por eso que él llama arte: el arte de hacer lo que los demás no pueden. La herencia fue desde sus antepasados: “Mi padre tuvo su propio circo en Argentina, yo siempre viví ahí, con él y mi madre, y fue desde muy pequeño, a los cuatro años, cuando empecé en este trabajo, no como acróbata, pero sí haciendo un número saltado con caballos”.

Pocos conocen el mundo que está detrás de la carpa,lejos de las luces, allá donde los colores no son tan intensos. Sí. Viven en remolques;donde haya tierra firme estacionan —literalmente— su vida.

“La vida de nosotros es así, parece que somos raros, vamos de ciudad en ciudad, vivimos efectivamente en un remolque, pero te aseguro que es más grande y cómodo que un apartamento. Para nosotros, la vida rara es ésa de tener una casa donde vivir, y vivir siempre en el mismo lugar”.

La vida sobre ruedas

“Ven, quiero que conozcas mi casa y mi familia”, dice Luján y se dirige hacia la parte trasera del circo, donde nadie entra, donde nadie conoce.

Detiene el paso por un instante, levante el brazo y con el dedo índice de su mano señala: “Ese es mi remolque”. Junto a la casa rodante, hay una mujer atlética y rubia;su atuendo es como el de cualquier otra mujer que se puede ver en una calle.

“Tenemos visita, mi alma”, grita. Y ella, su esposa, deja de tallar los cuellos de las camisas de sus hijos. Ahí, a su lado, hay una pequeña lavadora portátil, de ésas que poco se ven.

Luján vive en su remolque con sus dos hijos; Leandro y Luciano —también acróbatas—, y su esposa, Verónica. Su hogar es impresionante. Apenas se pone un pie dentro del remolque y parece que aquello no es un trailer móvil que se instala en donde sea. El cuarto de sus hijos tiene una pantalla LED con un juego de video conectado; los niños descansan mientras se llega la hora de la función.

“Vivir en un remolque y llevar la vida de cirquero no es fácil para quienes jamás lo han hecho. Para nosotros ésta es nuestra vida, lejos de tu país, de tu tierra, de tus costumbres. Pero así crecimos mi esposa y yo, y así están creciendo mis hijos”.

En un extremo de la casa rodante está el cuarto de Luján y su esposa; del otro, lado la habitación de sus pequeños. “Hay tiempo para todo, hasta para tener intimidad”, afirma el acróbata en tono pícaro.

Un día en la vida de un trabajador de circo como Luján, no es monótono. Las primeras horas, después de desayunar, las dedica a ultimar detalles y revisar cuestiones administrativas y operativas del circo. Después, descansa un poco y se da tiempo de jugar con sus hijos; entrena (entrenan) y tiene parte del mediodía y la tarde para reposar e incluso para salir de paseo por esa ciudad que de momento se ha convertido en su terriño.

“¿Vacaciones para qué? si voy de ciudad en ciudad, conociendo gente nueva, lugares nuevos y nos da tiempo hasta para estar de turistas”.

Con la fama en los pies

La ilusión que se aprecia dentro de una función parece no mostrar el lado humano de estos artistas, por lo menos así lo percibe Luján. “Sí, la gente te ve, te admira por lo que haces, te aplaude y se va encantada; nadie se imagina que atrás de la carpa está nuestro hogar. Imagina, para hacer una analogía, que vives en una casa de campaña que está atrás de tu oficina, pues es así, nosotros vivimos detrás de nuestro escenario”.

El argentino no busca la fama, aunque afirma que un cirquero sí puede llegar a ese pedestal. Por fuera de su remolque, un par de sillas de descanso esperan para apreciar, no un paisaje impresionante, pero sí la carpa levantada, ésa que le ha acompañado toda su vida. “Éste es mi sitio favorito para reposar, meditar, pensar. No tengo una vista espectacular, ni un paisaje hermoso, veo la carpa, mi circo, mi vida, y para mí, me es suficiente”.

El circo de levanta, es momento de partir porque las fechas se agotaron en la ciudad. Hay que cerrar tráilers, desmontar y emprender un nuevo viaje, una nueva aventura; una ciudad o pueblo esperan la llegada del circo, y a Luján, además de una jornada de manejo prolongada, le espera una nueva aventura, un nuevo aprendizaje para él, su esposa y sis hijos, el futuro del circo.

LAMENTA PROHIBICIÓN DE ANIMALES

Ante la prohibición del uso de animales en los circos en algunos municipios de Jalisco, Luján lamenta la situación: “Fue un golpe duro para nosotros, porque Atayde es un circo con animales”.

El acróbata y encargado de la operación de este circo, asegura que debió haberse hecho una inspección a detalle de los animales, ver su estado de salud, sus papeles, sus cuidados. “No todos los circos maltratamos a los animales, al contrario, Atayde cuida minuciosamente su salud e integridad”.

A pesar de ello, afirma el acróbata, “la función debe seguir; pero mientras, hay que respetar las decisiones de las autoridades, pero a la gente sin duda le gusta ver a los animales en los circos”.

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