Suplementos | Existen dos posturas relevantes con respecto a la sexualidad... El Sexto Mandamiento El hombre, desde que se organizó en sociedades civilizadas ha considerado el adulterio como un acto execrable, junto con el robo, el homicidio y la mentira Por: EL INFORMADOR 15 de agosto de 2009 - 12:45 hs Existen dos posturas relevantes con respecto a la sexualidad: la del hedonista puro, para quien el sentido de la vida se centra en el placer de los sentidos que es frecuentemente exaltada en nuestra sociedad, y la del puritano “mocho”, quien piensa que todo lo relacionado con el sexo es bajo y sucio, un mal necesario para preservar la raza humana. Ambas posturas obedecen a desórdenes sociales y personales que llevan, irremediablemente, a la infelicidad, y ante ellas el Sexto Mandamiento se presenta como un regulador de la conducta, cuya observancia trae consigo las dos más grandes bendiciones: la libertad y la felicidad. El texto del mandamiento es: “No cometerás adulterio” (Ex 20, 14), que en ocasiones se entiende también como “No cometerás actos impuros”. Y aun cuando no nos fijásemos en la Ley de Dios, el hombre, desde que se organizó en sociedades civilizadas ha considerado el adulterio como un acto execrable, junto con el robo, el homicidio y la mentira. Con frecuencia, en algunas culturas ancestrales, el adulterio se castigaba con la muerte, mientras que nuestra sociedad actual es una causal de divorcio y el acto por el que tantas y tantas mujeres llegan a odiar a los hombres y por el que tantos hombres han llegado al extremo del uxoricidio. El adulterio es intrínsecamente malo, desde el momento en que suele realizarse a escondidas. Además implica la comisión de otros actos igualmente protervos: mentir, desviar recursos económicos que se deberían utilizar en la familia propia, arrastrar a otros a pecar, etc. El problema es que, como muchos otros actos de corrupción en una sociedad machista, el adulterio se considera una gracia o una hazaña que debe aceptarse bajo la falsa premisa de que un “hombre” no puede ser fiel por naturaleza, o hacerlo objeto de mofa con el estúpido dicho: “la casada es mi mujer”. Ha de recordarse que el día de su boda, todas las parejas prometen ante Dios y ante los hombres amarse y respetarse todos los días de su vida. ¿Son conscientes quienes se casan de lo que están prometiendo? ¿Y que además han puesto voluntariamente a Dios, a sus padres, familiares y amigos como testigos? Pues el adulterio es la más terrible falta a esa promesa, y por el carácter sacramental del matrimonio, es una profanación sacrílega, es una injusticia y “quien lo realiza quebranta el derecho del otro cónyuge” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2381). Abramos los ojos. ¿Cuántos casos conocemos de matrimonios en los que los cónyuges se aborrecen, y cuántas señoras conocemos que, a la muerte de su marido, después de un corto periodo de luto se alegran y hasta dan gracias a Dios por su viudez? ¿Cuántos de estos casos se debieron al adulterio? Y no nada más cometido por el esposo, sino también por la esposa. La regulación del instinto sexual es algo a lo que debemos dar prioridad, sobre todo en esta época en la que la permisividad parece ser el factor dominante. Los embarazos de jovencitas y adolescentes se consideran un problema social, y las enfermedades de transmisión sexual son tan comunes como los catarros. La pornografía y los espectáculos hipersexualizados son tan peligrosos como las drogas, en el sentido de que causan adicción; esto es, esclavizan al hombre y le adormecen los sentidos. Por su propia naturaleza, son expresiones de una deplorable misoginia que conduce, a la larga, a un vacío existencial que deriva en amargura e infelicidad. En el orden puramente humano, hacen perder al hombre su vitalidad sexual y lo convierten en un ser egoísta incapaz de dar y recibir amor y placer. Todo se le reduce a probarse a sí mismo que puede y a contar sus “conquistas” para presumir con sus amigos. El caso de la mujer es análogo. San Juan Crisóstomo sugiere el siguiente razonamiento de los esposos a sus esposas: “Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida. Porque la vida presente no es nada, mi deseo más ardiente es pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada… pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que no tener los mismos pensamientos que tú tienes”. Y entonces al vivirlo, sí fueron felices para siempre. Que el Señor nos bendiga y nos guarde. Antonio Lara Barragán Gómez OFS Escuela de Ingeniería Industrial Universidad Panamericana Campus Guadalajara alara(arroba)up.edu.mx Temas Religión Fe. Lee También En misa de bienvenida de "La Generala", cardenal pide por una reforma judicial justa "La Virgen me salvó del cáncer de mama", agradecen la vida, salud y bienestar en la Romería 2025 Veinticinco años Evangelio de hoy: Jesús se deja encontrar en nuestro sufrimiento Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones