Lunes, 23 de Junio 2025
Suplementos | Es cierto que Jesús quiso sufrir para asimilar nuestros sufrimientos y para darles sentido

Domingo de Ramos: Del sufrimiento al amor

En la Semana Santa consideramos los sufrimientos, la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo

Por: EL INFORMADOR

UN AÑO CON SAN PABLO

     Con el Domingo de Ramos entramos de lleno en la Semana Santa, días en que consideramos los sufrimientos, la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y nos dedicamos a compadecerle por tanto dolor sufrido, en vez de reflexionar en el grande amor que le llevó a dar la vida por salvarnos.
     Es cierto que en nuestro mundo hay más sufrimientos que alegrías, o tal vez le damos más peso al dolor que al gozo y consideramos muy poco el valor del amor.
      En la antigüedad, en el primer milenio de la Iglesia, la cruz era símbolo del amor y de la misericordia de Dios, que nos amó hasta el extremo y que no dudó en darnos a su Hijo único, a pesar de que sería entregado a la muerte. En la actualidad asociamos la cruz tan sólo como símbolo de muerte, pero en realidad, tendríamos que rescatar ese otro aspecto tan importante que a veces olvidamos.
     Porque es cierto que Jesús quiso sufrir, para asimilar nuestros sufrimientos y para darles sentido, pero sobre todo padeció y murió para mostrarnos y demostrarnos esa solidaridad que tanto necesitamos en esos momentos difíciles, que nos punzan como espinas candentes.
     Por eso cuando leemos el capítulo 2,6-11 de la carta que san Pablo escribió a los Filipenses, nos damos cuenta de la magnitud de su amor por nosotros: “Tengan ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo, el cual, aunque era de condición divina, no se aferró al ser igual a Dios, sino que se anonadó, se despojó de sí mismo; tomando condición de esclavo, asumió la condición humana semejante en todo a los hombres; se rebajó a sí mismo, y se hizo obediente hasta aceptar la muerte, y una muerte de cruz”.
     Nuestra Semana Santa no termina el Viernes Santo… se prolonga hasta la Pascua, allí donde contemplamos al Cristo glorioso que sale triunfante del dolor y de la muerte.
     Sigamos escuchando a san Pablo: “Por eso, por su obediencia, Dios lo exaltó sobre todo y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús todos doblen la rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo  es el SEÑOR para gloria de Dios Padre”.
     Sólo con Cristo Jesús podemos aprender y comprender el sentido del sufrimiento y del dolor que purifica y redime; sólo con Jesús podemos empezar a ser felices y darle a la vida esa dimensión sublime, que nos injerta desde ahora en la gloria que Dios nos invita a vivir para siempre con Él.
     En algún momento --en el capítulo 53-- escuchamos también al profeta Isaías que nos dice: “Él soportó nuestros sufrimientos, aguantó nuestros dolores; triturado por nuestros crímenes,  soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados”.
     Si el Señor Jesús ya nos salvó, podemos creer que con el amor, el dolor puede convertirse en felicidad. No tenemos que ir por la vida agobiados y abrumados, apesadumbrados y abatidos. O tenemos fe, o acudimos al Señor sólo cuando algo nos duele o nos urge. Si tenemos fe, es para seguir al Señor en todos los momentos, cuando las cosas van bien, o cuando algo nos aqueja; pero sobre todo, y siempre, cuando necesitamos de su luz y le pedimos que nos acompañe la esperanza que Él vino a darnos con su vida y su ejemplo.

María Belén Sánchez fsp

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