Sábado, 14 de Junio 2025
Suplementos | por: juan palomar

Diario de un espectador

Dicen que la luna de estos días es la más brillante de cuantas han pasado por el cielo en décadas

Por: EL INFORMADOR

Dicen que la luna de estos días es la más brillante de cuantas han pasado por el cielo en décadas. Las sombras que, nítidas, se deslizan bajo la pérgola, confirman tal intensidad. El jardín se afila bajo la marea de plata que desciende por el aire delgado. Cada hoja emite un destello de antiguo reconocimiento, una sombra que prefigura renuevos. Cuando el rumor de la ciudad se aleja, se diría que se oye, muy tenue, el fluir de la savia que prosigue sus secretos trabajos. Tras la ventana una lámpara vela la noche que avanza.


Artes de México: Manuel, el Caco, Parra. Entre sus enseñanzas, José María Buendía solía encomiar vivamente a este arquitecto sui generis. La revista logra, por cierto, una de sus mejores portadas en años: una humilde celosía de barro llena de una luz espléndida. El número aporta distintas miradas sobre el trabajo de quien aprendió a hacer del collage arquitectónico una peculiar forma del rescate y de la composición inédita. Los interiores de Parra revelan una maestría indudable en el refinado manejo de los espacios y un control de la luz y de la expresión de los materiales que ya quisieran para un día de fiesta muchos de los arquitectos a la moda. Uno de ellos, por cierto, tuvo el majadero mal gusto de decirle, a una de las colaboradoras de esta entrega, que le refería su satisfacción por vivir en una de las casas del Caco: “Lo siento por tí.” En una nuez, esta es una de las palmarias muestras de la miopía estética (sin hablar de la vulgaridad dizque sofisticada) que asola a muchas de las hechuras del mainstream arquitectónico en boga. Manuel Parra se alejó permanentemente de corrientes y dictados ortodoxos y estableció un intrigante diálogo con el pasado a través de obras originales y a veces disparejas que establecen otra contemporaneidad. Logró una cauda de agradecidos habitantes de sus casas. No es poca cosa.


Artes de México: San Pedro Tlaquepaque. Cómo permanecer indiferente ante la ilustración y el elogio de la artesanía de este lugar natal y por tantos motivos entrañable. Este número explora las muestras de “loza de lumbre” que van de 1920 a 1945. Después de recorrer los ejemplos propuestos queda el sabor de un cierto estilo, de una cierta ánima que se ahonda en las raíces más íntimas del Occidente mexicano. La imaginería que despliegan platos y jarrones recuerda, por cierto, la que adornaba alguna vez el cuero de los equipales en un mirador que daba a los volcanes. Importa volver a ponderar la gracia y la impecable factura de esta loza a la que casi ahogó el torrente de plásticos que apareció pasado el medio siglo. Queda, sin embargo, una robusta tradición de alfarería a la que bien harían de acercarse tantos noveles diseñadores ávidos de novedad.


Hay nombres de bandas de rock que, por distintas razones, se anclan en la memoria. Cuando además del nombre la ejecutoria del grupo es sobresaliente, éste se convierte en un referente duradero en el abigarrado imaginario de quien atiende al siglo. Es el caso de Dire Straits, banda británica guiada desde un principio por Mark Knopfler y su privilegiado trato con la guitarra. Hay una grabación en vivo, que data del ya lejano 1984. Ese año, sobre todo, nació una muchachita que creció oyendo las canciones que el álbum contiene. Tiny dancer. El nombre de la obra es Alchemy. Dicen en algún lado que, durante sus primeros años, los miembros del grupo pedían a los dueños de los pubs en donde tocaban que mantuvieran un moderado volumen de los amplificadores para que los parroquianos pudieran platicar. Se agradece el gesto, que revela una contención y una finura de sonido que son dos de las mejores prendas de Dire Straits. Dicen, en Love over gold: Caminas en la alta cuerda/ Danzante sobre el delgado hielo/ No prestas cuidado al peligro/ Y menos al consejo/ Están tus huellas prohibidas/ Pero con la conciencia de tu pecado/ Arrojas tu amor a todos los extraños/ Y te cuidas del viento.


Un Villancico de G.K. Chesterton, con los mejores deseos de este espectador para el improbable lector. Resuena la voz emocionada y reticente del gran escritor inglés, mientras una trabajosa traducción trata de no perder la tierna gravedad de sus versos.
El Cristo niño se sosiega en el seno de María,
Su pelo era como una luz.
(Oh fatigado, fatigado estaba el mundo,
Pero aquí todo está bien.)
El Cristo niño se sosiega en el pecho de María,
Su pelo era como una estrella.
(Oh firmes y sagaces son los reyes
Pero aquí los corazones leales están.)
El Cristo niño se sosiega en el corazón de María,
Su pelo era como un fuego.
(Oh fatigado, fatigado está el mundo,
Pero aquí el mundo es deseo.)
El Cristo niño se alzó sobre la rodilla de María,
Su pelo era como una corona,
Y todas las flores se levantaron a verlo
Y todas las estrellas vieron hacia abajo.

jpalomar@informador.com.mx

Tapatío

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones