Jueves, 06 de Noviembre 2025
Suplementos | Por: Pedro Fernández Somellera

De viajes y aventuras

Las Rías de Celestún

Por: EL INFORMADOR

Un hermoso Phoenicópterus ruber ruber, cuello largo, patas largas y pico tricolor, exhibe sus colores en vuelo.P.FERNÁNDEZ  /

Un hermoso Phoenicópterus ruber ruber, cuello largo, patas largas y pico tricolor, exhibe sus colores en vuelo.P.FERNÁNDEZ /

GUADALAJARA, JALISCO (06/FEB/2011).-  La semana pasada (yo sé que todo el mundo lo leyó y que hasta EL INFORMADOR tuvo que hacer una edición especial para volver a publicar el artículo citado) les platiqué de las cosas interesantes que ha habido en la hermana “República de Yucatán”, así con mayúsculas porque así lo fue durante un tiempo (1841-1848) y hasta bandera tuvo -por cierto muy hermosa- con un campo verde conteniendo las cinco estrellas de sus departamentos a la izquierda, y tres franjas rojas horizontales separadas por una blanca, a la derecha; pero me faltó platicarles -entre otras cosas- de unos hermosos y extraños pajarracos rosas y escarlatas que hay por allá en algunas de las rías de las orillas costeras de Celestún en la hermana república.

Una ría, para entendernos, es una penetración que el mar hace en algunas costas debido a la conformación de los suelos, o bien por la salida de ríos o arroyos que combinan las aguas dulces con las saladas, propiciando con esto extrañas especies de vegetación que toleran la salinidad de este inhóspito hábitat: los mangles, que son fuente de refugio y caldo de cultivo para la procreación de infinidad de especies vitales en la cadena alimenticia. Manglares hay de todas especies y colores, que forman una vegetación de una cierta altura homogénea que impide la visión horizontal, que aunada a la falta de montañas para orientación, a falta de un guía conocedor, hacen peligroso el pasear entre los pantanos en solitario, porque los lugares por donde se transcurre son todos iguales y es fácil extraviarse. 

Cosa curiosa es también que estos espacios bajos y salinos son proclives a la existencia de unos pequeños crustáceos de Artemia Salina (camaroncitos por decir algo), que siendo el alimento principal de los flamencos (Phoenicopterus ruber ruber) son los que les dan su intenso color  peculiar rosa escarlata. Con su pico negro, blanco y rosa con su largo cuello curveado, es con lo que consiguen pescar su alimento entre los lodos salinos; y sus patas largas y flacas los aíslan de aquel medio hostil. De sobra es decir que nauyacas, boas y cocodrilos moreletti abundan en los pantanos; amén de unos extraños fósiles vivientes que los regionales les llaman Mesh, que con su extraño caparazón que parece tanque de guerra y su inocua y amenazadora fisga de al menos 15 centímetros pululan entre las arenas.

Celestún es un poblado que está a unos 80 kilómetros de Mérida, “navegando” hacia el Poniente y pasando sin dudarlo por Umán. Ojo: alrededor de Mérida se encuentra un maravilloso anillo periférico, que como tal, rodea toda la ciudad; ahí hay señalamientos que dicen… a Celestún salida 32. No los sigan, porque además de hacerles dar otra vuelta a la ciudad, los llevarán por una infinidad de pueblitos que entre tope y tope les harán llegar unas tres horas más tarde al famoso Celestún. Solo sigan hacia Umán sin pensarlo, donde encontrarán nuevas direcciones.

Al llegar a Celestún, ni lo piensen, no se bajen donde las lanchas turismeras, que por llevar al turismo a ver a los flamencos los están destrozando irrumpiendo fatalmente su hábitat;  no, lleguen hasta la mera orilla en donde está un faro borracho que casi se está cayendo pero no se cae, y otro que no, ese está derecho. Ahí pregunten por “Los Pescados”, que es una familia muy de ahí y todo mundo los conoce por ese nombre. El Chopa (uno de “Los Pescados”) los llevará en su moto (si se animan), o en tu propio coche, por vereditas casi inaccesibles entre los pantanos, para, en una pequeñita barca impulsada tan solo con una vara y en silencio, navegar hasta los lugarcitos en donde, con tacto y respeto, podrán acercarse hasta las familias de flamencos entre los manglares, haciéndoles pasar un día maravilloso y completamente fuera del ruidoso turismo.

Aparte de los phoenicópterus rosados, con facilidad podrán ver enormes cocodrilos y una que otra boa si tienen suerte. Tejones y mapaches comiendo almejas entre las raíces de los mangles ya verán que estarán a la orden del día. El enorme silencio roto por los desafinados cantos de los enormes pájaros rosados haciendo sus rítmicos bailes de cortejo en medio de los espesos manglares al atardecer, no tienen igual.

Ojalá que puedan disfrutar respetuosamente de todo esto antes que el turismo y los desarrolladores tristemente se den cuenta de este paraíso.

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