Martes, 04 de Noviembre 2025
Suplementos | Por: Pedro Fernández Somellera

De viajes y aventuras

Una visión fugaz del espíritu cubano

Por: EL INFORMADOR

El lujo automovilístico de Cuba. P. FERNÁNDEZ  /

El lujo automovilístico de Cuba. P. FERNÁNDEZ /

GUADALAJARA, JALISCO (21/NOV/2010).-  - “Para qué vas tan lejos si aquí estoy yo”,  me dijo con picardía, entre broma y de veras, Nesdelys, una guapa guajira mulata con brillante piel canela, muy bien administrada en su anatomía, en cuanto comencé a caminar por la vereda para ir por Celina que me esperaba en una de las cabañas que estaban no muy lejos del bohío donde ella se dedicaba a la crianza de chivos y “puelcos” de suprema calidad.

 - “¡Para qué vas hasta allá…!”,  me repitió sonriendo con coquetería, mientras yo, entre inquieto y destanteado, me alejaba indeciso amarrando con fuerza mi mandil a la cintura.

¡Mi vida... Mi amor… Tesoro…! y una infinidad de expresiones similares, son las que usan las cubanas con graciosa soltura en el diálogo más trivial.
- “Y tú mi vida… ¿Qué vas a querer de platillo principal?”, puede ser una frase amistosa, usual y sin más trascendencia, con la que te hace sentir bien atendido una camarera con quien eres atento y amable.

- “No mi amor… no pidas ese pescado, ¿por qué no pides mejor congrí con calne de puelco?”, te puede sugerir. A lo que aclarando continuará: “Sí tesoro… es un platillo muy cubano que yo sé que te encantará”, y accederás sin más averiguación, independientemente de lo que contenga el platillo recomendado.

Ese encanto, esa dulzura picaresca y esa alegría de vivir, si la sabes apreciar y valorar, tus vivencias con la cubanía serán encantadoras y además… ¡divertidísimas!

Es prácticamente imposible entablar una plática o tan sólo hacer una amistad momentánea, sin salir casi emparentado con quien acabas de conocer. El corazón de la cubanía entera lo traen no en el pecho, sino en la mano. La pena y las angustias las dan por hecho, y las dejan escondidas en un recóndito cajón de su alma para que no afecten el gozo de vivir. Son almas que no dejan de cantar a la maravilla que es la vida, sin arrastrar las vicisitudes que solo hecho de existir implica.

Muy curiosa nos parece su manera de hablar con esa tonadilla típica caribeña y el modo como pronuncian la “erre”; que se oye más como “ele” que como “erre”. Recuerdo a aquel morenito muy simpático que con orgullo me decía que su helmano tenía un Fol; cosa que atando cabitos llegué a atinar que la presunción era que… su hermano era el orgulloso poseedor de un Ford de los años cincuenta, tesoro de la familia.

Es de admirar el ingenio con el que se han dedicado a mantener las enormes colas de los modelos de aquellas épocas; los ostentosos cromos que hacían que los coches tuvieran caras; las hectáreas de cromo de los bellísimos Buick y los grandiosos Oldsmobile; de los Nash de mirada austera y los lujosos Packard; los Plymouth con su barquito cromado en el capó; y los Cadillac’s ceremoniosos que aún corren airosos las desoladas carreteras de la isla.

Sus dueños, con esmero hacen y rehacen partes completas de las refacciones inexistentes -que les llaman “besos”-, para reparar las joyas rodantes que increíblemente siguen existiendo en perfecto estado. Pulen y enceran de continuo los colorones de sus superficies y hasta consiguen ponerles ¿de donde? ¡Llantas de cara blanca!

Cuba es un verdadero museo automovilístico que  contrasta con los anticuados Lada’s rusos que luchan por sobrevivir; con las guaguas infames que transportan a sudorosos pasajeros como si estuvieran enlatados; con los cochecitos-taxis jalados a paso lento por un famélico caballo; con los simpáticos coco taxis, y… con los  coches último modelo reservados para los turistas.

Dado que el transporte público es prácticamente inexistente, todo mundo tiene que “pedir botella” (rait, aventón o como se llame) y pueden pasar horas enteras esperando tener la suerte de que alguien se compadezca de ellos y le “de botella” en cualquier vehículo por extraño que éste sea.

Darles botella a decenas de personas de todo tipo, características, ocupación y nivel social, nos dio la oportunidad de compartir sus cuitas en la privacidad momentánea y fugaz del viaje, superando así el temor de ser acusados -increíblemente- hasta por sus mismos compatriotas.

 La compilación de estas pláticas, fue una de las cosas más valiosas de nuestro viaje. Creemos que el viajar como esponjas y sin juicios previos, facilita mucho el análisis posterior de lo vivido.

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