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Suplementos | Por: Pedro Fernández Somellera

De viajes y aventuras

Chetumal, tan cautivadora como olvidada

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (18/JUL/2010).- Allá muy lejana y casi olvidada, en lo más recóndito del sur y muy al oriente de nuestra república mexicana, aparece entre lagunas y pantanos la acogedora y hospitalaria Chetumal, separada tan solo por el Río Hondo de los -bien o mal habidos- dominios ingleses de Belice.

“Chaa’Tamal” (lugar donde se dan los árboles rojos) o bien “Chaac te emal” (lugar donde bajan las lluvias), actualmente es una gran ciudad de carácter caribeño y relativamente moderna, que se fundó tras miles de peripecias sufridas, en primera instancia ante el acoso de los españoles; más tarde, en los siglos XVII y XVIII, por el acoso de los piratas; y posteriormente por “la Guerra de Castas” en donde los hacendados -venidos de tierras extrañas- obligaron a los mayas, propietarios y habitantes desde tiempos inmemoriales, a dejar sus tierras asediados por la ley del más fuerte.

Chetumal, al igual que Bacalar en una de las lagunas de tierra adentro, fue asediada durante mucho tiempo por piratas y corsarios, quienes además de buscar en esos lugares resguardo y escondite para asaltar a las naves españolas que transportaban, tanto los metales preciosos saqueados a los regionales, como por el contrabando del apreciadísimo “Palo de Tinte” (Haematoxilum campechianum) altamente valuado, aún más que el mismo oro, que era usado para dar colores azules y púrpuras a los textiles de moda de ese entonces.

Un imponente y enorme fuerte hubo de ser  construido en Bacalar para defender sus costas contra conocidos piratas como Francis Drake, Lorencillo o El Olonés, o bien Henry Morgan y Wallace y otros tantos pillos de nefasta memoria, que bajo el “Derecho de Corso” asaltaban a cuanta embarcación podían, amparados por los gobiernos de Inglaterra, Francia y Holanda.

Chetumal, fue quien dio cobijo y ciudadanía a Gonzalo Guerrero, sobreviviente del naufragio de la expedición Pedro de Valdivia, que habiéndose casado nada menos que con la princesa Sazil Há, hija del cacique maya Nachan Can, fue reacio a integrarse a las incursiones de Hernán Cortez, oponiéndose además férreamente a sus desmanes. Al tener ya una familia de estirpe maya-española a la que defendió y amó, se le considera el verdadero iniciador del mestizaje en nuestras tierras.

Siendo Chetumal una tranquila ciudad caribeña con tranquilas casitas de madera pintadas con vistosos colores, recientemente, en 1955, recibió la terrible visita del “Huracán Janeth” que destruyó casi por completo la región, habiéndose tardado los años enteros en su dolorosa  reconstrucción. Después de este terrible desastre, su fisonomía fue convirtiéndose paulatinamente en  construcciones de cemento y concreto que lógicamente hacía que su rostro fresco y original fuera cambiando con paso del tiempo.

Sin embargo, ahora, su gran malecón a la orilla de la enorme y tranquila bahía azul de escaso fondo, con sus bien cuidados jardines y modernas esculturas, y su extraordinario Museo de la Cultura Maya, hacen sentir que se está en una tranquila y moderna ciudad que plácidamente invita a quedarse a vivir en ella.

Cosa muy digna de admirar es la controvertida mega escultura de Sebastián, que en una península prefabricada sobre la bahía, parece proyectarse al infinito en homenaje al mestizaje sucedido en estas tierras,

Siendo actualmente una estructura de fierro que pareciera etérea, se lanza hacia los cielos formando una imponente cruz que recuerda la mezcla de las dos culturas en la inmensidad del horizonte, culminando con un enorme domo superior que casi con dolor parece estarlas integrando.
El proyecto es supremo, y las políticas, como siempre, abrumadoras, pero “si las cosas que valen la pena se hicieran fácilmente… cualquiera las haría” decía el célebre Anthony Queen en aquel famoso comercial.

De que el monumento es genial, ni duda cabe; y de que las políticas son horrorosas, tampoco duda alguna cabe. ¡Ojala que pueda llegar a feliz término!

Y… caminando y caminando a lo largo del hermoso malecón, casi sin sentirlo se llega a la antigua ciudad maya de Oxtanká.  El sincretismo de sus construcciones muestra claramente a las dos culturas que nos precedieron: la original de nuestras tierras, y la importada del oriente. Grandes y bellas edificaciones urbanas y ceremoniales mayas, parecen querer integrarse a los arcos -que los mayas desconocían- admirables  de las construcciones que motivaban a los conquistadores a continuar en su empeño colonizador.

Grandes, interesantes y bellas cosas parecen ocultarse en aquellos escondidos y aparentemente olvidados rincones de nuestro México.
Cómodos vuelos directos actualmente pueden colocarnos en un santiamén en la bella Chetumal que…
¡Vaya que vale la pena…!

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