Suplementos | Por: Pedro Fernández Somellera De viajes y aventuras Un bonito paseo aquí cerquita y con buena vista Por: EL INFORMADOR 28 de febrero de 2010 - 07:39 hs No es necesario recorrer mucho camino para estar trepado en la montaña entre pinos cedros y robles, sobre las enormes rocas que en caída casi vertical dejan divisar el vasto panorama de playas, lagunas y serranías lejanas que invitan a dejar vagar el sentimiento para poder soñar con formas celestes o fantasmagóricas en las nubes que -payaseando y a su antojo- modelan el paisaje poniéndole algodones a los santos de los cielos, y luces y sombras a las arenas de los poetas de la tierra. Sin embargo, debo aclarar, que ahí trepados en esas rocas puede ser muy fácil confundir a los unos con los otros. La carretera que va hacia el Sur, o sea hacia Colima, se divide en el kilómetro cuarenta (así decíamos antes) a la derecha para ir hacia donde les voy a platicar, y a la izquierda, que es la de cuota, prisuda y velozmente va hasta… hasta no sé dónde. La de la derecha es la buena; sigan por ella hasta llegar a unos desviadores modernísimos -que al igual que los celulares nuevos, que con tantas opciones, a la hora que quieres decidirte por lo que querías ya se te olvidó que era lo que querías- donde deben de seguir en dirección Colima libre, en donde, unos cuantos kilómetros adelante, se encontrarán a mano derecha una desviación que va a Atemajac de Brizuela. “Por ay” síganle, sube y sube por la montaña divisando bonitos panoramas a uno y otro lado, pero… aguas, no se distraigan por que la carretera es medio peligrosa. “Pasandito” la desviación que va a Atemajac (que en mi opinión, y sin restarle méritos al insigne Brizuela, ilustre hacendado que se partió -y le partieron- la esa defendiendo los ideales mexicanos de justicia y libertad, se pudiera llamar un poco más eufemísticamente Atemajac de la Sierra), encontrarán un desviación -ya de brecha- que va hacia el padrisímo fraccionamiento campestre ecológico que se llama École. Síganle por ahí unos 7 km. más hasta llegar y si quieren échele un ojo a École aunque sea de pasadita, porque vale mucho la pena; o si no se les antoja, en esa desviación sigan hacia la derecha por la misma brecha disfrutando de los paisajes (unos boscosos y otros asesinados por los criminales talamontes inconcientes, que paso a paso destruyen nuestra única casa) hasta llegar a una pequeña pero bonita presa en donde, aunque todo mundo te diga que es hacia la “izquierda”, sigan por la “derecha” rodeándola hasta y encontrar detrás de ella una enorme puerta de trancas horizontales, que quien te acompañe la tendrá que abrir empujándola “arriba y adelante” (que surrealistas tiempos políticos aquellos). Síganle por ahí transcurriendo entre bucólicos paisajes pastorales (que cursi) hasta el borde del acantilado, en donde -detrás de una enorme cruz de hojalata que en lugar de inspirar atemoriza- encontrarán el panorama sobrecogedor que estoy seguro que les invitará a sentarse un rato en silencio, para tratar de realizar -en su mente electrónica, abrumada de información, prisas y necesidades inventadas- la maravillosa simpleza y grandiosidad del mundo en que vivimos. Ufff… descansen ahí un rato, sin decir nada ni oír a nadie. Busquen con inocencia figuras en las nubes. Traten de encontrar algunas de las cosas interesantes que se ocultan entre las arenas lejanas. Suban al Nevado con las alas de su imaginación. Sientan el frescor del viento. Huelan el olor de la tierra húmeda, y también el de las plantas que inconcientemente machacaron al pasar. Denle un zapatazo al esterio que alguien tontamente trajo, y… oigan; oigan lo que no se oye, y vean lo que no se ve. No pasa nada. Todo está en calma. Tranquilo. No pasa más que lo que pasa. Nosotros somos lo único que pasa, lo demás siempre ha sido y será. ¡Gócenlo. Gócenlo mientras pasa…! Este es un viaje aquí cerquita y a la vez muy lejano, en donde no se necesita ni alcohol ni hierba. Donde solamente se necesita estar, estar y realizar; y gozar de ese estar sobre las enormes rocas frente al abismo, viendo con los ojos que -posiblemente sin darnos cuenta- tenemos en el corazón. Ojalá que lo puedan disfrutar…! deviajesyaventuras@informador.com.mx Temas Turismo Pasaporte De viajes y aventuras Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones