Domingo, 02 de Noviembre 2025
Suplementos | Por:Pedro Fernández Somellera

De viajes y aventuras

Una cueva y una olla En la sierraTarahumara

Por: EL INFORMADOR

Al caminar por allá por las tierras de los tenaces y duros rarámuris, sería insensato el no extasiarse  contemplando las grandes paredes rocosas, escarpadas y agresivas, de los zigzagueantes cañones y barrancas que parecen consumirse entre las  fantásticas perspectivas silenciosas de la Sierra Tarahumara.

Otra impresión puede ser cuando a la mitad de uno de esos acantilados en la lejanía, se divisa una curiosa oquedad en la roca; y al fijar la vista en ella, ciertas formas rectilíneas (que son muy raras en la naturaleza) se vislumbran en el interior. Al usar unos miralejos, se nota que esas extrañas formas son ¡casas! Casas y viviendas de seres como tu y como yo, que viven (si, actualmente en algunas de ellas aún viven) o han vivido en aquella cueva; y ahí ha sido en donde sus moradores se han sentido confortables y protegidos de los enemigos y de las inclemencias del tiempo.

¿Curioso? A ellos, también les parece curioso que nosotros vivamos hacinados en una apestosa selva de concreto, agobiados por las prisas y el insaciable afán de tener más.
 En fin… dejemos usos y costumbres diferentes y platiquemos de esta caverna, que su signo distintivo es el tener una gran olla-horno en el centro de la “plaza central” del caserío.
 Esta cueva, es una de los socavones que fueron habitados por los primeros pobladores de nuestro México, aprovechando las cavidades naturales de la roca caliza de la región El apogeo de estas culturas sucedió allá por los años 900 de nuestra era.

Es admirable como en esa época remota y con su primitiva tecnología, pudieron hacer magníficas construcciones de hasta dos y tres pisos, entre los vanos de las paredes de piedra caliza, logrando así abrigo y protección natural.

De asombrar son las ingeniosas instalaciones que fueron hechas, tanto para el manejo de las aguas de uso, como para las aguas potables y para los drenajes.
En ésta cueva, donde posiblemente habitaban al menos treinta gentes, hay un singular granero de bonita forma armónica, que está situado en la explanada al frente de la cueva. Y aunque tiene la apariencia de una enorme olla, era usado cómo almacén de granos.

Es de notar que estas culturas, que bien pudieron ser anazasi, mogollón, hohokam o paquimé, construían sus viviendas de formas rectangulares tan solo con barro apisonado, y carecían de toda estructura vertical. Sus puertas tenían una característica forma de T, quedando la parte más estrecha a la altura de piernas y pies; se desconoce cual era el objeto de estrechar este paso.

Llegar a la Cueva de la Olla desde Guadalajara, es bien fácil y vale la pena:

Hay que salir rumbo a Lagos de Moreno, luego Agascalientes, Zacatecas, Fresnillo, Durango, Torreón, Ceballos (pasando por la zona del silencio), Jiménez, Camargo, Delicias, y Chihuahua; y luego, un poco más al norte, hay que llegar a Casas Grandes y Paquimé. De ahí hay que darle hacia el sur por una carreterita que va rumbo a Madera, y en el kilómetro 10, vuelta a la derecha por una terracería que desaparece a los 3 Km. para volverse un estrecho camino y sumamente pedregoso que va bordeando los cerros entre paisajes primorosos, para después de 50 Km. y tres horas de brincoteo incesante, llegar a un pequeño caserío que le dicen El Willy, pero que se llama Ignacio Zaragoza; ahí, alguien le dirá que ya falta poco para llegar a la cueva, y en realidad si es bien poco; una media hora más de un buen camino donde se sortean, casi a cero por hora, grandes pedruscones y lodazales hasta llegar a “una casa blanca y quemada” con una puerta de madera desvencijada que anuncia que… ya falta poco; y de hecho unos cuantos kilómetros más entre los arroyitos pedregosos del fondo de la barranca, se llega a donde está Ramiro, que es el que cuida la cueva, quien con alegría y optimismo nos indica que ya nomás falta un cachito andando para subir hasta la pared del acantilado donde está la Cueva de La Olla.

Recomendamos ponerle gasolina al coche y tomarse un tentempié antes de salir, por aquello de que no te entumas. Pero eso si… no hay moscos en todo el camino.

deviajesyaventuras@informador.com.mx

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