Lunes, 16 de Junio 2025
Suplementos | Pedro Fernández Somellera

De viajes y aventuras

“Con tiento… que está apolillado el santo”

Por: EL INFORMADOR

En días pasados platicábamos de lo que le está sucediendo a nuestras maravillosas e irrepetibles costas del pacífico; y ahora que se está haciendo una a carretera de cuatro carriles entre Sayulita, Higuera Blanca, Pazcuarito, Litibú y Punta Mita, las cosas se están poniendo “color de hormiga”  para las especies que ahí, desde tiempos inmemoriales, que están acostumbradas a habitar en el lugar. Cangrejos apachurrados, venados espantados, jaguares y pumas extinguiéndose, conejos, tacuaches y armadillos aterrorizados, aves huyendo de los estruendos vehiculares, plantas perdiendo sus hábitats naturales, y un sinfín de etcéteras abrumadores.

La verdad es que habemos muchos que valoramos las selvas, los animales que la habitan, y la belleza de apreciar las cosas d-e-s-p-a-c-i-t-o. Y aunque la velocidad tampoco es despreciable, es bueno entender que todo debe de tener su tiempo y su lugar. Eso, los animales humanos lo debemos de entender.

Es bueno comprender que cuando toca la hora de la siesta… toca la hora de la siesta; y que a la hora del reventón, pos` hay que entrarle con todas las fuerzas hasta que el cuerpo aguante; eso está clarísimo. Pero nunca, nunca hay que revolver las cosas; y… como dice Dehesa: si hoy toca… pos`hay que dedicarle cuerpo y alma al asunto, pero… nunca, nunca hay que revolverle. En éste caso, autoridades y fraccionadores están revolviendo el hambre con las ganas de comer.

Estoy de acuerdo en que las playas tan bonitas hay que hacer que el turismo las disfrute, pero … ¿Por qué con tanto sobresalto? ¿Cuál es la prisa?
¿Cuál es lo bonito de esas playas?... Pos la calma y la tranquilidad que ellas encierran; el entorno maravilloso que las rodea; la maravilla de naturaleza de los alrededores; el pisar la arena “pata a raíz”;  tomarse un coco en santa paz; o ver las olas tranquilamente con la mirada destantiada, y el sentir que… aquí no pasa nada. Tirarla de lo lindo sin que nos abrume el américan stress, ni los vaivenes de la bolsa, los eslimes, los robertos no se que, y los fraccionadotes no sé cuantos. Y eso… todo eso… se está perdiendo; se está perdiendo en los avatares de los dineros y del tener y tener y más tener (?)
Podremos hacer fraccionamientos y marinas y desarrollos formidables, si, pero… Y ¿La naturaleza natural? ¿Lo que realmente concierne al animal-hombre? ¿Como se puede volver a hacer? No. No. No. Eso se pierde para siempre. Ejemplos vivientes de eso los tenemos a puños y en nuestras narices.

No es justo el pensar en que “yo hago mi desarrollo porque me voy a ganar unos cuantos milloncejos, que si no me los llevo a la tumba, los repartiré entre mis allegados quienes se perderán en la vida entre los mares de billetes que nunca merecieron”. ¿Y la naturaleza que es de todos?... Ya se perdió; y esto (insisto) es para siempre.
Ejemplos de tragedias como ésta nos sobran a nuestro alrededor, y no son cosas de ahora pronto. Me imagino que el destruir todas esas selvas es como si llegáramos a un banquete a hacer tacos de caviar, o a comer a puños destrozando los platones que nos sirven, o hacer las cubas con champán.

Que bonito sería apreciar las playas, las costas y la selva … con delicadeza, y de ella tomar las cosas buenas y disfrutarlas elegantemente, sin maltratarlas y pensando en los que vendrán más tarde.

Una carretera de baja velocidad por aquí. Un puente para los animales por allá. Un pequeño camino permeable para llegar al fraccionamiento tal. Una luz que no moleste en éste lugar. Un camino por donde circulen los peatones por aquí. Para los ciclistas esta veredita por allá. Una banca para admirar las aves en éste lugar. Otra para divisar el mar desde aquí mientras platicamos con los lugareños. Otra muy cómoda para oír la banda frente al kiosco, y cosas así de sencillas que son invaluables, y que además son el lujo que los viajeros internacionales y sofisticados tratan de localizar, porque… para pavimentos, cuatrocarriles y luces neón, ya hay otros miles  de lugares.

No hay que ser. Hay que maliciarle al futuro. No caigamos nosotros, hombres-animales, autoridades y desarrolladores, en esa falacia del ser y del tener en este instante. Pensemos, aunque sea un poco en lo que vendrá más tarde.
“Con tiento… que está apolillado el santo”, dicen las viejas y sabias consejas.

Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde, dicen otras.

deviajesyaventuras@informador.com.mx

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