Domingo, 12 de Octubre 2025
Suplementos | “Yo te lo mando: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!”

Cristo perdona y cura

Cristo no permaneció indiferente ante la fe y la audacia del enfermo y sus portadores

Por: EL INFORMADOR

.  /

. /

Es el séptimo domingo ordinario del año y ya el miércoles entra la cuaresma.

En el evangelio de San Marcos hay un milagro más, de los muchos por obra del amor misericordioso del Señor Jesús.

Es una escena conmovedora. Mientras Cristo enseñaba su doctrina, “le quisieron presentar a un paralítico que iban cargando en una camilla. Pero como no podían acercarse a Jesús, por la cantidad de gente, quitaron parte del techo encima donde estaba el Señor y por el agujero bajaron al enfermo con todo y camilla”.

Los cuatro que lo llevan tienen confianza, creen, esperan que el poder divino pueda hacer lo que no han podido los poderes humanos. Con audacia recurren a esa forma extraña de casi obligar al Maestro a ser atendidos.

Los cuatro, además, manifiestan una virtud: la compasión. Compadecer es padecer, aunque sea un poco, con el que sufre. No solamente reír con el que ríe, sino hacer propio el dolor ajeno y disponerse a hacer algo en bien.

Cristo no permaneció indiferente ante la fe y la audacia del enfermo y sus portadores, y respondió:

“Hijo, tus pecados te son perdonados”

Estupefacción y extrañeza en unos y escándalo en otros, fue la reacción de los allí presentes. Unos esperaban la curación de aquel cuerpo. Porque no podía moverse, caminar, querían verlo sano como sanos eran ellos. Y el Maestro perdona los pecados.

Otros, los siempre atentos para ver si sorprendían al Señor en error, en herejía, en algo contra sus tradiciones y costumbres, preceptos meramente humanos. Ellos se escandalizaron y comenzaron a pensar: “Eso es una blasfemia...

“Quién puede perdonar los pecados, sino solamente Dios?”

Y en esto tenían razón.

San Agustín, en su escrito contra el maniqueo Fausto, da una amplia y profunda idea sobre el pecado. Dice así: “Pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como una palabra o un deseo contrarios a la ley eterna”.

Más simple: el pecado es una ofensa a Dios. “Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces”. Así exclama David, arrepentido al reconocer su doble pecado: adulterio y homicidio.

El ofendido es Dios, y sólo Dios puede perdonar la ofensa. Es un acto de rebelión. La criatura, pequeña, se enfrenta a su Hacedor; se olvida de todos los beneficios recibidos y actúa con ingratitud y temeridad.

Mas el Hijo de Dios vino a la tierra para vencer al pecado con su pasión, con su cruz; con su muerte brotó una fuente inagotable de perdón.

Y vino allí, ante la multitud que esperaba la curación del paralítico, la respuesta del Maestro para unos, para otros, para todos: “Y, ¿por qué piensan así? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico ‘tus pecados te son perdonados’, o decirle ‘levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’?”.

Pues bien, para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, le dijo al paralítico:  

“Yo te lo mando: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!”

Fueron en busca de un milagro, y en premio a su fe recibieron dos milagros, dos curaciones milagrosas. Era más importante curarle el alma y el Maestro  la curó con el perdón, y luego curar el cuerpo. Saltando de alegría se fueron el recién sanado y los cuatro que lo llevaron cargado.

El imperio de una voz se dejó oír con un verbo: “¡Levántate!”.

En veinte siglos del cristianismo, y de miles de formas, ese mandato imperioso de Dios ha levantado a muchos.

El perdón de Dios levanta personas todos los días. Cristo está más deseoso de perdonar, mucho más que los pecadores el querer ser perdonados.

Cristo espera para perdonar: se sentó en el brocal del pozo de Jacob, con el calor del medodía, a esperar. Una mujer con el cántaro al hombro yacía caída en el pecado. Allí el Señor la levanta.

Cristo busca. Así les contestó a los necios que lo criticaban porque comía y bebía con los pecadores. “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar a los pecadores”.

Entonces, después, ahora, siempre, Cristo busca al pecador para levantarlo, para darle el perdón absoluto, un olvido total para todo lo pasado.

Alguien, al sentirse perdonado, escribió: 

“Aquí se lava todo, todo queda borrado,
la mancha y el zurcido, el crimen y el pecado.
Aquí se leva todo. Empresa de lavado.

“¡Nunca hemos visto cosa igual!”

Así fue la exclamación de los allí presentes. Ante sus ojos, ante sus mentes, se manifestó el Hijo de Dios, todo amor, salud para el alma, salud para el cuerpo.

El Señor busca,llama, pide.

Lope de Vega, gran poeta del Siglo de Oro de España, escribió este soneto:

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

¿Qué interés te sigue, Jesús mío,

que a mis puertas, cubierto de rocío,

pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,

pues no te abría! ¡Qué extraño desvarío,

si de mi ingratitud el hielo frío

pasmó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Angel me decía:

“Alma, asómate ahora a la ventana,

veras con cuanto amor llamar porfía”!

¡Y cuántas, Hermosura soberana,

“Mañana le abriremos” respondía...

para lo mismo responder mañana”!

José R. Ramírez Mercado

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones