Lunes, 13 de Enero 2025
Suplementos | Una experiencia que va más allá de lo sensible

Conocer a Jesús

Implica tener esa experiencia personal con Él, una experiencia que va más allá de lo sensible

Por: EL INFORMADOR

Es triste, y por lo demás, desconcertante, constatar cómo muchas personas que han sido bautizadas y que se reconocen como cristianos, e inclusive participan regularmente en actos de culto, no conozcan a Cristo, y sólo sepan superficialmente quién es, qué hizo, cómo vivió, qué pretendió con la obra que realizó, etc. De ahí podemos deducir muchas cosas de nuestra realidad como Iglesia y como sociedad “cristiana”.

Hemos insistido en repetidas ocasiones, que en la Biblia el verbo “conocer” significa “haber tenido una experiencia personal y cercana con el otro”; podríamos decir, “de corazón a corazón”, y no tanto como se interpreta en nuestra cultura: una acción del intelecto que nos permite saber quién es, cómo es, qué piensa, cómo actúa, etc., alguna persona con la que nos relacionamos.

Conocer, pues, a Jesús, implica tener esa experiencia personal con Él, una experiencia que va más allá de lo sensible –aunque suele ser muy emotiva y fascinante—; es algo sublime, espiritual, sobrenatural, podríamos aseverar que divina, aunque no la podamos definir, precisamente por ello.

A partir del hecho de experimentar a Jesús y al amor de Jesús, es que se pone en acción toda nuestra persona: corazón, espíritu, alma y cuerpo. Y es entonces cuando nuestra inteligencia, con su capacidad de conocer e interpretar, puede acceder a los medios de que se disponen para saber, intelectualmente, todo acerca de Jesús.

De tal manera que, para quienes desconocen a Jesús tal y como es, por la falta de esa experiencia, fácilmente tergiversan su persona, su imagen, su doctrina, su plan de salvación, sus hechos y dichos, su misión.

Ello, amén de quienes, aunque sí lo conozcan, lo aceptan tan sólo en aquello que les conviene, que no va en contra de su comodidad y sus particulares intereses y criterios. Como es el caso de los que aún reconociéndolo como un gran profeta --es decir aquel que habla en nombre de Dios y denuncia lo que está en contra de su plan--, prefieren proclamarlo como Rey; y no es que no lo sea, sino porque ellos prefieren tener a un Rey que, además, es todopoderoso, bondadoso, magnánimo, y sentirse “hijos del Rey”, que a un profeta que les anuncia la verdad y denuncia todas sus desviaciones, equivocaciones y pecados y que les manda aceptar la cruz para ser sus discípulos.

Francisco Javier Cruz Luna

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