Suplementos | Misterios como de cuento de hadas en cada una de las puertas Chefchaouen: misterioso pueblo azul Misterios como de cuento de hadas en cada una de las puertas Por: EL INFORMADOR 8 de marzo de 2015 - 01:53 hs Envueltos en sus chilabas, el mundo entero gira en torno al juego de damas. EL INFORMADOR / P. Fernández GUADALAJARA, JALISCO (08/MAR/2015).- El revuelto cajón de las fotos, maravilloso tesoro que puede hacernos retroceder a momentos casi olvidados, y llevarnos como cuento de hadas a lugares que, aunque fueron vividos con intensidad, el ingrato polvo de la memoria los hace aparecer lejanos —y hasta un poco extraños— entre el delicioso revoltijo de experiencias que hemos tenido la suerte de vivir. Aunque hace ya mucho tiempo que han estado soterradas unas fotos contra las otras entre los estratos geológicos de la historia familiar, repentinamente aparecieron intensamente vivos desde la oscuridad de aquel cajón. Nuestro viaje al África volvió a mi mente cuando, debajo de un montón de fotos tan diversas como Sayulita, Everest o Xilitla, aparecieron las imágenes de las paredes azules de un lugar tan lejano como Chefchaouen; misteriosa (y bella) población en la región del Rif, a las faldas de los Montes Atlas en el Norte de Marruecos. Sus viejas casas (azules por supuesto) escondidas entre los intríngulis de callejones y veredas que —como por arte de magia— te llevan siempre a la “medina” (Centro de la ciudad) precipitándote, como si fuera una máquina del tiempo, hasta el más remoto pasado que pudieran imaginar. Chefchaouen fue el primer contacto que tuvimos con África, fue un “shock cultural” de padre y señor mío que francamente no esperábamos. Si bien en días anteriores habíamos estado en España, en lugares que una vez fueron parte de “Al Andalúz” donde prevaleció la cultura y dominio árabe por tantos siglos; y el hecho de también haber vivido el carácter tan vital que aún prevalece en las poblaciones de Algeciras y Tarifa en la mera puntita sur de la península ibérica… fuimos trasladados (sin decir agua va con todo y nuestro camión-casa) en el destartalado ferry que cruza el estrecho de Gibraltar, hasta el puerto de Ceuta en la punta norte y mediterránea del África en donde… a las primeras de cambio una punta de mozalbetes trataron de asaltarnos rompiendo los vidrios de nuestra casa rodante; por fortuna excepto los cristales rotos, sin mayores consecuencias. ¡Bienvenidos a África! parecían estarnos diciendo. Sin intentar alguna averiguación, salimos destapados de Ceuta —posesión española— para adentrarnos en el cautivador desierto del Sahara, en donde estábamos seguros que nos esperaban aún más sobresaltos entre la inmensidad de sus arenas. La primera población que encontramos fue Chefchaouen, en donde sin demora, un par de tipos envueltos en sus “chilabas” (su vestimenta típica) se acercaron ofreciéndonos con voz misteriosa y queda… hachís. Hachís, hachís, hachís… jadeaban por todas las ventanas mientras se abrían sus chilabas para mostrarnos sendas charolas ocultas conteniendo bien amasados trozos de la famosa pasta de canabis índica color café (curiosamente el Corán prohíbe el alcohol pero no el quif hachís). Las callejuelas al atardecer se veían tenebrosas. Los personajes envueltos en sus chilabas nos parecían monjes demenciales. Los azules de calles y viviendas, hacían parecer fantasmagórico el lugar a donde habíamos llegado. Una pequeña plaza en la medina frente al cuartel de policía, nos dio una cierta tranquilidad para estacionarnos y pernoctar. Así lo hicimos bajo un parpadeante farol opaco de insectos y mariposillas de la luz. Tres fuertes toquidos en la puerta del camión a la media hora de estar ahí, nos pusieron el corazón en la garganta. El valiente capitán (yo), salió tembloroso a responder… Era el amable jefe de la policía que nos quería decir que podíamos estar ahí con toda tranquilidad; y repetía que además éramos… ¡más que bienvenidos…! Fiiiuuu… Después de aquel "shock" cultural al que pronto nos acostumbramos, el Chefchaouen misterioso nos recibía con los brazos abiertos. Estábamos en el otro mundo llamado África, en donde las cosas son simplemente diferentes a las que estamos habituados. Gozo grande fue en los días siguientes salir a caminar entre la gente por aquellas callejuelas como salidas de un cuento, en donde, envueltos en sus chilabas (para nosotros tan extrañas) aquellos personajes misteriosos amablemente nos saludaban con un “salám m`aleicom” tocándose al mismo tiempo el corazón con su mano; a lo que cortésmente respondíamos con otro “m`aleicom salám” que —aunque tiene muchas acepciones— quiere decir algo así como “la paz de Alá sea contigo”… a lo que se responde… “que Alá te bendiga a ti también”. Nos gustó mucho el hecho de tocarse el corazón al decirlo. Cuerpos envueltos. Voces extrañas. Sonidos desconocidos. Olores diferentes. Exóticos platillos de “tajín” (tahsín) rebosantes de verduras mezcladas con “cous-cous”. Ojos pintados con “kohl” y rostros bereberes de bellas facciones, formaban el conjunto misterioso y arrebatador de una de las ciudades más extraordinarias que hemos conocido. Me llena de alegría compartir con ustedes todas esas vívidas imágenes que inesperadamente surgieron del revuelto cajón de fotos de la cómoda de la entrada. Temas Pasaporte De viajes y aventuras Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones