Suplementos | Estas ruinas. Antonio Ortuño Campeones del pretexto Hemos de reconocer que vivimos en una sociedad llena de cracks del pretexto Por: EL INFORMADOR 31 de enero de 2016 - 00:22 hs De noviembre a febrero, el frío les provocaba infecciones respiratorias de toda clase, desde la gripita a la neumonía. ESPECIAL / GUADALAJARA, JALISCO (31/ENE/2016).- Recuerdo haber inventado numerosos pretextos infantiles para no ir a la escuela. Cosas como toses repentinas, dolores inexplicables y hasta permisos dudosos. Pero, francamente, no recuerdo haberlo hecho nunca en mi vida laboral. Y no es que quiera posar aquí de cumplido y formal (he tenido la fortuna de compartir empleo con grandes profesionales que hacen que uno se sienta un novicio a su lado), sino que tuve la suerte de dedicarme a una materia que me parece interesantísima, como el periodismo, que lo enreda a uno y llega a provocar entre quienes lo practicamos una obsesión magnética. Y, por ello, uno acaba por excederse en las horas de trabajo no pocas veces (seguro que más de un lector querrá compartir anécdotas de periodistas flojos, que también los hay, pero en defensa del gremio diré que la ausencia de horarios fijos que padecemos suele ser causa de que uno trabaje más veces horas extra que de lo contrario…). Hemos de reconocer que vivimos en una sociedad llena de cracks del pretexto. Jefes y trabajadores por igual somos estupendos para improvisar historias que justifiquen nuestros retrasos, salidas apresuras y ausencias totales. Antes de enumerar algunas de las mejores que conozco, cabe hacer una aclaración. Este diario publicó en el año pasado esta información: “Los mexicanos son los trabajadores que más horas trabajan al año en los países de la OCDE, con un total de dos mil 327 horas, pero también los que tienen los salarios más bajos, con 12 mil 850 dólares en promedio en el mismo periodo” (EL INFORMADOR, 9 de julio de 2015). Es decir, somos expertos en hacernos patos pero hay razones de por medio. Esta desproporción entre la eternidad que pasamos en nuestros empleos y la mala remuneración comparativa que recibimos por ello me quedó clarísima cuando tuve que trabajar, hace más de un decenio, en la misma oficina que una pareja inolvidable. Los llamaré el Subversivo y la Abnegada (él reverenciaba al Che y ella se la pasaba hablando de las malcriadeces que le hacían sus hermanas). No eran amigos ni amantes y ni siquiera se caían bien y, sin embargo, pasaban juntos todo el día, en escritorios que se miraban el uno al otro. Ella tenía que contestar un teléfono y anotar ciertos datos que le pasaban. Él tenía que contestar otro teléfono y anotar otros datos distintos. A ninguno le gustaba su trabajo en lo más mínimo y ambos compartían la pulsión malévola de no presentarse a realizarlo cada vez que hubiera modo. Lo aprendimos de la manera ruda: el Subversivo y la Abnegada eran más frágiles y enfermizos que el gran Yayo de la Torre (aquel delantero que se pasó media carrera lesionado) y eran necesario salir al quite y cubrirlos al menos una vez por semana. De noviembre a febrero, el frío les provocaba infecciones respiratorias de toda clase, desde la gripita a la neumonía. En abril comenzaban las afecciones intestinales por culpa del calor. Nunca vi personas más susceptibles al clima. El Subversivo, por ejemplo, una vez se enfermó en época tibia, por ahí de septiembre, y lo atribuyó a estar “destemplado”. También decían que se les morían los parientes. Durante el tiempo en que compartí oficina con ellos afirmaron haber perdido abuelos, tíos, padrinos, primos segundos y un cuñado. La Abnegada, además, padecía unas migrañas de época y se pasaba la vida en la sala de espera del Seguro Social o en la Cruz Verde. Sólo un día al año se les veía sanos y rozagantes: en la posada invernal de la oficina bailaban como campeones y eran los reyes de la pista. Unos cinicazos, pues. Pero qué quieren: a estas alturas, los recuerdo casi con cariño. Temas Tapatío Antonio Ortuño Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones