Domingo, 02 de Noviembre 2025
Suplementos | Las prisiones son cedidas a los criminales por la incompetencia de la autoridad

Agujeros oscuros

Las prisiones son espacios cedidos al autogobierno de los criminales por incompetencia o sumisión de la autoridad y por indiferencia de la sociedad

Por: EL INFORMADOR

De la misma manera en que se compra a un policía municipal, la estructura de los penales es un producto más a disposición del dinero. ESPECIAL / J. López

De la misma manera en que se compra a un policía municipal, la estructura de los penales es un producto más a disposición del dinero. ESPECIAL / J. López

GUADALAJARA, JALISCO (14/MAY/2017).- En una fotografía, el símbolo de nuestra renuncia. En una fotografía, la podredumbre del sistema carcelario en México. Música, alcohol, armas y odas al Cártel Jalisco Nueva Generación. La imagen es escalofriante: el Penal de Máxima Seguridad de Puente Grande en manos de un grupúsculo de narcotraficantes. ¿Es posible una muestra más clara del crimen doblegando a las instituciones? El espacio de la sanción convertido en una parranda desafiante.

Es imposible revisar el “Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria” sin sentir escalofríos. Del análisis que realiza la Comisión Nacional de Derechos Humanos se desprende que las cárceles son ingobernables y están lejos de ser espacios de reinserción social. Sin matices, las cárceles en México son un fracaso. Conjugan todo aquello que simbolizan su fiasco: autoridades infiltradas que trabajan para el crimen; negocios opulentos que llenan las arcas de los grupos delictivos; jóvenes pobres que tienen que arreglarse con el lugarteniente para asegurar la supervivencia; criminales que viven como reyes en clara burla al sistema; individuos reinsertables en sociedad que se corrompen; inocentes que sufren en soledad. Nuestras cárceles son el reflejo más acabado de un sistema podrido.

El fracaso del sistema penitenciario en México tiene una clara dimensión institucional. Al igual que las corporaciones policiacas o los ministerios públicos, el sistema carcelario forma parte de una red de corrupción e inoperancia que tuerce la justicia a fondo. De la misma manera en que se compra a un policía municipal, la estructura de los penales es un producto más a disposición de las fajas de dinero del crimen. Un sistema colapsado por la sobrepoblación carcelaria (201 reclusos por cada 100 mil habitantes) y de los cuales cuatro de cada 10 tienen menos de 29 años. La dimensión institucional es clave para entender la cooptación y la ingobernabilidad de los penales.

Sin embargo, hay una segunda dimensión relevante: la indiferencia social. Aunque nos cansemos de decirlo, somos un país que no cree en la reinserción. Dentro del sistema penitenciario mexicano se extiende la idea del castigo y la sanción, más que la posibilidad de la reinserción. Una nación que exige que alguien pague, muchas veces sin importar si es inocente o culpable. De acuerdo a la Auditoría Social de la Federación, el número de presos reincidentes se multiplicó por 600 en el periodo 2007-2014 y la propia ASF calificó “el sistema de reinserción social de un fracaso”. ¿Alguien se escandalizó por eso? Nadie.

Los presos quedan estigmatizados, hayan sido culpabilizados por un sistema corrupto o bien hayan concluido sus penas, les cuesta retomar su vida, reincorporase al mercado laboral y ser útiles a la sociedad. Atravesados por clichés conservadores, una mayoría social piensa que es inútil prestar atención a las prisiones. Nuestra indiferencia ante lo que sucede ahí es el embrión del fracaso del modelo de reinserción social.

Y también existe una dimensión política. La reinserción social no da votos. Respetar los derechos humanos y recuperar la gobernabilidad de los centros penitenciarios no suscita el aplauso colectivo. ¿Usted se imaginaría un político que comenzara una campaña pidiendo recuperar las cárceles como un modelo para tener una sociedad más justa y en paz de cara al futuro? ¿O quien saliera a defender al 40% de los presos en México que no tienen sentencia? Preferimos que los centros penitenciarios sean agujeros negros que no ameritan ni preocuparnos por ellos hasta que explota un escándalo, hay un motín o un reventón que trascienda a la prensa.

Las sociedades más justas son también las que mejor desarrollan sus modelos de reinserción social. En las cárceles nos jugamos más que un sitio para castigar a los malos. Prisiones convertidas en escuelas del crimen sólo reproducen los problemas sociales y nos condenan a tener un país de resentimiento, violencia y frustración. Nuestra indiferencia es el mejor contexto para la continuidad de un modelo que no reinserta criminales, sino que los reproduce. México se juega su futuro en el sistema penal y de justicia, en donde la reinserción social juega un papel central. Las cárceles no pueden ser más agujeros oscuros.

Enrique Toussaint

Tapatío

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