Jueves, 15 de Mayo 2025
Suplementos | Los pecados capitales son, defectos en nuestra naturaleza humana

Acerca de los Pecados Capitales

Con frecuencia que el ser humano tiene una tendencia natural hacia lo que no lo ayuda a ser mejor como persona

Por: EL INFORMADOR

Se dice con frecuencia que el ser humano tiene una tendencia natural hacia lo que no lo ayuda a ser mejor como persona, y que por eso tienen que darse tantas normas de vida, recomendaciones y hasta castigos. No estamos seguros de que sea de otra manera, pero sí podemos afirmar que también, con la misma frecuencia, el ser humano tiene la tendencia natural hacia lo que es intrínsecamente bueno.

Por ejemplo, cuando los estudiantes de cualquier nivel educativo copian de manera sistemática en los exámenes, rápidamente podemos decir que es por la tendencia natural al mal, ya que copiar es una forma de mentir, engañar y cometer un fraude. Existen dos reacciones que ninguno de quienes hemos pasado por las aulas podemos negar. Cando recibimos el resultado obtenido por medio del fraude escolar, momentáneamente se tiene una reacción de euforia por la buena calificación. Esta emoción es efímera. En el fondo sabemos que se actuó mal, que hubo engaño; y ese sentimiento, que hacemos todo lo posible por minimizarlo o ahogarlo, permanece por periodos prolongados, a veces durante toda la vida. Su perenne presencia nos aleja de la felicidad verdadera.

Sí, tenemos tendencia a lo “malo” porque, a veces, es lo más fácil o es lo que trae una satisfacción inmediata, como en el caso anterior, además de que es lo que se celebra socialmente, como borracheras entre adolescentes y negocios ganados a base de mentiras o dolo entre adultos. Al final, sabemos que eso no está bien, y nuevamente esa voz interna llamada conciencia nos aleja poco a poco de la felicidad verdadera.

Así, una primera aproximación a los pecados capitales tiene que ver con que éstos son a los que la naturaleza humana se inclina principalmente. Santo Tomás y san Buenaventura señalan siete pecados capitales: soberbia (arrogancia o vanagloria), avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia e ira. El nombre de “capital” no se refiere a la magnitud del pecado, sino a que da origen a muchos otros pecados. De acuerdo con santo Tomás, “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que, en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”.

En otras palabras, los pecados capitales son, más bien, defectos en nuestra naturaleza humana, entendiendo “defecto” como el “lado flaco” que nos hace fácil cometer pecados y difícil practicar virtudes. Es entonces claro que la pereza lleva al estudiante a copiar tareas y exámenes, con todas las consecuencias que ello trae; la gula lleva a los adolescentes a sus ratos de bacanales, y la avaricia conduce al adulto a conseguir el jugoso negocio a costa de lo que sea. Y a todos, finalmente, a la infelicidad.

Analizaremos ahora con mayor énfasis, solamente el pecado de soberbia. En pocas palabras, la soberbia se refiere a una conducta que busca la atención y el reconocimiento de los demás. Tal forma de comportarse puede deberse a una exagerada autoestima o a una lamentable de falta de ella. Por ejemplo, cuántas veces hemos visto personas que siempre tratan de llamar la atención haciendo gala de conocimientos o habilidades que dominan, y, al mismo tiempo, critican agriamente a las personas que hacen lo mismo que ellas. Y cuántas veces escuchamos a otras personas que hacen ver lo bien que se portan, lo buenas que son, lo humilde que aparentan, siempre comparándose con otros que, según ellas, todo lo hacen mal. Es aquí donde se aplican la sentencia del evangelio de que vemos la paja en el ojo ajeno, pero no vemos la viga en el propio, y la parábola del fariseo y el publicano que oran en el templo (Lc 18, 9-14).

La soberbia es –entre muchas otras cosas– causa de esa actitud que lleva a mantener las apariencias “por aquello del qué dirán”, a la ostentación y a la vanidad, sobre todo cuando ello está fuera de las posibilidades económicas; a la ambición de escalar puestos y figurar, esto es, a “estar en el candelero”, lo que recuerda a los fariseos “que hacen todas sus obras para que los vean los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto” (Mt 23, 5-7). Cuidémonos de que esas sean nuestras motivaciones, puesto que todos esos fariseos ya han tenido aquí su recompensa. Y su vaciedad existencial los llevará irremediablemente a una vejez llena de amargura.

Antonio Lara Barragán Gómez OFS
Escuela de Ingeniería Industrial
Universidad Panamericana
Campus Guadalajara
“mailto:alara(arroba)up.edu.mx” 

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