Miércoles, 14 de Mayo 2025
Suplementos | En el Plan de Dios hay una proyección eterna, hasta la consumación de los siglos

A los doce los envió Jesús

Hasta esos días habían sido discípulos. De uno en uno y de a dos en dos los había ido reuniendo. Con ellos formó su colegio, porque esta palabra quiere decir “los reunidos”

Por: EL INFORMADOR

Hasta esos días habían sido discípulos. De uno en uno y de a dos en dos los había ido reuniendo. Con ellos formó su colegio, porque esta palabra quiere decir “los reunidos”. Fue su Maestro, único Maestro, y ellos, entusiastas y sencillos, fueron cisternas donde a raudales chorreaba el caudal de la fuente de la sabiduría, la sabiduría de Dios.
Mas que alguien atesore sólo para sí mismo, es egoísmo, y a ellos los estaba preparando para servir, para dar, para darse.
La historia de la salvación no habría de circunscribirse a los tres años de la vida pública de Cristo. La historia de la salvación tiene un origen eterno; en el Plan de Dios hay una proyección eterna, hasta la consumación de los siglos.
El Maestro, al preparar a sus discípulos, lo hacía con la intención de dejarlos después con la encomienda de que ellos, y después sus sucesores y un continuo relevo, quedara en los hombres la responsabilidad de predicar la Buena Nueva y la de ser pastores del pueblo elegido, del rebaño, de la Iglesia.

El enviado es llamado misionero

La palabra misionero se deriva del verbo latino “mitere”, que significa “enviar”, y en pasado de “misi”, o sea “yo envié”.Cristo reunió a sus discípulos en Galilea, los quiso tener de testigos en el acto trascendental de su retorno al Padre, de su ascensión gloriosa; pero antes les mandó: “Vayan por todo el mundo, prediquen, bauticen”. Desde allí la Iglesia es misionera.
Antes los envió --y es lo que narra Sab Mateo en el capítulo nono-- para prepararlos en el apasionante y difícil oficio de ser misioneros. Después llegó la hora de ir, bajo la autoridad de Pedro, por todo el mundo; y, fieles, se dispersaron. Jerusalén fue la estrella de los vientos y cada uno tomó su rumbo, mas todos con la misma luz: Cristo resucitado.

Discípulos -- misioneros

En Aparecida, ciudad y santuario de Brasil, se reunieron los discípulos misioneros de la Iglesia de América Latina y del Caribe. Juntos en oración, en la caridad y en el estudio, trabajaron los representantes de todos estos países del 13 al 31 de mayo del año que acaba de pasar, 2007.
Parece que a muchos cristianos no ha llegado ni siquiera la información, menos aún esa visión nueva, fresca, humilde y sincera de los obispos de estos pueblos, en su deber ineludible de llevar la luz, la buena nueva, a los hombres de este siglo, de este continente.
La síntesis de sus deliberaciones, de su análisis, de sus muchas estadísticas sacadas de los distintos pueblos, culturas, posibilidades y carencias, quedó escrita en un libro de apenas diez breves capítulos.
Todo el documento tiene un aire de humildad y sencillez: a nadie acusa, a nadie condenan, nadie es grande, no hay altanería ni presunción, porque desde elempezar todos son discípulos --el único Maestro es Cristo--, y obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, todos son discípulos y al mismo tiempo misionero.
Es un paso más en la apertura debida a los laicos, para compartir con los ungidos y los consagrados el copromiso común de los bautizados, de llevar a todos el mensaje de salvación.

La mies es mucha

Ahora también los ojos de Cristo miran con amor las multitudes multicolores de los pueblos de América Latina y el Caribe, y ahora, como entonces --con el verbo no en pretérito “se compadecía”-- se compadece porque muchos andan “como oveja sin pastor”.
La preocupación de los obispos ha de ser la preocupación compartida con todos los cristianos. Es la preocupación reflejada en el documento de Aparecida, mas para que no quede en sólo preocupación, ha de tener oración y acción.
San Benito, evangelizador de Europa en el Siglo VI, hizo lema de su vida y de su regla famosa para todos los monjes, esta doble consigna: orar, trabajar.
Josep Ratzinger, al asumir la responsabilidad de empuñar el cayado de la Iglesia Universal, tomó el nombre de Benedicto (Benito) con el empeño de vivir, en su tránsito por el sumo pontificado, la oración y la entrega a su oficio de pastor, porque desde la cumbre a donde ha escalado ve con tristeza y amor muchas ovejas “extraviadas, desamparadas”.

Les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias

Los obispos de América Latina y el Caribe traen siempre como luz en su labor pastoral, la doctrina renovadora del Concilio Vaticano II (1961-1965). En la Constitución “Gaudium et Spes” (Gozo y esperanza) -- “La Iglesia en el mundo actual”, así se expresa: “Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria y son muchedumbre los que no saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica”. (G. S. 4).
Subrayar esta última frase es reconocer que las enfermedades del espíritu son las nuevas esclavitudes, originadas de una publicidad agresiva y falsa que induce singularmente a los más ignorantes, a los más indefensos, a los más débiles, a ser enfermos, esclavos del materialismo, del consumismo y del hedonismo. Cadenas sutiles son, que entran por los ojos, los apetitos que llegan por las pantallas del cine, de la televisión y del internet.
Se está operando un cambio en el pensamiento, singularmente de los jóvenes, nutritos con horas y horas de imágenes, y de allí sus criterios, muy limitados o falsos, y también sus aspiraciones. Son psicológicamente esclavos. Allí es donde han de llegar los discípulos misioneros, para expulsar los espíritus impuros y para curar esas enfermedades, esas dolencias. Se percibe ya, por fortuna, que junto a los que sólo se nutren con lo que ven -el homo videns--, están los que buscan ir más allá, al pensamiento noble, a los altos ideales.

En busca de las ovejas perdidas

El verbo es buscar y el lugar es el camino. Aparecida motiva a darle a la Iglesia de Latinoamérica y del Caribe otra manera de ser: la de ir, no esperar; la de buscar, no de ver si sola llega la oveja perdida. Es indispensable el  dinamismo el discípulo-misionero, de hacer suyos los sentimientos de Cristo y volverse compasiva, porque compasivo es Cristo. Siente compasión no de las ovejas dóciles, no de las sanas, sino de las rebeldes, de las extraviadas, de las perdidas, de las enfermas.
La nueva imagen de la Iglesia ha de ser acogedora y no excluyente, un recinto en el que todos pueden caber porque hay amor para todos.
Apertura, comprensión, es el mensaje de Cristo.

Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente

En el mundo actual, en el que todo se vende y todo se compra con dinero, el discípulo-misionero deberá ir a dar y darse.
Si la acción del discípulo-misionero es dentro y para edificar el Reino de Cristo, y este Reino es espiritual, entonces la remuneración auténtica tambié ha de ser espiritual.
Cuando Pedro le pidió al Maestro que le aclarara sobre este tema: “Y nosotros, los que hemos dejado todo para seguirte, ¿qué recompensa vamos a recibir?”. La respuesta de Cristo fue doble: “Aquí cien veces más y después la vida eterna. Allá se sentarán en doce sillas a juzgar a las doce tribus de Israel”.
Con “cien veces más” quiere indicar que los bienes del alma --invisibles-- son cienveces mayores que las cosas materiales. Vale más el amor que el dinero; vale mpas la paz interior que un automóvil de lujo; vale más la alegría de quien ha obrado el bien, que cosas y cosas con que a veces se rodean los humanos.

Pbro. José R. Ramírez      



   
    

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