Jueves, 25 de Abril 2024
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A los 12 los envió Jesús

Jesús mandó a sus discípulos al mundo para prepararlos en el oficio de ser misioneros

Por: EL INFORMADOR

Los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de Cristo. ESPECIAL /

Los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de Cristo. ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Éxodo 19, 2-6:

“Si escuchan mi voz y guardan mi alianza, serán mi especial tesoro entre todos los pueblos”.

SEGUNDA LECTURA
San Pablo a los Romanos 5, 6-11:

“La prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores”.

EVANGELIO
San Mateo 9, 36-10, 8:

“La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

GUADALAJARA, JALISCO (18/JUN/2017).- Cristo y la Iglesia Católica tienen los brazos abiertos para recibir a los fieles. A los laicos les corresponde hacer frente al compromiso común de los bautizados, de llevar a todos el mensaje de salvación.

Hasta esos días habían sido discípulos. De uno en uno y de a dos en dos, Jesús los había ido reuniendo. Con ellos formó su colegio, porque esta palabra quiere decir “los reunidos”. Fue su Maestro, único Maestro, y ellos, entusiastas y sencillos, fueron cisternas donde a raudales chorreaba el caudal de la fuente de la sabiduría, la sabiduría de Dios. Mas que alguien atesore sólo para sí mismo, es egoísmo, y a ellos los estaba preparando para servir, para dar, para darse. La historia de la salvación no habría de circunscribirse a los tres años de la vida pública de Cristo. La historia de la salvación tiene un origen eterno; en el Plan de Dios hay una proyección eterna, hasta la consumación de los siglos. El Maestro, al preparar a sus discípulos, lo hacía con la intención de dejarlos después con la encomienda de que —ellos, y después sus sucesores y un continuo relevo— quedara en los hombres la responsabilidad de predicar la Buena Nueva y la de ser pastores del pueblo elegido, del rebaño, de la Iglesia.

La palabra misionero se deriva del verbo latino “mitere”, que significa “enviar”, y en pasado “misi, o sea “yo envié”. Cristo reunió a sus discípulos en Galilea, los quiso tener de testigos en el acto trascendental de su retorno al Padre, de su ascensión gloriosa; pero antes les mandó: “Vayan por todo el mundo, prediquen, bauticen”. Desde allí la Iglesia es misionera. Antes los envió —y es lo que narra San Mateo en el capítulo nono— para prepararlos en el apasionante y difícil oficio de ser misioneros. Después llegó la hora de ir, bajo la autoridad de Pedro, por todo el mundo; y, fieles, se dispersaron. Jerusalén fue la estrella de los vientos y cada uno tomó su rumbo, mas todos con la misma luz: Cristo resucitado.

En busca de la ovejas perdidas. El verbo es buscar y el lugar es el camino. Aparecida motiva a darle a la Iglesia de Latinoamérica y del Caribe otra manera de ser: la de ir, no esperar; la de buscar, no de ver si sola llega la oveja perdida. Es indispensable el dinamismo del discípulo misionero, de hacer suyos los sentimientos de Cristo y volverse compasivo, porque compasivo es Cristo. Siente compasión no de las ovejas dóciles, no de las sanas, sino de las rebeldes, de las extraviadas, de las perdidas, de las enfermas. La nueva imagen de la Iglesia ha de ser acogedora y no excluyente, un recinto en el que todos pueden caber porque hay amor para todos. Apertura. comprensión, es el mensaje de Cristo. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente En el mundo actual, en el que todo se vende y todo se compra con dinero, el discípulo-misionero deberá ir a dar y darse. Si la acción del discípulo-misionero es dentro y para edificar el Reino de Cristo, y este Reino es espiritual, entonces la remuneración auténtica también ha de ser espiritual. Cuando Pedro le pidió al Maestro que le aclarara sobre este tema: “Y nosotros, los que hemos dejado todo para seguirte, ¿qué recompensa vamos a recibir?”. La respuesta de Cristo fue doble: “Aquí 100 veces más y después la vida eterna. Allá se sentarán en 12 sillas a juzgar a las 12 tribus de Israel”. Con “100 veces más” quiere indicar que los bienes del alma —invisibles— son 100 veces mayores que las cosas materiales. Vale más el amor que el dinero; vale más la paz interior que un automóvil de lujo; vale más la alegría de quien ha obrado el bien, que cosas y cosas con que a veces se rodean los humanos.

José Rosario Ramírez M.

La tradición apostólica

La tradición apostólica no es una colección de cosas, de palabras, como una caja de cosas muertas. La tradición es el río de la vida nueva, que viene desde los orígenes, desde Cristo, hasta nosotros, y nos inserta en la historia de Dios con la humanidad.

Dios, con suma benignidad, quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas las edades. Por eso Cristo mandó a los apóstoles predicar  a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta.

Los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó.

Los apóstoles, su número no sólo expresa la continuidad con el Israel de las 12 tribus, sino también el destino universal de su ministerio, que llevaría la salvación hasta los últimos confines de la Tierra. Se puede deducir del valor simbólico que tienen los números en el mundo semítico: 12 es resultado de multiplicar tres, número perfecto, por cuatro, número que remite a los cuatro puntos cardinales y, por consiguiente, al mundo entero.

Lo que los apóstoles transmitieron comprende todo lo necesario para una vida santa y para una fe creciente del pueblo de Dios; así la Iglesia con su enseñanza, su vida y su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree.
Por consiguiente, la tradición es la historia del Espíritu que actúa en la historia de la Iglesia a través de la mediación de los apóstoles y de sus sucesores, en fiel continuidad con la experiencia de los orígenes.

La palabra apóstol viene precisamente del verbo griego apostéllein, que quiere decir enviar.

“Después, llamando a sus 12 discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Estos son los nombres de los 12 apóstoles: el primero de todos,  Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor”.

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