Miércoles, 09 de Julio 2025

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Carolina

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS

—¡Contad los muertos...! —exigía Don Juan, El Burlador de Sevilla.

—...Matar es —respondía Don Luis.

Los muertos no hacen ruido, precisamente porque la muerte acaba con sus penas. Se convierten en estadística... En cambio, los sobrevivientes, especialmente

cuando una desgracia limita sus capacidades o los condena a la postración... ¡qué incómodos llegan a ser!

—II—
Caso concreto: Carolina...
Carolina es una joven de 15 años. El pasado 10 de abril viajaba en el midibús atiborrado de estudiantes de secundaria que se volcó en alguna de las sinuosas calles de la colonia Cerro del Tesoro porque su conductor, como muchos de sus colegas, es aficionado práctico al deporte extremo de las carreras en esos bólidos. Bastó un mínimo error de cálculo para que la unidad se volcara. A consecuencia del percance, una jovencita falleció y varias más quedaron lesionadas.

Carolina acaba de salir, por fin, de terapia intensiva. Ayer fue trasladada al área de pediatría del Centro Médico. El diagnóstico clínico es concluyente: la joven quedará cuadrapléjica; es decir, incapaz, de por vida, de mover ninguna de sus extremidades. Probablemente tenga que depender, hasta el fin de sus días, de un ventilador para poder respirar. Dependerá, también de por vida, de algún tipo de asistencia continua, y quizá también de medicamentos... Digamos que está irremisiblemente condenada a ver pasar la vida... pero no a vivir.

—III—
Su caso ya no tiene remedio. En cambio, sí es posible tomar medidas, ahora mismo, para reducir al mínimo la posibilidad de que esos episodios se vuelvan recurrentes. Por ejemplo, modificar la legislación penal: imponer sanciones ejemplares a los conductores del servicio público que, por imprudencia manifiesta, ocasionen ese tipo de accidentes. Por ejemplo, imponer a concesionarios, permisionarios o subrogatarios del transporte público la exigencia de contar —cueste lo que cueste —con un seguro del viajero que establezca indemnizaciones menos indignas que las actuales, y que permita hacer frente a la carga económica —la carga moral no tiene precio— que significarán, para sus familiares, casos como el de Carolina.

¡Precisamente para casos así debería servir el oneroso aparato legislativo (“parece caro: lo es...”) que en Jalisco nos damos el lujo de tener!

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