A propósito

Efraín Flores hizo lo más honesto: reconocer que el Guadalajara está en crisis.
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Aun a riesgo de irritar a sus quisquillosos dirigentes, que podrían pensar que su avasalladora popularidad exime a las “Chivas” de la posibilidad de que el cuadro se desconchinfle en cuanto tiene que prescindir de tres de sus titulares --Michel, “Maza” Rodríguez y Bravo--, el técnico optó por la franqueza. Ni se agarró como un clavo ardiendo a la expulsión de Báez para culpar al arbitraje de Erim Ramírez de la derrota del sábado ante Santos Laguna (de hecho, el silbante fue complaciente con sendas faltas de Reynoso y Olvera que ameritaban las correspondientes tarjetas amarillas), ni ha minimizado los síntomas claros de que su equipo ha perdido solvencia a la defensiva y eficacia al ataque.

Otro, en su lugar, se hubiera refugiado en la frase manida: “fue una mala tarde”; “un mal partido cualquiera lo tiene”; “aún no se inventa el equipo invencible”, etc. Efraín ha preferido el diagnóstico sincero. Sabe, seguramente, que con eso se ganará la censura de algunos incondicionales del “Rebaño Sagrado”, incapaces de reconocer que no siempre sus favoritos tienen argumentos futbolísticos para estar a la altura de las bravatas de algunos de sus dirigentes --ahora mismo, sin ir más lejos--..., y, peor aún, las reconvenciones de éstos.
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Las reconvenciones y algo más, de hecho. Porque falta recordar que los actuales dueños de los destinos del equipo más popular de México no siempre se han significado por la paciencia para respaldar a su entrenador cuando los resultados no han sido los deseados. En nombre de la cacareada “filosofía chiva” se han cometido ya unas cuantas injusticias...

Hombre de futbol, Efraín sabe que el Guadalajara puede recuperar --a base de resultados, no de saliva-- la calidad de equipo protagonista de los torneos caseros; sabe que no perdió esa calidad porque la camiseta actual sea la más fea de cuantas sus modistas le han diseñado, ni la recuperará porque le diseñen otra más bonita o porque le hagan un exorcismo a la actual.
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La única manera de enderezar el rumbo es encontrar a los jugadores idóneos para cubrir las plazas que quedaron precariamente cubiertas, dándoles tiempo a los prospectos..., pero partiendo, siempre --como los médicos--, del diagnóstico valiente, realista... Honesto, en una palabra.
Lo demás vendrá, necesariamente, con el tiempo.