Viernes, 31 de Octubre 2025
México | TEMAS PARA REFLEXIONAR POR FLAVIO ROMERO DE VELASCO

Trigo sin paja

Muchos hombres públicos tienen el criterio ingenuo y optimista de que todos los problemas pueden resolverse con decretos al menudeo y declaraciones al por mayor

Por: EL INFORMADOR

Flavio Romero de Velasco.  /

Flavio Romero de Velasco. /

En París, en la bella plaza Vendome, hace muchos años estaba el hotel más lujoso y exclusivo de la Ciudad Luz.

Su propietario, César Ritz, oriundo de un pueblo de Suiza e hijo de una familia muy pobre, se negó a ser herrero como su padre.

Después de ser lavaplatos, mozo, camarero y recadero, llegó a ser el dueño de una gran cadena de hoteles repartidos en todo el mundo, entre ellos el hotel más famoso y lujoso de París.

Cierto es que la fortuna a muchos les concede demasiado, pero a nadie lo bastante.

El hotelero dueño de una inmensa fortuna, acaso no haya sido un hombre feliz, porque murió deseando tener el doble de lo que poseía.

En nuestro país, en el que una multitud de miserables vive con azoro ante un capitalismo salvaje, hemos recibido el honroso reconocimiento internacional de un mexicano como el hombre más rico del mundo, que es emblema de una plutocracia enferma de ganancias, y cuyas codicias insaciables no son otra cosa que ávidos sorbos de sed.

En nuestro lenguaje coloquial los señalamos como aspirantes a ser los más ricos del panteón...

Las líneas finales de un soneto escrito en caracteres de principios del siglo XIX en la puerta principal del viejo cementerio de San Juan de Dios, ya clausurado hace tiempo, en San Miguel de Allende, Guanajuato, dicen:
“...y somos, al final de la jornada, polvo, ceniza, vanidad y nada...”

En todas las actividades humanas, al vencedor se le perdonan los más grandes defectos, y al que fracasa se le niegan hasta las virtudes más notorias.

Desgraciadamente, la posteridad mide a los hombres sólo por su eficacia.

La experiencia nos afirma en la certidumbre de que los jubilados más notorios de la política y la actividad empresarial de turbio o de dudoso pasado, buscan lavar su imagen pública empleando para ello todo su tiempo, sus menguadas relaciones y sus escasas influencias, buscando afanosamente su beatificación.

Gladstone, primer ministro de la reina Victoria de Inglaterra, afirmó que el patriotismo y las instituciones de caridad suelen ser el último refugio de los bribones.

Es lamentable que a estas alturas del desarrollo histórico, improvisados con fuero, todavía pretenden la sustitución de la verdad ajena por la verdad propia.

En el trato de los poderosos, no sólo hay indignantes prosternaciones, sino también vergonzosas genuflexiones verbales.

Platón, ante la ferocidad evidente de los humanos que atemperan sus ímpetus al vivir en sociedad, ha expresado que “el hombre es un animal domesticado”.

José Fouché, ministro de Policía en el Directorio, el Imperio y la restauración de Francia, dijo: “El problema no es sacar a los militares a la calle, sino regresarlos a sus cuarteles”.

Muchos hombres públicos tienen el criterio ingenuo y optimista de que todos los problemas pueden resolverse con decretos al menudeo y declaraciones al por mayor.

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