Martes, 07 de Mayo 2024
México | BUCARELI POR JACOBO ZABLUDOVSKY

The End

Hija de un matrimonio de clase media alta, no sufrió la pobreza económica, ni la intelectual, ni la estética, ni la cultural

Por: EL INFORMADOR

Jacobo Zabludovsky.  /

Jacobo Zabludovsky. /

Cualquier semejanza de la imaginación con la realidad es pura coincidencia en la historia de esta mujer que nunca conoció la miseria.

Hija de un matrimonio de clase media alta, no sufrió la pobreza económica, ni la intelectual, ni la estética, ni la cultural, rodeada desde su nacimiento por las obras de arte de la galería de su padre, marchante de pinturas en Londres. A los 10 años, de la mano de su madre actriz, filmaba su primera película en Hollywood. Aprendió a caminar, leer y actuar antes o en vez de arrullar a sus muñecas.

Y durante 70 años fue la estrella más intensa y permanente del cine, la más bella de las bellas, la más talentosa de las actrices, la más humana de las compañeras y la más valiente luchadora contra los prejuicios.

Ni el derrumbe físico de sus últimos años pudo vencer su dignidad, y en su vejez mantuvo su presencia ante el público en funciones benéficas, actos filantrópicos y en defensa de los derechos de las minorías. Nada pudo abatirla ni apartarla del propósito esencial de su vida: apoyar las causas justas. Cuando el sida apareció con pánico, donó dinero y tiempo al esfuerzo para combatirlo y abrazó a Rock Hudson en el diagnóstico y hasta la muerte. Si las grandes salas de cine se construyeron como templos, es porque la esperaban.

Desafió todas las reglas del “star sistem”. Sin estudios de actuación alternó con monstruos de la talla de Spencer Tracy, James Dean, Paul Newman, Montgomery Clift y Richard Burton, a quien conoció cuando hizo la mejor Cleopatra del cine y ganó esposo y su primer Oscar. El segundo fue por “¿Quién teme a Virginia Wolf?”. En su ocaso no bajó la escalera sin ver los peldaños, como la inmensa Gloria Swanson de Sunset Boulevard, engañada en su locura por un director enamorado.

Sólo se unió a quienes quería. El día de su muerte me confió su recuerdo el último vivo de los hombres que amó, el licenciado Víctor González Luna Orendain, notario número 31 de Guadalajara, con quien detalló su boda: “En un principio ella escogió la Basílica de Zapopan; después hicimos un viaje a Israel y quiso que nos casáramos en Masada, pero un accidente de automóvil frustró ese matrimonio. El general Ariel Sharon nos había invitado a su rancho y en el camino chocó el automóvil en que íbamos. Ella resultó más lesionada que yo. Estuvo unos días en el hospital. Era la fecha en que teníamos planeado el matrimonio; pasó el tiempo y no nos casamos.

“Convivimos mucho. Fíjate qué curioso: teníamos una amistad muy íntima como pareja con Richard Burton, quien acababa de conocer a la muchacha que fue su esposa, Sally Hay, quien era la guionista en una película que acababa de terminar. Los cuatro salíamos muy seguido, llevábamos muy buena amistad. Él siempre se quejaba mucho de las dificultades que había tenido en su vida, de su niña que estaba paralítica, de que no podía decidir, que no podía tener tranquilidad”.

— Hiciste vida conyugal con Elizabeth Taylor. ¿Cómo era en la intimidad?
— Era una mujer fuera de lo común en todos sentidos, siempre mostraba un humor extraordinario, tenía una inteligencia increíble, era mujer culta, leía mucho; uno de sus lemas era nunca decir una mentira. Y tenía un equilibrio asombroso a pesar de todo, de cómo la juzgaba la gente por la forma en que ella se desenvolvió con tantos matrimonios y tantas dificultades. Pero era su forma de ser. Cuando andaba con alguien ella siempre pedía que hubiera por lo menos un compromiso, y eso me sucedió a mí dos veces, quería que se reafirmara el pacto.

“Para nuestro compromiso matrimonial le regalé un zafiro grande con brillantes alrededor, comprado en Cartier, en Nueva York. Pero al final de cuentas no hubo matrimonio. El día que rompimos fue precisamente el de la muerte de Richard Burton. El motivo del rompimiento: estábamos en una fiesta en San Francisco, California, y me pidió que la acompañara al funeral a Suiza. Le dije es un error, tu no debes ir porque Richard Burton está casado, y ella dijo: ‘Es que yo nada más quiero ir a rezar en su tumba? Le dije yo te acompaño dentro de 15 días, pero se molestó, se quitó el anillo, me lo devolvió y se fue”.

Elizabeth no lo necesita. Donde ella está estorban los lujos. El jueves fue enterrada en un cajón de tablas toscas según la fe judía que adoptó con extremada seriedad a los 27 años, instruida por un rabino sobreviviente del Holocausto, cumpliendo los estrictos requisitos de la única religión que pone todos los obstáculos posibles a las conversiones.

Michael Jackson, Jean Harlow, Carol Lombard, John Wayne, Bette Davis, Buster Keaton y Clark Gable en sepulcros vecinos. Sobre el suyo, un ramo de violetas.

Como sus ojos.

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