ROTONDA del miércoles 6 de abril de 2011

La sopa por Ivabelle Arroyo
Precampañas de mentiras
Casi todas las leyes electorales del país definen una precampaña, palabras más, preposiciones menos, como las actividades realizadas por una persona para lograr ser candidato de un partido. Mítines, reuniones, promoción en medios, todo eso que le sirva para que lo conozcan quienes pueden votar, dentro de su partido, para abanderarlo.
Casi todas las leyes electorales del país, hasta ahí llegan. No dicen algo vital: que las susodichas precampañas sirven para ganarle esa candidatura a otro
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Historias de reportero por Carlos Loret de Mola A.
La parte personal
 El vuelo salió 40 minutos retrasado del DF. “Espero no llegar tarde” a Cancún para entrevistar a Michelle Leonhart, la número uno de la DEA, la agencia antidrogas de los Estados Unidos. Ni siquiera sé cuánto tiempo me va a dar en su “agenda llena”, como la definió al momento de solicitar la entrevista su encargada de relaciones públicas. De hecho, hoy me desperté sin estar seguro de que aceptaría. Me la confirmaron como a las 9:20 am y tomé el primer avión disponible
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Serpientes y escaleras por Salvador García Soto
Telecom: crece la guerra
“Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren”, dijo Jean Paul Sartre, y en la guerra de las telecomunicaciones las empresas y empresarios en disputa siguen peleando sus batallas y mueven su artillería frente a un Estado torpe y ausente que aparece como mero espectador, y frente a usuarios y consumidores que esperan que de la confrontación surjan al menos tarifas más bajas y mejoras en los pésimos y costosos servicios de telecomunicaciones del país
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Atando cabos por Denise Maerker
No hay con quién pactar
En medio de la desesperación y del temor cada vez se escuchan más voces que piden que esto termine y que se arregle pactando con los narcos. ¡Si se pudiera! ¿Si toda esta sangre se pudiera detener con unas llamadas telefónicas reconviniendo a los capos para que regresen a las viejas fórmulas honorables de antaño? Pero no es así. Más allá de las implicaciones éticas que tendría que el Estado hiciera esas llamadas, la verdad es que no hay a quién llamarle
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